La realidad siempre supera a la ficción. No hay guión de película o serie que se pueda documentar mejor que el caso de la doble violación con sumisión química de dos jóvenes navarras. Dos chicas denuncian una presunta agresión tras una noche en un bar donde conocen a dos chicos con los que toman una copa y terminan desnudas al día siguiente en el apartamento de uno de ellos en Erripagaña con la sensación de haber sido drogadas y violadas sin su CONSENTIMIENTO.
7 de diciembre de 2016, seis meses después del caso de La Manada. Una de las chicas estudiaba en otra ciudad y acudió al centro de salud con dolores vaginales donde se activó el protocolo de agresiones. La otra tenía moratones en el cuello. Los presuntos agresores fueron detenidos pero quedaron impunes. Tras nueve años de pelea judicial Europa da la razón al abogado José Luis Beaumont y obliga al Estado a indemnizar a las víctimas. Viene a reconocer que hubo irregularidades procesales y destrucción de pruebas porque se borraron archivos policiales, de móviles, los vídeos del bar...
Todo un montaje para ocultar pruebas que no hubiera sido posible si uno de los detenidos no hubiera sido el cuñado de un agente de la Policía Nacional. Y a partir de ahí toda una cadena de custodia pervertida no solo en el ámbito policial sino especialmente en el judicial. Los dos delincuentes quedaron en libertad y la fiscalía no movió un dedo. Hoy, no habrá nuevo juicio porque no hay pruebas a las que agarrarse. Desconozco si fue por desidia o los tentáculos del ‘cuñadísimo’ llegaron a más. En todo caso vergüenza, muchísima vergüenza.