Este año se cumplen 50 de la llegada de Olentzero a Lumbier. El personaje desconocido hasta entonces en la localidad, apareció envuelto de magia y misterio aquella noche húmeda y fría del 24 de diciembre de 1974. Llegó impulsado por jóvenes cuadrillas, algunas ligadas a la parroquia. Con su ayuda y la del promotor, el txistulari Elías Agorreta Garde, inició su andadura que hoy celebra medio siglo de vida.

La revista local Ilumberri lo anunciaba en el número de octubre de aquel año: “La tarde del 24 de diciembre tendrá una nueva celebración festiva y evocadora de la Navidad, plasmada en costumbres de nuestra historia y nuestra tierra”. Contaba también que la juventud había sido el motor junto con el equipo de la propia publicación local, cercana a la parroquia (de hecho, al principio, se solaparon en el acto Olentzero y Nacimiento). Y explicaba las características de la figura mitológica.

“Eran tiempos complicados y se sacó adelante con mucha voluntad y pocos medios”, recuerda Mari Fe Burguete Zubillaga. En 1974 tenía 25 años y formaba parte de las jóvenes que cosieron enaguas con puntillas, gorros e hisopos para el zanpanzar. Compraban materiales con dinero de la barraca de la juventud, apunta. En su casa se cosieron, lavaron y plancharon los trajes y durante décadas, hasta 2020 que se logró un local en el frontón, guardaron todo el material. ”El zanpanzar también se creó aquel año”, recalca. Lo formaron chicos veinteañeros que vivían el tardo franquismo, una época en la que todo estaba establecido y en Lumbier se celebraba navidades de Nacimiento, belenes y Reyes Magos, con su tradicional noche de arrastre de calderos.

Sin ser muy conscientes, le dimos impulso a algo distinto, a una costumbre arraigada a nuestra tierra. Ser jóvenes y rupturistas nos dio la fuerza para recuperar algo de nuestra propia cultura. Fuimos protagonistas de un cambio y guardo del momento la emoción y el sentimiento”, rememora Dori Eslaba Bidondo, uno de aquellos jóvenes.

1974, Pedro Alló representó al primer Olentzero, a hombros y sobre su canasto. Redacción DNN

De carne y hueso

Vestidos con espalderos y esquilas prestadas por los pastores, hicieron sonar cuerno y cencerros por las calles. Iban con auténticas albarcas, calcetines de lana, pantalones bombachos y camisas de cuadros, Sobre un canasto llevaron en andas al primer Olentzero, al que dio vida Pedro Allo Tabar. En los primeros años se sumó a la comitiva Ziripot, el personaje del carnaval de Lanz, con el joven Isidoro Bidondo Esandi.

Los sucesivos diciembres , otros carboneros sustituyeron a Pedro Allo; el relevo de Ziripot lo cogió durante años Joaquín Pérez Balda y surgió una nueva generación de joaldunak. Junto a ellos, fueron muchas las personas que arrimaron el hombro año tras año para llevar el célebre personaje viviente y el muñeco de cartón creado posteriormente.

El zanpanzar es imprescindible en el desfile con el sonido rítmico de sus cencerros, el ruido del cuerno y el colorido de sus trajes y ttuntturros. Y también la música.

Desde esa primera noche, el txistu siempre ha estado presente en las calles con su peculiar sonido. Pronto el txistulari Agorreta hizo escuela en Lumbier y formó grupo para el recorrido con dos paradas de costumbre: Casa Rojas en la calle Abadía y Casa Martintxo, en la del Horno. A finales de los años 70 se incorporó la txaranga y después, lo hicieron los gaiteros.

Se renueva

Además de la figura de cartón que ocupó el lugar del carbonero de carne y hueso y el Olentzero txiki, con el tiempo, el zanpanzar renovó su vestuario y a sus filas se sumaron las primeras mujeres. La organización amplió el recorrido con su visita a la residencia de la tercera edad junto al grupo de trixitrixas de la ikastola Arangoiti. De allí, parten hacia la bodega Azpea, donde se completa el grupo con la Gazte y sus antorchas para caminar hacia el pueblo por el puente sobre el río Salazar. El impulso de la ikastola se nota en la plaza con la acogida, Aurresku, talos, vino, txistorra.

Desde 2013, Olentzero llega con Mari Domingi, papel representado por Loli Serrano Eslava, Arantxa Larumbe Mutiloa y Sara Herrero Martínez, que se estrena este año.

Medio siglo de vida en Lumbier ha hecho que el personaje ancestral se haya convertido en una figura amable, emocionante y esperada.

Larga es la lista del compromiso de todas las personas que lo han traído hasta nuestros días y de colaboradores. “Está tan consolidado, que parece que sale por inercia, pero hay que mantener esa implicación y aumentar el grupo para repartir la tarea”, constata Iraide Ongay Rodriguez, de la comisión. Será necesario para seguir celebrándolo.