El gimnasio del colegio público San Juan de Lumbier se ha transformado en una sala de proyección de luz ultravioleta como resultado del proyecto artístico Somos Luz compartido entre la diseñadora Edurne Ibáñez y la profesora de Infantil Andrea Monreal. La transformación ha consistido en convertir la sala de psicomotricidad en un espacio lleno de materiales para que niños y niñas puedan crear desde la curiosidad y la experimentación sin una actividad dirigida.
“Hemos enmoquetado la sala de negro hasta una cortina fluorescente de hilos que da paso a un gran lienzo en pared y suelo donde pueden pintar sin límite. También tienen un foco y material para proyectar sombras en las que inventar cuentos, o lo que surja. Unos proyectores del universo que pueden trasladar para probar en distintas superficies; un baúl al lado de un espejo lleno de telas y complementos, una pelota de luz y una mesa llena de varitas de luz, tubos conectores, fibra óptica y diferentes conectores para crear desde pelotas hasta diademas o pulseras”, detalla la diseñadora.
El espacio
La sala está provista con seis focos con filtro U.V que alumbran un techado de cintas fluorescentes al entrar, con una banda sonora de temas instrumentales que crean un clima de paz y un difusor de esencias que hace del lugar un sitio agradable. “Para mí esto es un paso más en la educación y una manera de romper con el formato clásico de la enseñanza”, manifiesta la artista y diseñadora, madre de un niño y de una niña en el colegio.
Para la profesora Andrea Monreal, “se trata de favorecer el aprendizaje a través de los sentidos, multisensorial, con base en la exploración directa y los materiales, vinculado a la emoción, porque sin emoción no hay aprendizaje”, asegura. La idea se montó dirigida, en principio, al alumnado de Infantil y se ha extendido al resto y al profesorado.
“Los beneficios son múltiples ya que se crea un espacio mágico que despierta todos los sentidos y estimula la mente para conectar con ellos mismos, teniendo al alcance materiales para investigar, desde la creatividad no dirigida”, explica la diseñadora.
Desde el punto de vista pedagógico, apunta la profesora, “este tipo de aprendizaje favorece la expresión oral y corporal, con el trabajo en los distintos rincones, y nuestra función como adultos es la de observar”. Añade que la acogida del alumnado “es muy buena porque están predispuestos al despertar de la curiosidad”.
Esta es la tercera propuesta que el centro mantiene con ella dentro de su línea abierta a este tipo de iniciativas. “El arte experimental debería estar implantado en los centros para aprender de los procesos sin importar tanto el resultado final”, opina Edurne Ibáñez.