La caza de palomas con redes es muy probablemente uno de los métodos más antiguos imaginados por el hombre, un sistema cuyo origen se remonta al siglo XVI y que en la sociedad rural, en el País del Bidasoa y en Etxalar, en concreto, tuvo y tiene notable influencia. A pesar de los siglos transcurridos desde que se inició esta forma de caza, sus características siguen siendo las mismas y es en esa sencilla originalidad donde radica el interés que suscita.

La leyenda, rural en este caso, atribuye a un pastorcillo de Roncesvalles el origen de esta técnica de caza. Parece que mientras cuidaba sus ovejas, al paso de los bandos de palomas se entretenía lanzándoles piedras blancas y redondas que las aves creían rapaces y huían buscando la protección de los árboles. Un monje que observó el hecho pensó que instalando una red quizás se podrían capturar algunas, y así se entiende que empezó todo.

Una vez más acudiendo a Julio Caro Baroja, el hombre sabio de Itzea coincidía en que las palomas (usoak, en euskera) pasan "en extraordinario número" y se les espera "en los puertos más bajos, el más famoso de todos es el de Echalar". Cierto es, pero ahora se sorprendería don Julio del elevado número de jabalíes y corzos, puede incluso que más que palomas, que se capturan en el País del Bidasoa que imaginó y con el que soñaba su tío.

LA CAZA CON REDES En materia de caza, los vientos juegan un importante papel. Un viejo proverbio dice: "En el otoño, toma tu escopeta (...), si sopla del este, dirígete hacia las palomeras de Sara; si sopla del norte, sube un poco más, al collado de Etxalar". Aquí, en una de las cinco villas del Bidasoa, Bortziriak, se mantienen las redes desde hace al menos cinco siglos y, como se espera, las palomas siguen cayendo, por cierto en una mínima cantidad con respecto a las decenas de miles que atraviesan los Pirineos lo que no supone riesgo para la conservación de la especie.

En esencia, el complejo de redes lo componen las torres, en general de madera y algunas veces de piedra, cabañas en el suelo y chozas sobre los árboles. Las redes y sus tres soportes (fondo y dos laterales), un material portátil que son las paletas que se lanzan al aire, la corneta o turuta, un girón de la tela blanca atado al extremo de un palo, y los accesorios, como las jaulas para las palomas que se conservan vivas y unos cestos.

Las redes son la pieza maestra, se sostienen por perchas o mástiles de 10 a 15 metros de altos, como en Sara y en Etxalar, incluso hasta 22 metros, como en Aldudes. La malla, de nudo a nudo, es de 4 centímetros, y la sujetan dos lingotes de plomo de 5 kilos atadas a un cable para mantener horizontal la parte superior. Cuando el bando choca contra la red, se libera el cable y las redes, por el peso de los plomos, caen a tierra. Y lo siguiente es recoger las palomas. Antes, se desarrolla un proceso, el de obligar a las palomas desde que se les ve desde lejos para llevarlas hacia las redes, un tratado cinegético y una mecánica que es todo un espectáculo. Los ojeadores (abatak) ocupan los puestos más avanzados, advierten que llega un bando y tocan una corneta con signos distintos según la distancia, número de aves, dirección y altura, conjunto de indicaciones conocido sólo por los expertos que inician las acciones e indescifrable para los profanos.

En los últimos años, Etxalar organiza visitas guiadas de las que se encarga Laura Elizagoien que enseñan los entresijos del sistema. "Este año, con la pandemia adoptaremos precauciones, limitaremos las personas por grupo, distancias y mascarillas obligatorias, por supuesto", indica la joven guía etxalartarra.

PATRIMONIO Para Etxalar, la caza con redes forma parte de su patrimonio cultural que se protege con mimo y al detalle. Todos los años se suscribe un tratado de colaboración con la vecina villa de Sara, en Laburdi, en cuyo territorio se instala parte del complejo de redes, que es además la ratificación de un amistoso tratado de buena vecindad.

Etxalarko Usategiak, sociedad de los Palomeros de Etxalar utilizan para la caza de la paloma los parajes de Ibantelli y Navarlaz, y sitúan a ojeadores y lanzadores de paletas en Larrekua, Idoikua, Belata, Gibeltrapa, Haritza, Gaztainlepo, Ezpondagaina, Trapagibela y Trapa, todos en Sara.

En las redes trabajan una docena de palomeros, entre ellos Gerardo Damboriena, de la casa Landaburukoborda, que lo hace desde 1965, cuando tenía 15 años. "No hay antecedentes familiares, pero dijeron que necesitaban gente, me animé y hasta ahora", indica. En los 55 años transcurridos, Damboriena afirma que "todo ha cambiado mucho, ahora las palomas pasan en cantidad pero en unos pocos días, antes se repartían durante toda la temporada".

Para ellos, las capturas no son ningún negocio, si continúan es "por afición y por conservar la tradición", que de acabar sería una gran pérdida para Etxalar, como si le arrebataran algo que es parte de su identidad, algo que siempre ha sido suyo y distingue al pueblo. "El año pasado justo llegamos a 5.000 palomas en los diez pueblos que cazamos con redes", explica Damboriena.

Y para quienes en esta época visiten Etxalar y coincidan con un día de pasa, les supondrá disfrutar de un espectáculo inolvidable. Y en cualquier caso de visitar uno de los pueblos más bonitos del Bidasoa, siempre cuidado y limpio como la patena.