No hay que poseer la nariz prodigiosa de Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista de la novela El Perfume de Patrick Süskind, para adivinar a qué huele Puente la Reina: pimientos asados.

Marisol Eyaralar, Juan Luis Moliney y Juana Latasa venden y asan en el tradicional mercadillo siete variedades –piquillo, calpisa, pico, najerano, morrón, cuerno de cabra y cristal– que impregnan las calles de un olor irrestible que cada otoño atrae a centenares de visitantes hipnotizados por el perfume de Puente la Reina. 

Juan Luis, Marisol y Juana coinciden en que la campaña está siendo “buena” en términos de producción y calidad. “Estamos recogiendo muy buen pimiento, como siempre”, reivindica Juan Luis.

Las constantes lluvias, explica Marisol, retrasaron la recolección de najerano –variedad carnosa que necesita más sol–, pero los días despejados y templados de la semana pasada le dieron un empujón. “Las temperaturas suaves han venido de maravilla para que el najerano madure perfectamente”, destaca.

La temporada se encuentra en el ecuador, Puente la Reina quiere seguir oliendo a pimiento lo máximo posible y, para ello, el frío debe aguardar. “Cuando hiele, diremos adiós”, adelanta Juana. 

Respecto al nivel de ventas, hay diversidad de opiniones. Juan Luis asegura que la afluencia de público está siendo menor que la del año pasado y ha percibido ese descenso en los días grandes: fines de semana y puente del Pilar.Vino la mitad de gente”, lamenta.

Juan Luis achaca este cambio al encarecimiento de la vida y a que los ciudadanos miran más el bolsillo: “Se está gastando menos”, incide. 

Marisol y Juana defienden que la clientela se mantiene, pero que a diferencia de otros años las ventas se están concentrando los días de buen tiempo. “La lluvia nos ha fastidiado porque la gente se queda en casa. El fin de semana pasado –19 y 20 de octubre– hizo bueno y fue una pasada”, relatan. 

Ambas productoras agradecen la “fidelidad” del público, que “nunca” falla a la cita. “Por aquí han pasado distintas generaciones de familias de casa y de fuera de Navarra. Vienen los abuelos, padres, nietos... Cada año nos vemos de nuevo, nos damos dos besos y hablamos de las novedades en nuestras vidas. Es muy bonito. Sin ellos, no haría esto”, reconoce Marisol, 59 años, que vende pimientos desde que es adolescente. “Es una pasada que sigan viniendo desde Donosti, Bilbao o Logroño a comprar pimientos. Estamos muy contentos”, incide Juana.

Piquillo y najerano

En las tres carpas se exponen siete variedades de pimientos que se cultivan en huertas familiares de Puente la Reina, el piquillo sigue siendo el rey y el najerano le pisa los talones.

“Nos ha sorprendido porque se está vendiendo mucho”, indica Marisol, que se declara fan de este tipo de pimiento. “Con un par de huevos fritos va que chuta”, bromea. 

La mayoría de los clientes compran los pimientos en las carpas, los descorazonan y quitan las semillas y, cuando están limpios, se los entregan a Juan Luis, Marisol o Juana; que se los asan siempre que hayan comprado más de cinco kilos.

“Es una práctica cada vez más habitual porque ven con sus ojos y tocan con sus manos el producto que se llevan a casa”, apunta Marisol.

Los teléfonos también suenan de continuo porque nadie quiere quedarse sin los anhelados pimientos. “Perfecto, te guardo 30 kilos de piquillo”, contesta Marisol a un cliente que realiza un pedido durante la entrevista.

Esta práctica, matiza Juana, es habitual sobre todo en hostelería. “Algunos restaurantes me han pedido 3.000 kilos”, confiesa. 

Clientela fiel

Lourdes Rada e Izaskun Olano, residentes en Donosti, paseaban por la capital gipuzkoana cuando se toparon con una tienda gourmet que vendía latas de pimientos del piquillo por nueve euros: “¡No nos lo podíamos creer. Qué pasada!”, exclaman ambas amigas.

Lourdes e Izaskun no se lo han pensado dos veces, se han plantado en Puente la Reina y han comprado 25 kilos –a poco más de dos euros el kilo– de piquillo y najerano. “Mitad y mitad. Todo para nosotras eh. Nada de encargos”, bromean. 

Las donostiarras llevan hora y media descorazonando y quitando las semillas a los 25 kilos de pimientos. Uno a uno. “Estamos dale que te pego. Es una maravilla sentarse a charlar con una amiga mientras limpias pimientos, nos gusta la experiencia y es nuestro décimo año en Gares”, comentan. 

Lourdes e Izaskun no dejan ni una pepita, Juana les asa los pimientos, se los entrega en bolsas y ponen rumbo a Donosti. “En casa les quitaremos la piel y los embotaremos al baño maría. Es trabajo, pero merece la pena. Salen exquisitos”, indican Lourdes e Izaskun, que disfrutan de este manjar con ajo picado y un chorretón de aceite, en ensaladas o rellenos de carne. “Y si debajo lleva una chuleta, menuda maravilla”, se ríen.

Alberto Gorriz y Milagros Prodosté, de Uharte Arakil, también están en plena faena. “Nos encanta este ambiente de mercadillo, pasamos una mañana entretenida limpiando pimientos y almorzamos mientras nos los asan”, apuntan.

El matrimonio es fiel a Puente la Reina, siempre se aprovisionan de piquillo porque les vuelve “locos” y esta vez han comprado 20 kilos. “Son las reservas de todo el año que poco a poco desaparecen del congelador”, expresan.

Milagros y Alberto sacan una bolsa para acompañar un filete de ternera, una laja de bacalao o, simplemente, una barra de pan. “El bocadillo de pimiento me parece maravilloso”, confiesa Milagros.

Pedro Amat se sopla los dedos tras enseñar su recolección: 10 kilos de piquillo. “Aún queman”, sonríe. Los pimientos están recién asados, los lleva en dos bolsas y los introduce en un vehículo de Tarragona. “Hemos estado de turismo y no nos podíamos marcharnos sin pimientos”, afirma Pedro.

A continuación suya, Jesús María Salinas pide a Juana 72 kilos –sí, 72 kilos, han leído bien– de pimiento morrón amarillo. “Los guardo en tarros llenos de vinagre. Están buenísimos, saben a pepinillos”, describe Jesús María mientras guarda las barquillas en la furgoneta.

Por si la compra había sido escasa, regresa hipnotizado por el perfume por otros 30 kilos de piquillo. “Que se me habían olvidado”, se ríe.