“Cuando Edurne era chiquitina, me acompañaba en la pescadería. Le ponía una cajita con hielo, anchoas, sardinas, perlitas, pescadilla... Se pasaba la tarde con el desescamador y los guantes, que le sobraban por todas partes. Era feliz y decía que quería trabajar con la mamá”, recuerda Raquel Sampedro, madre de Edurne Vaquero.

“Y aquí seguimos”, le contesta Edurne. Ambas levantaron el 16 de diciembre la persiana de Aitona, la nueva pescadería de Sarriguren situada en la avenida Reino de Navarra.

Raquel y Edurne nunca habían imaginado que terminarían trabajando y regentando un negocio juntas, pero el tándem madre e hija está rodando de maravilla. “Hacemos buen equipo, nos compenetramos. Me sorprende que aún no nos hayamos peleado”, bromea Raquel.

Edurne Vaquero y su madre Raquel Sampedro en su pescadería de Sarriguren. Unai Beroiz

“Estoy contenta. Mi madre me puede meter más o menos caña, pero me enseña con paciencia y siempre me corrige desde el respeto. He tenido otros trabajos y no me he sentido del todo cómoda. Aquí no tengo esa presión, el ambiente es más ameno, estoy como en casa”, asegura Edurne. 

Edurne, 19 años, solo lleva dos semanas trabajando y ya corta y limpia el pescado como una pescadera profesional. “Se me da bastante bien porque es como hacer manualidades, aunque me da miedo llevarme más carne de la que necesita el cliente o cargarme un pez y tener que volver a empezar de cero”, confiesa. 

Edurne agradece la comprensión que los vecinos de Sarriguren están teniendo con ella. “La gente es amable y se acerca a la pescadería con paciencia. Eso me tranquiliza y les atiendo mejor. Me pondría más nerviosa si un cliente viniera y prefiriera que le atendiera mi madre porque sabe más que yo”, señala. 

A pesar de que está “encantada”, Edurne no quiere trabajar el resto de su vida en la pescadería. “Estoy estudiando acceso a grado medio a distancia. De pequeña quería ser médico o neurocirujana, pero no sé si me sacaré una carrera de ciencias. Igual me dedico a la soldadura o a la carpintería, yo qué sé, cualquier oficio que requiera habilidad con las manos”, indica. 

30 años en pescaderías

Raquel lleva casi tres décadas, desde los 18 años, en el mundo de las pescaderías. “No quería estudiar y empecé a trabajar en Super Mabo. He rotado por muchas pescaderías particulares y de supermercados y he pasado por todos los puestos. Cuando pasas por muchos sitios, la experiencia crece. Si estás en la misma pescadería, haces sota, caballo y rey y te estancas. Como no he parado quieta y he estado con grandes profesionales, he aprendido de ellos”, comenta. 

Sin embargo, tras 30 años de un sitio para otro, Raquel quería estabilidad. “Los contratos cada vez son más precarios y cada vez hay más abusos en los horarios. Vi la oportunidad de poner una pescadería en Sarriguren y no lo dudé porque es un pueblo con bastante población y poca oferta. Así que dije, ‘adelante con todo’. Además, quería que Edurne se labrase su futuro profesional y ganase su propio sueldo”, apunta.

Producto de la Pescadería Aitona. Unai Beroiz

Madre e hija valoran positivamente el recibimiento de los vecinos de Sarriguren. “Vine sin expectativas y la respuesta me ha sorprendido gratamente. Creo que ha venido tanta gente porque en Sarriguren hacía falta una pescadería”, opina Raquel. 

El producto “fresco y de calidad” también está siendo un foco de atracción. “El pescado siempre lo traemos de puertos y lonjas del Océano Atlántico. Mayormente, el género es gallego. De Cillero, Foz o A Coruña. Pero también compramos en Pasajes o Asturias”, informa Raquel.

Además, disponen de salmones de Dinamarca o Islandia y el bacalao Skrei, que procede de los mares de Noruega. “Siempre traemos género de aguas muy frías porque la carne tiene más grasa y sabor”, defiende. Para rematar, los fines de semana traen pescado salvaje para hacer al horno y marisco por encargo.

Homenaje a los abuelos

Si la pescadería la regentan una madre y su hija, ¿por qué decidieron llamarla Aitona? “Es un homenaje a los abuelos. Mi abuelo, José Sampedro, fue pescador en Terranova. Mi suegro, Santiago Vaquero –abuelo de Edurne– le encantaba pescar”, relata Raquel. 

Este homenaje a los abuelos también se refleja en la iconografía de la pescadería: “El barco pequeño es de mi abuelo, José. El pescador con la caña es mi suegro, Santiago. Y el nombre de la tienda, Aitona, es por mi padre, José Pablo Sampedro, el abuelo de Edurne”.