En pocos sitios, como en Tudela, puede suceder que se cuente con la presencia de la Reina de España para rendir homenaje a una película que habla de las diferencias entre ricos y pobres y cómo una parte de los españoles vivió subyugada bajo el peso de servir a los terratenientes y a la nobleza, simbolizado, en Los Santos Inocentes, en el yugo que suponían los señores marqueses. Así, mientras fuera se oía “¡Viva la Reina!”, durante la película se repetía por los sirvientes "¡Viva la señora Marquesa!" cuando recibían el regalo de 100 pesetas por la comunión del nieto. Ante semejante agasajo, la señora marquesa, saludaba con el movimiento leve de una mano.

Todo ello permitía, fácilmente, realizar algunos paralelismos (entre las escenas de fuera y dentro del cine), mientras la Reina recibía sin cesar regalos de sus súbditos, nueces de Fustiñana, hogazas de pan de Ablitas, verduras de Tudela y, también, gafas del programa Caiga Quien Caiga. Ni a Camus, el director, ni a Delibes, el autor de la novela, les dolieron prendas en hacer críticas en Los Santos Inocentes al peso de las clases pudientes con jotas extremeñas en las que se cantaba “te pareces a la reina cuando sale de palacio” o cómo la Marquesa preguntaba por sus puercos y los hijos de los sirvientes y añadía “no me iré del cortijo sin verlos… y a los niños”. Igualmente son inmortales las frases “está en juego la dignidad nacional” cuando los sirvientes a duras penas escriben sus nombres para demostrar que en España ni siquiera los más pobres son ya analfabetos o “todos tenemos que aceptar una jerarquía, unos abajo y otros arriba”. Frases imperecederas para recibir a la Monarquía española en Tudela, único lugar donde se podría hacer, como ya sucedió cuando Letizia vino (es la cuarta vez que lo hace) para homenajear a dos comunistas de pura cepa como Luis García Berlanga y Carlos Bardem.

Entrega de una hogaza de pan de Ablitas a la reina Letizia. Javier Bergasa

Con más de 20 minutos de retraso ha llegado la Reina Letizia directamente del aeródromo de Ablitas (donde hizo una escala técnica para ir al baño de las instalaciones, algo que retrasó su llegada). Mientras, muerta de frío, la presidenta Chivite reía y hacía juegos de manos a la sombra de un cine con el alcalde Toquero (“estamos hablando de Sementales para que veáis”, alertaba el primer edil ante su complicidad en la espera) y con ellos la delegada del Gobierno, de quien Toquero dijo “no sé para qué sirve su puesto”, pero la espera hace extraños amigos.

Hacia las 11.50 (los alumnos llevaban esperando desde las 10 de la mañana) ha aparecido Letizia y enseguida se han comenzado a oír los “¡Viva la Reina!”, “guapa” o incluso algún excesivo “¡viva España!” que le suelen acompañar, cosa que no sucede con ningún cargo público elegido en España. Lo primero que ha hecho al poner un pie en Tudela ha sido saludar a las autoridades y entre ellos, de forma especialmente cariñosa, al director de la Muestra, Luis Alegre. La Reina no ha escatimado en saludos, mientras las cámaras de los 20 medios acreditados y sus 45 periodistas no dejaban de buscar la mejor instantánea. Personas mayores en sus yayacletas, madres que habían cogido buenas posiciones, aficionados a la realeza, curiosos pero, eso sí, en número bastante menor que otros años. Parece ser que conforme se hace más habitual su presencia en Tudela despierta menos expectación y el número de fuerzas del orden se hacía excesivo para la cantidad de gente que había. De hecho, sumando periodistas, autoridades, fuerzas del orden y alumnos de los institutos el número era perfectamente equiparable.

Letizia acercándose al público de Tudela. Javier Bergasa

Tras su acercamiento al pueblo ha entrado en el cine Moncayo para asistir a la proyección de los Santos Inocentes y escuchar de boca de los alumnos cómo esta película demostraba “lo importante que es mantener la dignidad frente a los poderosos”, que “los señoritos mandaban sin compasión sobre los trabajadores”, que “los personajes viven oprimidos por los terratenientes” o que no todo ha cambiado tanto y que “el pez grande se come al chico”.

Tras más de dos horas de ver el sufrimiento de aquellos sirvientes extremeños dentro de un cortijo, donde la bota de los señores marqueses decidían quién vivía y cómo lo hacía, la reina ha abandonado Tudela, todo dentro de la más absoluta normalidad, incluida una carta en la que un partido reconocía su republicanismo pero le pedía que, ya que reina, intente hacer algo por un pueblo oprimido, los palestinos, por las botas de los poderosos.