Corella rendirá este domingo homenaje a siete de sus vecinos asesinados por quienes se levantaron contra el gobierno de la República en el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Juan Arellano Fernández, Justo Garijo Escribano, Faustino Garijo Mateo, Emiliano Martínez Calzada, Blas Martínez Jiménez, Pedro Ruiz Catalán y José Sesma Guillorme son solo siete nombres de víctimas de los alrededor de 85 asesinatos (con 5.800 habitantes) que se produjeron en los primeros momentos de aquel triste verano y que convirtieron a la localidad ribera en una de las poblaciones navarra donde se produjeron más atrocidades. En concreto Corella es la quinta localidad navarra con mayor número de personas asesinadas (85), tras Pamplona (303), Mendavia (99), Peralta (89) y Lodosa (133). El acto comenzará a las 12.00 en la calle Ramón y Cajal, 22.
La Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra en 1936 (AFFNA36) traerá hasta Corella el proyecto Tropezón para instalar siete placas en el suelo de otras tantas viviendas donde residían estos corellanos en el momento en que fueron separados de sus familias y sus vidas segadas. Se cumplen este año los 10 años desde que comenzó este proyecto que sigue los pasos de los reconocimientos en países como Alemania, Austria, Holanda, Francia o Italia donde se produjeron víctimas del nazismo. En Castejón se colocaron el pasado mes de abril dos tropezones en recuerdo de Salustiano Plaza, dirigente de UGT, y Valentín Plaza, su hijo y alcalde de la villa ferroviaria en 1936.
El proyecto
AFFNA36 calcula que las aceras de Pamplona y los pueblos navarros “podrían estar cuajadas de 3.452 placas de latón como las que en estos países se ven, señalando las viviendas en las que residieron las victimas de nuestro holocausto particular”. Los tropezones señalan el número donde vivieron, su trabajo, seguido del año de su nacimiento y el de su desaparición y asesinato.
En Europa este proyecto conmemorativo recibe el nombre de Stolpersteine -en singular Stolperstein– (palabra alemana que designa una piedra en el camino que puede hacer tropezar al caminante), de ahí que se denomine indistintamente como adoquín tropezón o adoquín brillante, en alusión al material con el que está realizado. El objetivo con estos pasos a lo largo de la geografía navarra es que “se convierta en el monumento recordatorio más descentralizado de Navarra”.
Con la vista de los tropezones se busca que se reactive una conversación, un pensamiento y en definitiva un recuerdo de aquellas vidas que fueron arrebatadas “devolviendo a las víctimas la identidad que se les había quitado”, pasando de ser un número o solo un nombre a una vida y un pasado reales.
El objetivo con estos pasos a lo largo de la geografía navarra es que “se convierta en el monumento recordatorio más descentralizado de Navarra”.
La iniciativa de colocar los «Stolpersteine» es popular y son financiados por donativos, colectas y apadrinamientos de ciudadanos individuales, familias, clases de colegios, vecinos del portal y la calle, comerciantes, asociaciones memorialistas, culturales, vecinales, peñas, categorías profesionales… “AFFNA-36, se compromete a su difusión, apoyo técnico y coordinación de las propuestas de colocación de adoquines en otras calles de Pamplona y en los pueblos!”, señala este colectivo en su página web.
Los homenajeados
Los homenajeados con la colocación de las placas donde vivían serán Juan Arellano Fernández, de 33 años, casado con Mª Luz Díaz, tenían 3 hijos, era guarda, lo asesinaron en Arguedas el 26 de Julio de 1936; Justo Garijo Escribano, de 15 años, lo asesinaron en Milagro, el 15 de agosto de 1936, hijo de Faustino Garijo Mateo, de 58 años, que tenía 5 hijos, de los que asesinaron a dos de ellos (Justo y Jesús). Faustino murió en la Cárcel de San Sebastián el 28 de abril de 1939. La familia Garijo fue especialmente perseguida, acosada, maltratada y vejada en Corella. También Emiliano Martínez Calzada, de 33 años, casado, peluquero, lo asesinaron en Arguedas, el 26 de Julio de 1936. Era uno de los líderes de la izquierda de Corella y en su peluquería daba clases y se realizaban reuniones, era secretario de la Agrupación Socialista de Corella; Blas Martínez Jiménez, de 19 años, pastor, lo asesinaron en Corella; Pedro Ruiz Catalán, de 43 años, sereno municipal lo asesinaron en el camino de Alfaro, en diciembre de 1936 y José Sesma Guillorme, de 46 años, lo asesinaron en el Carrascal, el 2 de agosto de 1936.
Muchos de ellos fueron detenidos el día del golpe de Estado en Corella, en la mañana del 19 de julio, cuando falangistas y requetés tomaron a sangre y fuego el Ayuntamiento y la casa del alcalde, Antonio Moreno López-Montenegro, haciendo un agujero en la fachada y a través de los tejados. La utopía que simbolizó la llegada de la República el 14 de abril, con más de 1.500 personas en las escaleras del Ayuntamiento de Corella reclamando al secretario que colocara la bandera tricolor, tan solo 5 años después se tornó en violencia, asesinatos, violaciones, rapados de pelo en la terraza del Ayuntamiento y en las puertas de las casas e incluso se quemó vivo al que había sido concejal y juez de paz Ricardo Campos, difundiendo en Diario de Navarra que se trataba de un suicidio. El horror de aquellos días es inimaginable, incluso hubo voluntarios forzosos en el ejército de Franco que fueron asesinados al volver a sus casas para ver a sus familias.
“El estado de efervescencia al que han llegado las pasiones en nuestro pueblo ha rebasado, con mucho, los cauces de lo legal y aún de lo humano”.
La crónica del corresponsal de Corella en Diario de Navarra de aquellos días no dudaba en señalar que “ha habido suicidios y fusilamientos de algunos paisanos nuestros, lo cual es de lamentar” y para mayor escarnio añadía “es lícito matar en propia defensa y más lícito cuando se hace en defensa de la Patria amenazada y casi ya desangrada por el maldito socialismo de Moscú”. El que era alcalde accidental de Corella el 10 de agosto de 1936, José Virto, decía a sus convecinos en un bando que “el estado de efervescencia al que han llegado las pasiones en nuestro pueblo ha rebasado, con mucho, los cauces de lo legal y aún de lo humano”. Sin embargo las matanzas no cesaron, aunque no se volvió a repetir la saca de 27 personas asesinadas en Milagro entre las que se encontraba el joven de 15 años Justo Garijo. El que era alcalde en esos primeros días en Corella,
José Antonio Abadía de Barbará, fue al mismo tiempo, según muchas fuentes, el cabecilla de muchas de las matanzas llevadas a cabo en la ciudad del Alhama por lo que algunos denominaban la Brigada Negra.