Urdazubi acogió este sábado la séptima edición de del Día de la Cueva de Ikaburu, una jornada festiva que ya se ha convertido en todo un referente para los visitantes de la comarca y, sobre todo, turistas que están de paso.

Tal y como explicó Goyo Hualde, responsable de la cueva de Ikaburu, "las primeras noticias de esta cueva datan de 1808 cuando se utilizó como refugio por personas que huían de las batallas de la guerra de independencia. A partir de 1965, comenzó a ser mencionada como atracción turística, y en la actualidad es propiedad del Ayuntamiento de Urdazubi, que ha hecho de ellas un lugar atractivo e interesante para el turismo y para los amantes de la naturaleza". Ayer, los visitantes quedaron impresionados de la belleza que guarda en su interior la cueva.

Por segundo año consecutivo, la pandemia estuvo presente y condicionó, en parte, la jornada, aunque discurrió con total normalidad. Eso sí, los responsables de la cueva extremaron las precauciones, sobre todo, a la hora de acceder a la gruta, dispensando gel hidroalcohólico, comprobando que todo el mundo llevara la máscara, y limitando el número de personas por grupo en las visitas. Por lo demás, se puede decir que fue un día de sol y sombra. El sol no quiso perderse la jornada y estuvo presente en la superficie, mientras la sombra fue la encargada de repartir frescura bajo tierra.

PROGRAMA Por la mañana, hubo una demostración de técnicas de vida prehistórica mediante diferentes talleres, a cargo de Iñaki Líbano, un arqueólogo experimental, presidente de Edestiaurre Arkeologia Elkartea. Libano, todo un referente en todo lo relacionado con la prehistoria, dejó boquiabiertos a los visitantes, gracias a su destreza, por ejemplo, a la hora de crear las armas que utilizaban en la prehstori partiendo de piedras de silex, también trabajó con huesos de vaca (al no haber bisontes), y armado de dos piedras enseñó cómo lograban prender el fuego tan importante en aquellas época.

Durante todo el día, a la entrada de la cueva hubo un mercado de artesanía, con varios puestos de artesanos venidos de diferentes puntos de Euskal Herria, que además de vender sus prductos, pudieron explicar a los interesados visitantes su forma de trabajar cada producto.

También por la mañana, los txalapartaris de Zugarramurdi hicieron una demostración de txalaparta, un instruento ancestral que se utiliza desde muchísimo tiempo atrás, y que también llamó la atención de muchos turistas. Por la tarde impartieron un taller de txalaparta en la que los curiosos visitantes aprendieron las primeras nociones del ttakun, además de probar su habilidad con las makilas.

En un lugar tan mágico no podía faltar un espectáculo de magia, y Trikuharry se encargó de repartir ilusión y hacer soñar a los congregados en la campa de la cueva.