A Ituren y Zubieta solo les separan tres kilómetros. Un agradable paseo. A no ser que se vaya de un pueblo a otro haciendo sonar dos enormes cencerros de bronce, de entre seis y siete kilos cada uno, colgados de la cintura.

Ayer, como cada último lunes de enero, los joaldunak de Zubieta visitaron a sus hermanos de Ituren y los cencerros generaron un estruendo tremendo para ahuyentar a los malos espíritus de la zona. 

A mediodía, 88 personas –28 de Ituren, 16 del barrio de Auritz, 32 de Zubieta y 12 txikis– se transformaron en joaldunak con la ayuda de los maestros aparejadores.

Los atuendos del disfraz son los siguientes: una camisa blanca, un gran chaleco de pieles de oveja, un pantalón azul, una enagua de puntillas, unas albarcas, un pañuelo rojo anudado al cuello, un ttunturroun gorro con forma de cono que se adorna con cintas de colores y se corona con plumas de gallina–, el hisopo en la mano derecha un haz de crines de caballo unido a un palo de madera– y una faja atada a la cintura donde se colocan cuidadosamente los joare haundiak, dos grandes cencerros de cobre con una capacidad de entre 10 y 12 litros cada uno.

Por si fuera poco, aún faltan los joare ttikiak, otros dos cencerros, mucho más pequeños que los joare haundiak, que se sitúan a la altura de los omoplatos. 

Después de almorzar, los 28 joaldunak de Ituren salieron de la Herriko Etxea y se toparon con centenares de personas que deseaban que comenzara ya este particular estruendo. Los cencerros resonaron con fuerza mientras los joaldunak pusieron rumbo al puente de Zubiburu.

Allí se juntaron con sus hermanos de Zubieta y los joaldunak del barrio ittundarra de Aurtitz, que ayer ejercieron de anfitriones y prepararon caldo de gallina para que los zubietarras, después de tres kilómetros con los cencerros a cuestas, repusieran fuerzas.

Los 88 joaldunak, ya todos juntos, regresaron a Ituren y recorrieron las calles del pueblo acompañados por Hartza – una persona cubierto de arriba a abajo por lana de oveja con dos grandes cuernos de carnero en la cabeza– y decenas de mozorroak, que, con las caras tapadas con telas o caretas, asustaron a las personas que se congregaban en la plaza de Ituren.

Lázaro se despide

“Me ha costado un montón dormir. Ayer a la noche estuve pensando qué hacer. Puedo seguir, aunque hay que saber retirarse a tiempo, cuando estás bien. Mi familia no se lo quería creer, pero soy un hombre de palabra. Siempre lo he sido. Y lo seguiré siendo”, comentó emocionado Lázaro Erreguerena, Laxaro, que ayer encabezó la comitiva de joaldunak y tocó su cuerno de buey por última vez. 

Lázaro, 70 años, participa desde los 15 en el carnaval de Ituren y ayer, 55 años después, se despidió de su pueblo. “Ha sido tremendo, tremendo, tremendo. Me he emocionado muchísimo. En la plaza todo el mundo gritaba mi nombre. ‘Laxaro, Laxaro, Laxaro’. Me dicen que soy más famoso que Messi, pero el éxito no se me sube a la cabeza. No soy así y nunca lo seré ”, señaló. 

Lázaro no tocará más el cuerno de buey, excepto en la boda de su hijo e hija, pero tiene el relevo asegurado: “Buah, hay mucha gente joven apretando. Por eso lo quiero dejar también. Sé que las siguientes generaciones lo van a hacer muy bien. Y al que ande más flojillo, le ayudaré”, augura.

Además, Lázaro les enseñará las claves para tocar el cuerno, y desfilar con los cencerros colgando, más allá de los 70 años. “El alcohol no te da fuerza. Hay que beber caldo, zumos y agua. También hay que cuidarse con la alimentación. Y dormir bien”, ahonda.

Lázaro, y su cuerno, han estado por toda Navarra, La Rioja, Santander, Asturias, Valencia, Tarragona, Barcelona, Madrid, Galicia, Tenerife... incluso en París y en Washington. “Me hizo una ilusión tremenda”, recuerda Lázaro, que se queda con una espina clavada. .. “En Sevilla, en la final de la Copa del Rey, ya me hubiera gustado tocar”, indica.