Aficionado al trabajo manual y con tiempo libre por su jubilación, Juan Urra Mendia (Ziordia, 1949) ha realizado una maqueta del palacio de Urbasa a escala 1:50, un trabajo que más allá de su maestría y el gusto por el trabajo bien hecho quiere denunciar el abandono de este edificio construido a finales del siglo XVII que adquirió el Gobierno de Navarra en 1990. “Gastó 27.000 euros en un estudio de viabilidad, que concluía que era viable. Luego decían que la crisis. ¿Ahora cuál es la excusa? Es una vergüenza que lo estén dejando caer”, lamenta.
Aquel proyecto, valorado en 4.5 millones de euros, era para un hotel de cuatro estrellas con 28 habitaciones. Asimismo, recuerda que en su día el Gobierno Vasco quiso comprar el palacio para habilitar colonias de verano. “Como el perro del hortelano, que no come ni deja comer”, observa.
El palacio fue construido a finales del siglo XVII por Juan Ramírez de Baquedano y Álvarez de Eulate, segundo marqués de Andía, que ostentaba la jurisdicción civil y criminal en los montes de Urbasa y Andía. Pero nunca habitó un Baquedano en este lugar. Su primer destino fue cárcel y casa del alcalde que había de administrar justicia así como del capellán de la pequeña basílica que había en el palacio. Con el tiempo se convirtió en refugio de pastores, ganadores y transeúntes.
En 1915 lo compró Juan Echávarri, industrial maderero de Olazti, que lo remozó para adecuarlo como residencia de verano para su numerosa familia. Hombre de negocios, la mitad lo destinó a hostal restaurante. Asimismo, construyó un frontón que aún continúa en pie, invadido por la maleza, al igual que el palacio, que cerró definitivamente sus puertas en 1984. Lo cierto es que el palacio se encuentra entre los 25 monumentos navarros que están en la Lista Roja del Patrimonio de la asociación Hispania Nostra.
En relación al edificio, se trata de una construcción rectangular articulada en cuatro cuerpos en torno a un patio central, franqueados los ángulos por torres mochas, una de las cuales albergaba una pequeña basílica. La fachada al sur, ostenta el escudo de armas de los Baquedano en estilo barroco. El zaguán es un porche abierto con arcada de piedra, elementos que conoce bien este carpintero jubilado que a ratos, con restos que tenía por el taller, durante dos años y medio, ha reproducido con mucha paciencia. Prueba de ello son las 6.000 tejas que, una por una, colocó en el tejado.
Pero no ha estado solo en la tarea, como destaca Juan Urra, que siempre habla en plural. Ha contado con la ayuda de José Mari Mazkiaran, Jesús Guinea, Pedro Val, Peio Senosiain, Itziar Gorosabel, José Luis Martínez y su mujer, Mari Carmen Martínez así como su hijo, Jon Urra; imprescindibles para llegar a buen puerto.
Este ziordiarra ha reproducido el palacio en el primer tercio del pasado siglo, en su época de esplendor, cuando acudía gente adinerada con sus propios criados, atraídos por la vida tranquila de la montaña y sin otro quehacer que pasear, tomar el sol o jugar en el frontón. Lo cierto es que en 1926 finalizaron las obras de la carretera Olazagutía-Urbasa y trajo veraneantes, algunos ilustres como los condes de París, o Joxe Migel Barandiaran.
También había un edificio anexo, que hacía las veces de venta para uso de gente más humilde. Dado que era una construcción más sencilla, desgraciadamente, fue derruido en 2005 ante su estado de ruina. A este espacio solían ir seminaristas de los frailes capuchinos de Altsasu. “Cuentan que tuvieron problemas con Echávarri y les cedió un terreno cercano, pero aparte, donde construyeron la casa de los frailes”, cuenta Juan Urra.
Fuentes y bordas
Este ziordiarra es un enamorado de Urbasa, un espacio natural protegido con una extensión de 21.408 hectáreas que conoce bien. “Cuando me jubilé, con José Mari Mazkiaran y Jesús Guinea, decidimos contabilizar y registrar todas las fuentes, balsas y pilones. Son 170, en las que también se incluyen las existentes entre Ziordia y Etxarri, en la parte norte, y desde Larraona a Zudaire, al sur en las Améscoas, ”, explica.
También han hecho un inventario de todas las chabolas que hay en la sierra, 125 en total, con sus dibujos a escala, alzada, planta, ubicación y fotos. “Muchas se están cayendo”, lamenta Juan Urra, que señala que cada vez hay menos ganado “y más trabas, sobre todo para la juventud, que es el futuro”.
Asimismo, destaca la importancia de la sierra para las localidades que la rodean. “Cada pueblo tenía su subida a Urbasa”, apunta. En un tiempo era parte importante en la economía familiar, un lugar en el que pastar el ganado y también recoger hoja o leña para cocinar y calentar las casas. Ahora, su importancia está más relacionada con el ocio y la naturaleza, un paraíso para pasear o en bici, hacer deporte o hacer una pausa en un remanso de paz.
“Urbasa al año aporta 400.000 euros por la corta de madera”, apunta Juan Urra, al tiempo que señala que en torno a 40.000 cabezas de ganado vacuno, equino y sobre todo de ovino pastan en la sierra. Precisamente, uno de los usos que cree que se le podría dar al edificio es como lugar de reunión de los ganaderos. “También podría ser un museo etnográfico sobre la vida en la sierra o casa de los guardas. Usos puede haber muchos, lo que hace falta son ganas”, incide.