orkoien - Primero le dio por el heavy. Después probó con el punk. Y la vida le llevó por fin, de pura casualidad y casi como recomendación médica, a la salsa. Un género musical al que ha dedicado los últimos 16 años y que tiene toda la pinta de que no va a abandonar jamás. Juanan Palomo, alsasuarra de 52 años afincado en Orkoien desde 2012, se ha convertido en un apasionado de esta música, un “radical de la salsa de verdad” al que lo mismo le da bailar que enseñar a bailar o pinchar. Obviamente, siempre salsa. Electricista de profesión, salsero de vocación.

“En mis orígenes musicales me crié con el heavy porque cuando tenía 12 añicos era lo que escuchaban mi hermano y su cuadrilla en el chamizo. Con 16 años borré todo lo heavy de un plumazo y me metí con el punk y el rock radical vasco; Kortatu, Cicatriz, La Polla Records, etc... Además, Alsasua fue una zona muy punky”, recuerda Palomo. Hasta ese momento, de la salsa no tenía noticias. Mucho menos de lanzarse a bailar. “Bueno, sí, bailaba por ahí cuando iba de marcha”, reconoce.

Con los años “pasó la moda del punk” y el trabajo de electricista le robó gran parte de su tiempo. “Desde que me hice autónomo con 21 años y hasta los 35, mi vida fue 100% trabajo”, dice. Al final de esa etapa “tuve muchos dolores de espalda y el médico me dijo que ya no debía jugar a futbito, que me buscara otras alternativas de deporte. Y me recomendó que nadara o bailara”. Palomo hizo caso de la primera recomendación y cayó de rebote en la segunda. “Me apunté a la piscina de Arbizu e iba todos los días a nadar. Y de repente ahí escuché un día una música que me llamó la atención. Abrí una puerta, me encontré con gente bailando y me asusté. Pero me dijeron, entra, que necesitamos chicos. ¿Y esto qué es?. Era salsa de los años 70 con una fusión afrojazz. Me gustó y me puse a bailar por eso, porque necesitaban chicos. A la cuarta semana casi lo dejo. Pensaba que la salsa no estaba hecha para mí... pero aguanté el tirón y me enganchó”.

Ese mismo verano Juanan viajó a Cuba y el veneno de la salsa terminó de atraparle. “Ahí ya vi lo que había, me sedujo Cuba y su encanto y tiré con la salsa”. Definitivamente, la salsa sí estaba hecha para él.

Para responder al porqué de esa afición, Palomo no tiene dudas. “Además de que me gusta la música, primero me enganchó porque lo vi como un medio de deporte impresionante, de sudar mucho. La salsa es salud. Y socialmente es muy enriquecedor. Haces buenas amistades porque toda la gente va a bailar con alegría, no van a contarse las penas. Todo dios quiere pasárselo bien, es un mundillo muy bueno”, dice.

Con cabeza y cuerpo sumergidos en la salsa, el paso de alumno a profesor, de bailar a hacer bailar, era cuestión de tiempo. En concreto, de ocho años. “Me hice amigo de un chico que tiene una academia y me ofreció dar clases. En esa época también me puse a pinchar. Este mismo amigo me preguntó si quería unirme a un proyecto 100% salsero. Le dije que sí porque amo la salsa, así que quedamos los domingos para abrir un barico en Pamplona. Pinchamos salsa y bailamos salsa”, asegura.

Y así exprimía y exprime Palomo su día a día, entre cables y enchufes, congas, bailes en un tiempo o en dos, casino o timba cubana, la salsa de Puerto Rico o la de Nueva York. Siempre bien pertrechado con música y vinilos antiguos que ha ido comprando por el mundo gracias a internet, de los que acumula más de 200. Tantos que Juanan se empieza a preguntar si no se habrá convertido en un melómano de libro. “Cuando me metí en esto un amigo ya me advirtió que tuviera cuidado con los años 60 y 70, porque podía acabar loco. Hay millones de canciones y no te da para escucharlas ni en tres vidas”, cuenta.

Electricidad, bailar, dar clases, pinchar... una vorágine difícil de compaginar. “Me metí a fondo en la salsa justo en el periodo en el que empieza la crisis y ya no hay tanto trabajo. Porque si me pasa un par de años antes hubiera sido inviable. Tuve una empresa con hasta 60 trabajadores, pero en ese momento tenía 6 o 7, me podía liberar un poco y dedicar las tardes a mi hobby. Hasta hoy sigo compaginando las tres cosas. Entre semana doy clases, a las mañanas electricidad y los fines de semana pinchando”.

que no muera la salsa A todo esto, Juanan puso en marcha en 2015 el congreso anual Que no muera la salsa, cita que reúne en un fin de semana de octubre a profesores, bailarines y salseros en general de todos los rincones de la península. Con un objetivo obvio: que no muera la salsa. “Cuando empecé a bailar en el bar se ponían cuatro salsas y una bachata. Y de vez en cuando un merengue. El 80% de lo que yo bailaba era salsa. Pero con el paso de los años se puso de moda la kizomba, ajena al mundo latino pero que la metieron ahí... y ya había cuatro salsas, una bachata y una kizomba. Pero es que a día de hoy la mayoría están pinchando dos salsas, dos bachatas y dos kizombas. Y yo paralelamente me he hecho más agresivo. He seguido pinchando solo salsa, lógicamente reduciendo el número de gente. Hace ocho años arrastraba a 300 personas. Y ahora a 50, porque me he ido radicalizando en la salsa y solo pincho salsa. Pongo cero kizombas y tres bachatas en cuatro horas, y porque me las pide algún alumno”, confiesa.

Palomo critica la salsa comercial que “ni es verdadera salsa ni engancha, porque no está hecha con sentimiento, solo para vender. A mí me llama el baile, necesito bailar, pero tengo que bailar la salsa de verdad”. También dice no concebir “a la gente que se apunta a bailar salsa sin escuchar salsa, porque no va a bailar bien nunca”, y anima a todo el que quiera a sumarse a la corriente. “Quiero hacer salseros en Pamplona. Si un alumno viene y me aguanta un año, será salsero”. Asegura que el que se mete en la salsa “ya no la abandona”. La edad nunca es un impedimento. “He visto personas de 80 años que lógicamente no bailan una salsa rápida, pero bailan sones lentitos en una baldosa con un movimiento corporal, una sabrosura y un sentimiento de quedarte flipado”.