Casi 700 butacas. Un escenario de 496 metros cuadrados -el segundo más grande de Navarra cuando se inauguró-, cuatro salas multiusos con más de 300 personas formándose en los más de 25 cursos que se ofertaban en su día, sala de exposiciones, cafetería o una excelente dotación técnica de audiovisual, iluminación, tramoya y maquinaria. El Auditorio de Barañáin fue proyectado como un enorme monstruo dispuesto a comerse buena parte de la oferta cultural no sólo del municipio que le vio nacer sino también de Pamplona, su comarca, e incluso de Navarra. Nació con ambición. Con ilusión, con ganas, como un proyecto innovador en tiempos en los que sólo el Teatro Gayarre podía hacerle sombra. No existían el Baluarte ni el Navarra Arena. No había apenas competencia y la cultura gozaba de un buen momento, como casi todo antes de la crisis. Como casi todo hasta que prácticamente todo hizo boom.

Un cúmulo de circunstancias han provocado la decadencia de una estructura llena de posibilidades que, todavía hoy, puede dar mucho de sí, aunque de momento en el Ayuntamiento estudian disolver la Fundación y municipalizar el servicio, que lleva años cerrando ejercicios con números rojos. Y no sólo las cifras asustan: ya no hay programación. Sus salas están vacías -de vez en cuando se usan como espacios en alquiler para los grupos que lo solicitan- y ha pasado de los doce a los cinco trabajadores, dos en excedencia.

Pensar en el recorrido de esta megaestructura, su pasado y su futuro, conlleva inevitablemente la aparición de términos como "traumático", "trágico" o "catastrófico" en algunas cuestiones, aunque no fue la tónica general de un proceso que se merece recordar sus orígenes. Nació con problemas, primero, porque costó determinar qué tipo de gestión se quería llevar a cabo. La mayoría de los ayuntamientos, tal y como explica el gestor cultural y vicepresidente de la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultura de Navarra (KUNA), Javier Paz, gestionan directamente el servicio cultural, aunque en algunos también se dan las figuras de la Fundación y los Patronatos -como las Fundaciones del Teatro Gayarre o del Baluarte, además del Auditorio de Barañáin-. "Son organismos que dependen del ayuntamiento y están controlados por él a nivel político y administrativo, pero gozan de mayor autonomía, tienen una gestión más flexible, su propio fondo de ingresos y pueden disponer de inyecciones económicas municipales, del Gobierno foral y de otras instituciones, también privadas", resume. Una fórmula más ágil, aunque al fin y al cabo la junta de la Fundación está conformada por concejales y liderada por un presidente, todos ellos cargos políticos.

El Auditorio echó a andar en 2003 aunque con sus propias circunstancias, una coyuntura en la que se mantuvo, vacío y sin contenido una vez construida la estructura, durante 8 años. Faltaba inyección económica. Han pasado por sus despachos personas de todos los colores, cada una con su particular forma de comprender -y de trasladar- cuál era el fin para el que había nacido. Durante sus mejores años, ingresó en la Red Nacional de Teatros a nivel estatal, como entidad cultural de gran valor, en auge, y con unas arcas de más de un millón de euros de presupuesto. Pero nacieron y crecieron nuevas entidades culturales de calado -Baluarte, Navarra Arena y otros centros escénicos repartidos por la comarca- que supieron responder a la demanda y a las ganas de espectáculo. Luego llegó la crisis, en 2008, y hubo recortes de personal: de la docena de trabajadores en sus mejores tiempos se ha llegado a los cinco en la actualidad, dos de ellos en excedencia.

"La vida del Auditorio de Barañáin ha sido complicada desde sus inicios pero se demostró que podía ser una dotación cultural importante. De hecho, había funciones en las que la afluencia hacía complicado entrar en la sala e incluso aparcar en la zona? Nació para ser un referente, aunque le costó echar a andar por temas presupuestarios", reconoce Paz. "Son unas instalaciones muy bien situadas estratégicamente, cerca de Pamplona y en el quinto municipio de Navarra en número de habitantes. Cuenta con otras dotaciones culturales como son la Escuela de Música, la Biblioteca muy cerca, y una población formada y por tanto muchas posibilidades de funcionar bien. Ha habido problemas pero hay que confiar en los profesionales y analizar lo que ha pasado", propone, recordando que la estructura también apostó en su momento por una programación "diferente". Icono de danza y artes escénicas, fue también lugar de ensayo durante años de la Orquesta Sinfónica.

"Con el paso del tiempo lo económico se ha ido ajustando, ha sido más complicado programar y también a los grupos les ha costado más salir a taquilla. La puesta en valor de otros espacios habrá influido y, en un momento dado, no se habrán podido cumplir todas esas previsiones. Por eso hay que volver a pensar en ello y en la gestión. Situarse en el contexto para saber con qué cuenta y hasta dónde se puede llegar para recuperar el camino perdido", explica Paz. "Se ha llegado a una situación complicada política y económicamente, a nivel de gestión, pero todos podemos tener malos momentos -valora-. Con un análisis exhaustivo, la redacción de un plan de acción, la dotación oportuna y la confianza en los trabajadores yo creo que volverá a ser lo que era. No podemos dejar que muera: sería un fracaso para todos".

Los trabajadores Al igual que la mayoría de grupos políticos que conforman el Ayuntamiento de Barañáin, Paz no ve mal la municipalización del servicio -aunque asume que la gestión como fundación no tiene por qué ser la causa de su declive- pero también le preocupan los empleados. "Nos gustaría que hubiera un acuerdo, que no se vulneraran sus derechos. Tendrá que haber un diálogo para buscar la mejor solución posible, aunque ahora mismo es complicado saber cuál es".

Un centro cultural, dice, "dinamiza una población. En Navarra gozan de buena salud, son una referencia para sus vecinos y vecinas, y hay que conseguir eso". El auditorio, a su juicio, tiene un añadido porque "es uno de los más grandes de Navarra. Tiene muchas posibilidades, tanto de programación como de que lo disfruten otros grupos culturales de la zona, de medios, de recursos. Y no me cabe ninguna duda de que puede volver a funcionar desde otro punto de vista. Hay que intentar que sea una referencia sobre todo para la ciudadanía de Barañáin, y a partir de aquí para el resto de Pamplona y Comarca, con propuestas que igual no se ven en otros sitios, aprovechando sus posibilidades, firmando convenios con instituciones públicas o privadas, etc. Será cuestión de apostar por él, de confiar en los profesionales que lo vayan a gestionar, dotarles de medios? Y estoy convencido de que va a salir adelante".