Los comerciantes más dulces de Villava que venden churros en una caravana ambulante
Desde hace 21 años, los feriantes Guillermo Gil y Mirentxu Alcaraz elaboran sus famosos churros y porras en una caravana que aparcan desde mediados de octubre a principios de diciembre en la calle Mayor
Los mejores churros de Villava provienen de una tradición familiar de feriantes navarros que se dedica a hacer del producto de calidad su sello personal.
El cariño y experiencia que Guillermo Gil y Mirentxu Alcaraz, propietarios de este negocio ambulante sin nombre, ponen en cada una de sus elaboraciones son los responsables de que los vecinos de Atarrabia busquen al matrimonio para hacerse con este manjar.
Guillermo y Mirentxu llevan 21 años detrás del remolque de la churrería: de octubre a mediados de diciembre en Villava, de principios de Navidad a mayo en Barañáin, y en el verano de feria en feria.
Un trote y estilo de vida al que ambos ya estaban acostumbrados desde niños.Ella de Lekeitio, él de Tudela. “Nosotros éramos pobres, teníamos lo básico o menos”, asegura Mirentxu, que junto a sus cinco hermanos tenía que ayudar en la tómbola de su padre. “Era la única forma de mantenerse entonces”, añade.
Guillermo no tuvo una alternativa diferente a la de su esposa. El dueño de esta churrería aprendió las reglas del feriante en el puesto de almendras garrapiñadas, algodón de azúcar, manzanas caramelizadas que regentaba su familia.
Antes de abrir las puertas de esta churerría, el matrimonio tuvo unas casetas y una tómbola. Sin embargo, “una mala racha” les obligó a cerrar ambos negocios.
La inspiración de Guillermo para abrir la churrería reside en las cocinas de la churrería La fama, Zaragoza, categorizada como una de las 10 mejores de Europa.
Julio Trasobares, antiguo cocinero de La fama y amigo de Guillermo, fue quien le enseñó el secreto para hacer los mejores churros y triunfar: “Preocuparse en hacer buen producto. El dinero vendrá después”.
Un consejo que el matrimonio ha seguido durante su carrera como comerciantes. “No nos hace falta ni nombre. Hemos cogido fama de que hacemos buen churro y la gente nos sigue”, sostiene Guillermo.
Y no solo churros. Aunque este sea el producto más vendido, el establecimiento también ofrece porras, chocolate casero a la taza, gofres y patatas. Además, la venta de porras es su signo distintivo ya que son los únicos de la zona que las ofrecen.
A pesar de que hacer churros “no tiene ningún secreto” y “que lo difícil es hacerlos mal”, el matrimonio asegura que detalles como la selección de la harina o cambiar cada poco tiempo el aceite, marcan la diferencia.
Guillermo y Mirentxu cumplen a raja tabla estas reglas porque el tudelano viaja hasta Zaragoza para traer los mejores ingredientes. “La clave es poner cariño en lo que haces”, sostiene Guillermo.
Un mimo que se ha ganado la lealtad de sus clientes, que han hecho sentir al matrimonio como “uno más” del pueblo. Así, aunque a esta churrería van todo tipo de perfiles, ”los mayores son los más fieles”, afirma Mirentxu.
Sin embargo, la llegada del frío baja mucho las visitas de su público. “Se nota el cambio de temperatura, hay muchísimas menos ventas”, sostiene el propietario.
No obstante, estas “pérdidas” se compensan durante el resto de la temporada en Villava y Barañáin. Además, las ferias de verano por toda España contribuyen mucho a su negocio. Sin embargo,hace ya seis años que el remolque y la caravana descansan durante la época estival lo que les ha permitido “disfrutar más de los nietos”, atestigua Guillermo.
A pesar de que “ha evolucionado mucho la calidad de vida” del feriante todavía este tipo de negocios siguen, según Alcaraz y Gil, “desestimados”. “En la churrería te tratan de una manera y en la feria de otra. Aquí eres de usted y allí de tú”, confirma la lequeitiana.
Con todo, y aunque el negocio pare en verano, a esta churrería todavía le queda mucha vida. Ella tiene 61 años y a él “le pilla la ley de los 67”, bromea. Quizá en un futuro sus dos hijos, el mayor de 37 y la pequeña de 34, releven este negocio.
Sin embargo, Guillermo no cree que sus herederos cojan las riendas porque ambos tienen un trabajo fijo. Él es ingeniero industrial, ella enfermera.
Mientras tanto, los villaveses, berenses y vecinos de la zona podrán disfrutar muchos más años de estos sabrosos productos de lunes a sábado de 17.00 a 20.30 horas y domingos y festivos de 8.30 a 11.00 horas más el horario habitual de tardes.