Los tomates de Narbarte son un tesoro local que ha perdurado a lo largo de generaciones, y Javier Juanaberria, de 78 años, es el último cultivador que mantiene viva esta tradición en su casa Xuankotenea. En su familia, se cultivan tomates desde “antes del aitatxi”, cuando en Narbarte se plantaban en unas 10-12 casas. Ahora, Javier Juanaberria es el único que continúa con esta práctica. “Todos lo dejaron y ahora solo yo cultivo tomates de Narbarte aquí”, comenta con una mezcla de orgullo y nostalgia.
Los tomates de Narbarte han adquirido fama por su sabor inigualable. “Hombre, claro que tienen fama, ¿Cómo no van a tener?” reacciona divertido Juanaberria. “Hay algún otro igual? No lo creo. A ver, ¡Sácame!”, nos reta riendo.
“Tienen un don”, asegura. “Hay una diferencia terrible en el sabor”. Sin embargo, confiesa que en los últimos años la calidad del grano ha disminuido, algo que atribuye a la falta de nutrientes en la tierra.
Aun así, Juanaberria mantiene su postura: “El tomate de aquí es el mejor. He visto tomates en Francia, que he trabajado allá, y he visto mucho, hay mil clases... pero nada igual a este”. Según él, aunque pueda haber tomates con una apariencia similar, el sabor es lo que realmente marca la diferencia. “De fuera, por el aspecto, sabría diferenciar si es un tomate de Narbarte o no. Puede haber algunos parecidos, pero en sabor no hay otro igual, y eso es lo que vale”.
Este año ha sido bastante “flojo” en cuanto a los tomates. “Te cae un chaparrón de agua y a los dos días el grano está todo que parece que le han echado una tinta por encima y pudriéndose todo… Eso no había pasado antes”, explica con frustración mientras atribuye estos cambios a los efectos del cambio climático.
Aunque no produce a gran escala, Javier Juanaberria sigue cultivando con dedicación, principalmente para consumo propio y de sus hijos. Algunos vecinos y turistas de las casas rurales de la zona también se benefician de su producción, pero su enfoque nunca ha sido comercial. “No solemos hacer para vender. Solo para casa y a pequeña escala”, comenta.
Además, comenta que las plantas de los tomates de Narbarte suelen dar menos frutos que otras clases. “Una planta de estas igual da 2 kg menos que las que se usan para vender en fruterías y demás, que suelen ser híbridas. Entonces, claro, la gente prefiere comprar ese tipo de plantas”.
La tradición del cultivo de tomate en Narbarte, que antes estaba presente en muchos caseríos, ha ido desapareciendo. “ Y ahora nadie tiene tomate de Narbarte”, lamenta. “Aquí se dejó de hacer hace bastantes años. Antes vendías la planta, pero luego ya empezó que si invernadero aquí, otro allá, floristería… Y entonces, claro, tienes tomates todo el año. ¡Todo el año! Pero ese tomate no sabe a nada”, opina.
Sin embargo, sus hijos han comenzado a involucrarse en la huerta, lo que da esperanza de que esta tradición no se pierda. “Después de mí parece que esto tendrá seguimiento, no creo que se acabe conmigo”, comenta.
Javier Juanaberria mantiene viva una enseñanza que le dejó su padre: siempre hay que guardar semillas. “Mi difunto padre me dijo: no siembres todas las semillas, siembra lo que te parezca y guarda siempre algo en casa. Por si resulta un año malo que puedas recuperar”. Esta costumbre ha perdurado, y Javier, por si acaso, sigue guardando una parte de las semillas del año pasado.
Con una vida dedicada al cultivo, Juanaberria no se cansa de comer sus propios tomates. “Nunca me canso. Muchas veces me los suelo comer como una manzana, pelando un poco o a veces incluso sin pelar, lavarlos un poco y ya”.
De momento, y aunque no se puede saber con exactitud hasta cuando, podrá seguir disfrutando de sus preciados tomates. “El año pasado a mitades de noviembre todavía comíamos tomates de casa”, recuerda. Aunque eso sí, admite que “para entonces, les va bajando el fundamento. Los mejores son los primeros, los más ricos” concluye.