Se cumple ahora un siglo de la publicación de El barrio maldito, la novela más conocida del escritor navarro Félix Urabayen (Ulzurrun, 1883-Madrid, 1943). He de subrayar lo de ahora porque está extendido el error de afirmar que se publicó en 1923. Víctor Moreno Bayona firmaba el 14 de julio de 2023 en este periódico un artículo titulado Cien años de ‘El barrio maldito’ de Félix Urabayen donde se lamentaba de que la efeméride hubiera pasado sin pena ni gloria y sostenía que Urabayen seguía sometido al mismo olvido al que le condenó el franquismo por su alineamiento liberal y republicano. Lo cierto es que Urabayen, por fortuna, va siendo progresivamente rescatado del olvido, sobre todo a partir del centenario de su nacimiento. Aparte del monumento, obra del escultor José Ulibarrena, que se instaló en 1989 en su pueblo natal, o del Instituto de Secundaria que lleva su nombre en Pamplona y que está celebrando su 25 aniversario, las obras de Urabayen han conocido diversas reediciones en las últimas décadas. En particular, El barrio maldito cuenta con la de Auñamendi en 1982, la de Pamiela en 1988, con ilustraciones de Pedro Osés y prólogo de Manuel Bear, la de Ediciones y Libros en 2002, con introducción de su sobrino Miguel Urabayen, la de Txalaparta de 2015, en cuya contracubierta se incluye la errónea fecha de 1923, más otra digital de Plaza Editorial de 2017. Es más, el centenario ha sido celebrado con la publicación, por Pamiela, de su traducción al euskera realizada por Aingeru Epaltza bajo el título de Auzo madarikatua, que fue presentada en la reciente edición de la Feria del Libro de Navarra, y también con una conferencia en el Nuevo Casino Principal.
Es obligado recordar que El barrio maldito es la primera novela que contiene, a lo largo de tres de sus doce capítulos, una pormenorizada descripción de las fiestas de San Fermín tal como eran a principios del siglo XX. Todavía hay quienes creen que la primera, o incluso la única, fue Fiesta de Ernest Hemingway, que no se publicó hasta el otoño de 1926.
El protagonista de El barrio maldito, Pedro Mari Echenique, vive sus primeros años en el valle de Baztan. El barrio en cuestión es Bozate, en Arizkun, el de los agotes cuya marginación critica Urabayen. Luego se instala en Pamplona, donde reside mucho tiempo regentando una posada. “¡Menudas fiestas las de San Fermín!, como decía entusiasmado Pedro Mari ponderando la grandeza de tan memorable fecha”, escribe Urabayen. “Las tradicionales cadenas que amarraban la mocería al taller y a la oficina, al mostrador y a los bancos de las aulas, rompíanse el 6 de Julio a las cuatro de la tarde con las célebres vísperas. La locura agitaba su tirso; Baco eructaba democráticamente; sonreía Apolo, y hasta el padre Júpiter se dignaba dejar a un lado sus rayos para marcarse una pirueta...”. Y añade: “Pedro Mari, hombre metódico, nunca se acostaba tarde; en cambio jamás perdió un solo encierro. De todas las fiestas, solamente ésta le atraía. Y es que el encierro representa el salto atrás, la vuelta eterna a los tiempos, en que se alanceaban las fieras a la entrada misma de las cavernas”. Probablemente era también el espectáculo preferido de Urabayen, ya que le dedica muchas páginas.
La novela tuvo buena acogida y recibió elogiosas críticas. Rafael Cansinos-Assens (La Libertad, 9-8-1925) calificaba a Urabayen de “novelista de verdadero brío” y escribía: “El autor halla medio, contándonos la infancia y juventud de su héroe y el modo cómo se enriqueció traficando, regentando una venta y practicando el contrabando, de describirnos las rudas y bravas costumbres de esa austera gente navarra, que anualmente encuentran el desfogue, la orgía purificadora y la fiesta de arte dinámico y fuerte que necesitan en la llamada Semana de San Fermín, que viene a ser así como un católico Dionysos. Insuperables de vigor descriptivo y de simpático humor son las páginas que Urabayen dedica a la orgiástica semana”. El diario de Soria El Porvenir Castellano (10-8-1925) afirmaba: “Félix Urabayen se muestra en esta obra un grande, armonioso escritor y un formidable estilista. Su estilo, sencillo, claro, de un gran dinamismo sugestivo: sus descripciones son admirables y tan perfectas que podrían figurar en modernas antologías de escritores castellanos. ¡Qué fuerza evocadora y descriptiva más potente, más sugestiva es la que campea en esa serie de maravillosos cuadros de las fiestas trepidantes de San Fermín en Pamplona!”. Augusto de Moncada (La Revista Blanca, 1-9-1925) escribe: “El barrio maldito es infinitamente más agradable, más ágil, más interesante, con idéntica falta de argumento, que Las figuras de cera, de visión vasca también. El estilo de Urabayen no es tan original, ni su personalidad tan rudamente acentuada, ni en su literatura hay el desaliño genial de la de Baroja. Pero su obra es más cálida, más jugosa, más apetitosa para nuestros espíritus de latinos enamorados del sol y no de la sombra. La Vasconia de Urabayen, con idéntica característica de primitivismo y de grandeza reaccionaria y rústica, es más amable y menos reconcentrada que la de Baroja”. José A. Luengo (El Pueblo, 8-11-1925) dice lo siguiente: “Entre las diversas peripecias de su sencilla acción, Urabayen enhebra numerosos cuadros de costumbres, maravillosamente logrados, con una perfección pocas veces igualada y nunca superada. Son éstos, entre otros menos importantes, los que se refieren a Pamplona y, sobre todo, a sus fiestas: a la famosa y clásica semana de los Sanfermines”.
El éxito de El barrio maldito hace que se publique también como folletín en el Heraldo de Madrid, en 42 entregas entre el 16 de febrero y el 5 de abril de 1928, con el subtítulo de novela de ambiente pamplonés. Pero no solo triunfa en España. Se traduce al francés por Berthe Bridré y se publica en 1932 como Le quartier maudit por Éditions Rieder (hay reedición de 2011 de la editorial labortana Iru Errege). L’Ami du peuple du soir (16-11-1932) la reseñaba así: “Una historia sincera, a menudo irónica, con el fondo de primitivos usos conservados y curiosas costumbres milenarias. Le sigue la epopeya de los sanfermines, boceto humorístico de la vida de Pamplona durante la dionisíaca y agitada semana de San Fermín”. Lucienne Crespin (La Dépêche Algérienne, 13-1-1933) lo describe como “encantador, ingenioso y tierno, poético y realista estudio campesino, de singular y fresco colorido, se recomienda sobre todo por la aguda observación del autor”. El ingeniero, hispanista y escritor norteamericano Courtenay De Kalb publica un artículo titulado Toledo Interpreted by a Basque Novelist (The New York Times Book Review, 23-5-1926) en el que afirma que “Pío Baroja nunca ha superado a Urabayen en la representación de su raza nativa” y expresa lo siguiente: “Quien desee conocer a los navarros acudirá a El barrio maldito como la mejor fuente. […] La historia parece seguir una órbita definida en las primeras páginas del libro pero, con esa singular costumbre tan común en España, el relato se detiene: se suceden escenas, interesantes en sí mismas, pero ajenas a la narrativa. Incidente tras incidente construye una composición de la vida en Pamplona y de las extrañas fiestas de origen medieval durante la semana de San Fermín. […] No es lo que entendemos por novela, pero define a Urabayen como un escritor poderoso, dotado de una fuerte capacidad de dibujar personajes vivos y conmovedores”. Urabayen es citado con alguna frecuencia en revistas literarias de los Estados Unidos y objeto de dos tesinas universitarias, rescatadas por el traductor y escritor toledano Hilario Barrero: The life of Toledo in the works of Felix Urabayen, Emily R. Huntsman, Universidad del Sur de California, 1933, y The Work of Félix Urabayen: Its Content, Scope and Significance, Zoe Singer. Universidad de Chicago, 1935. En esta segunda se afirma que “en algunas páginas de El barrio maldito, tan coloristas como una corrida de toros, Urabayen ha puesto la fiesta de San Fermín en los anales de la literatura española”.
Nadie es profeta en su tierra. El barrio maldito no recibió tantos parabienes en la prensa navarra de la época, en parte por razones políticas. Urabayen era tachado de irreligioso y anticlerical (aunque, según su esposa, era un creyente crítico) y, además, residía en Toledo, donde ejercía de maestro, estaba más vinculado a los cenáculos literarios de Madrid. Periódicos como Diario de Navarra o La Tradición Navarra lo ignoran. Eladio Esparza (La Voz de Navarra, 25-7-1925) loa al autor (“una prosa bruñida y selecta”, “es un narrador exquisito, un filósofo escéptico; feliz en la metáfora, amargo en el adjetivo y lacerante en la expresión”) pero incluye algunos reproches: “Lo que no veo con claridad es el propósito finalista del autor de El barrio maldito”; “Posible es que a los baztaneses y a los de la cuenca no les agraden muchos de los calificativos que aparecen en esas descripciones, y que tienen como un siniestro brillo metálico y un jadeo plenamente abdominal”. El Pueblo Navarro (13-8-1925) es más elogioso: “Cuadros admirables de la vida en los pueblos cercanos al Bidasoa, observados casi al mismo tiempo que por el poeta por el caricaturista, llenan con su encanto muchos capítulos del libro, escrito con la prosa pulida y polícroma característica de nuestro novelista, cada día más dueño de su palabra y mejor cincelador de poemas en prosa. También Pamplona y sus perfiles espirituales, vistos sin demasiada lenidad por Urabayen, han inspirado a éste narraciones llenas de colorido y de vigor, como la de las fiestas de San Fermín”. Este diario liberal entra en agria polémica con el tradicionalista El Pensamiento Navarro que, sin dignarse a citar título ni autor, escribe (20-8-1925): “A nuestras manos ha llegado un libro editado por Calpe, y que se refiere a asuntos de Navarra. Y, si alguna duda pudiera caber, éste libro demuestra definitivamente que en efecto Calpe no es sino un basurero”. El Pueblo Navarro, aludido como habitual defensor de Editorial Calpe, le exige que concrete a qué libro se refiere; responde El Pensamiento Navarro (22-8-1925), sin dar el título, pero copiando algunos párrafos (El Pueblo Navarro justificará en su dúplica el “tono de ironía cruda y punzante” utilizado para censurar ciertas costumbres) que contienen referencias al “hostal de la Rita” y los placenteros servicios que allí ofrecían unas “auténticas vestales”, la contraposición entre alegría báquica y tenebroso cristianismo, o un refrán popular que rezaba “chacolí de Ezcaba, que entra por la boca y sale por la punta del haba”, aunque esta última palabra estaba pudorosamente encriptada por Urabayen. Concluye El Pensamiento Navarro: “¿No se llama con propiedad basurero donde pueden verterse tales porquerías?”.