El tema de la migración forzada no es un problema del pasado. Desgraciadamente, en pleno siglo XXI sigue siendo un drama humano, social y económico en el que millones de personas se ven obligadas a un éxodo que, a menudo, les lleva a un camino sin retorno; a muchas de ellas incluso a perder la vida. En el caso concreto de Tafalla y su Merindad, desde finales del siglo XIX y hasta los años 70 del pasado siglo, más de 2.700 vecinos y vecinas marcharon a los cinco continentes en busca un mayor bienestar económico y social en sus vidas; la mayoría lo hizo a tierras de América, y en particular a la Argentina.

La historia de varios de estos emigrantes, y sus descendientes, está recogida en Tafalla y su diáspora 1870 – 1970, un libro de 772 páginas distribuidas en 30 capítulos que fue presentado el miércoles por sus autores, José Luis Lizarbe (Tafalla, 1957) y Eduardo Cortijo (Tafalla, 1946) en la Casa de Cultura de la localidad. 

Editado por Altaffaylla, este laborioso y arduo trabajo de recopilación, archivo e investigación iniciado en el año 2018, rezuma añoranzas y afectos; referencias y recuerdos; vivencias intensas que se acompañan de numerosas fotografías, testimonios, entrevistas, asociacionismo, oficios, centros navarros, euskal etxeak, estadísticas, guerra civil y exilio, listados y muchísimas curiosidades en un intento de rescatar del olvido parte de aquellas historias que permanecen ocultas, enmascaradas por el paso del tiempo, e ignoradas por las actuales generaciones. Un trabajo que trasciende de lo local y que será referente para todas aquellas personas que deseen profundizar en el tema de la migración en una época concreta.

Amerikanuak

Gran parte del contenido de este libro -el relativo a los testimonios humanos- se ha dado a conocer en pequeñas píldoras a lo largo de los últimos tres años en la revista local tafallesa La Voz de la Merindad bajo el nombre genérico Amerikanuak. “Es difícil trasladar las vivencias que nos llevó a saber de tantas y tantos paisanos que nos abrieron su puerta y sus vidas allá en sus lejanos hogares. Tampoco es sencillo transmitir en papel las emociones al abrir cajones, recordar situaciones y sobre todo episodios familiares”, aseguran los autores, quienes, en un momento dado de la vida, también han sido emigrantes en Argentina

Tafalla, la diáspora de sus emigrantes. Grupo de paisanos en el puerto de Buenos Aires. Familias Zabalegui y Valencia. Cedida por Altaffaylla.

De hecho, fue en el propio país latinoamericano donde José Luis y Eduardo se conocieron en persona. “Curiosamente, aunque los dos hayamos nacido en Tafalla, nos conocimos en Buenos Aires a mediados de los años 80. Por aquel entonces, Eduardo residía en la capital argentina por motivos laborales, y yo fui de viaje a visitar a unos amigos de mis padres, que a su vez, eran conocidos suyos”, relata José Luis Lizarbe. “En el 88 comienzo a ir a la Argentina de forma periódica, y desde entonces, habré realizado unos 20 o 22 viajes en total. En uno de estos viajes Eduardo me recibe en el aeropuerto, casi como un cónsul tafallés, y comienza una relación personal y familiar entre los dos”, añade. 

2018

“Un día, cuando yo me jubilo en el 2018, le planteo a Eduardo llevar a un papel todo lo que tenemos en común, él no duda en aceptar y así comenzamos el reparto de las tareas”, especifica Lizarbe. “Así es. Esto ha sido un trabajo en equipo, en el que yo me he dedicado más a la recopilación de los datos y las estadísticas, mientras que José Luis ha realizado más las entrevistas humanas, 105 en total”, precisa Eduardo, mientras añade que “ha sido un trabajo muy complejo, aunque la tecnología que hay hoy en día, nos ha hecho las cosas más fáciles, especialmente en eso de encontrar y contactar con las personas”. 

“Hemos ido tirando del hilo. Entrevistábamos a una familia y ésta te daba datos de otra. O te daba un apellido y ahí se te abría otra línea de investigación. Así ha salido mucha gente. Gente agradable, cercana, que lo ha vivido incluso con lágrimas, tanto allá como aquí. Puesto que en muchas ocasiones, los descendientes de estos emigrantes, han hecho el viaje inverso: han venido aquí, a la tierra de sus abuelos y abuelas, a buscar un futuro mejor”, analiza Lizarbe.

Finalmente, los autores afirman que han decidido cerrar su libro ahora “porque nos hemos puesto en un libro de 770 páginas” pero que hay mucho trabajo para poder seguir la investigación. “Se nos han quedado cosas por publicar, ya que el listado de emigrantes no está cerrado y cada día aparecen algunos”, finalizan