noáin - Adriana nació el 17 de noviembre de 2009. A los cuatro meses tuvo su primera crisis, que más tarde derivó en un diagnóstico: síndrome de Dravet, considerada una “enfermedad rara” que afecta a uno de cada 20.000-40.000 niños. Su madre dice que ella es una niña feliz, una luchadora. También lo es Valeria, de 7 años, afectada con el síndrome de Shone, una dolencia cardíaca. Ambas tienen su hueco ahora entre las paredes de la Casa de Cultura de Noáin en el marco de la exposición Con k de acuarela a cargo de Virginia Mongay, vecina de Noáin que ha querido dedicar un espacio a los retratos en acuarela de estas dos niñas. Aunque están bien acompañados de una veintena de trabajos, cuentan con su propia historia. Su batalla personal, un duelo en el que Mongay ha querido colaborar donando los beneficios de la venta de ambos cuadros a sendas asociaciones para la investigación de las enfermedades que padecen.

Y es que la suya es también una historia de superación, un proceso de adaptación propio y personal en el que la pintura, asegura, le ha servido como terapia. Ella se define como “exploradora artística” más que como artista porque desde muy pequeña tuvo gran atracción por todo tipo de cosas relacionadas con la plástica y la pintura, materia en la que su mejor maestro fue su padre, al que le encantaba pintar. En la exposición, que se puede visitar hasta el 22 de marzo en horario de 16.00 a 21.00 horas, cuenta también con un rincón propio.

De él también aprendió que la noche puede ser el mejor momento para inspirarse y confiesa que muchos de las acuarelas que componen la muestra las ha creado de madrugada. Hace cuatro años se apuntó a un taller de pintura en unas clases que fueron para ella “un descubrimiento” de su faceta artística. Porque aunque es diseñadora de interiores, estaba más acostumbrada a los planos y las líneas rectas que a dejar volar su imaginación, “a soltar la mano”, y se encuentra cómoda entre caballetes y pinceles. “Lo considero más arte terapia, porque he conocido a mucha gente y me ha servido también para conocerme a mí misma. Estaba en un momento de mi vida en el que necesitaba cierta adaptación con los niños. Por determinadas circunstancias no he tenido hijos y necesitaba reconciliarme con ellos, con la maternidad... Me ha ayudado mucho”, valora.

La mayoría de ellos pertenecen a fotografías que ha encontrado buceando en internet, y cada uno de sus trabajos brilla con luz propia porque ha conseguido captar la belleza de sus gestos, la inocencia, la picardía, “eso que tienen los niños y perdemos cuando nos hacemos mayores”. Cuenta también con un rincón en el que ha pintado determinados objetos (desde un cruasán hasta unas piedras) y combina en ellos desde la tinta china hasta el café.

A Adriana, eso sí, siempre supo que quería pintarla. Es vecina de Noáin y también quiere difundir su historia y contribuir en su lucha. Para la foto de Valeria, catalana, pidió permiso a la familia, algo que dio pie a que conociera su historia y decidiera que iba a formar parte de su trabajo. Todas sus láminas cuentan algo, y los nombres que ha elegido contienen la letra “k, que es sonora y potente, de ahí el nombre de la exposición”.

El proceso de creación, confiesa, ha sido largo, durante algo más de año y medio, y la muestra se completa con un vídeo en el que los que se acerquen podrán contemplar foto a foto los avances de la propia artista en diferentes momentos, conformando como resultado final pequeños testimonio de la niñez en su estado más puro, un trabajo innovador y peculiar que no tiene desperdicio.