- Una abadía, un manuscrito, y Milán. Un mercader, una fórmula secreta cuyas propiedades hacen que todo el que la posee se haga rico si sabe utilizarla y un encargo muy difícil de realizar. Esos son solo algunos de los ingredientes que componen el cóctel de la última novela del escritor Juan Cruz Lara Jiménez, Senderos de Tinta. Este vecino de Zizur Mayor, que trabaja en el sector aéreo, dejó atrás la etapa política que comenzó en 2015 en el municipio para dedicarse, cuando puede, a una afición que además le llegó de una manera muy especial.

Fue un amigo suyo, catedrático de filosofía (Luis Carlos Rueda), el que le introdujo en el mundo de las letras. “Como buen profesor que era, me decía que la mejor medicina para la mente era la lectura y plasmar las historias y vivencias sobre el papel. Comenzó a escribir un libro que no llegó a terminar porque el cáncer se lo llevó antes de verlo acabado. Entonces me propuse terminarlo y lo conseguí”, recuerda el autor. “Pasamos muchas horas con ese libro: él escribía a mano y yo transcribía al ordenador, y luego comentábamos el texto y cambiábamos lo que hiciera falta”. Lo tiene en un archivo “listo para editar, aunque no sé si lo haré algún día... Su familia me dio permiso”, explica.

Fue tras su muerte, dice, cuando comenzó a escribir. Primero terminó su libro -“me animó mucho una buena amiga que me decía que siguiera adelante”- y más adelante publicó su primera novela, El silencio del muro, vinculada al género negro. Esa nació casi por casualidad: tras haber escrito varios artículos para éste periódico, explica que “un día un texto que iba a enviar resultó demasiado largo y decidí seguir escribiendo... Aunque no fue fácil empezar porque tenía varias ideas y me costó decidir la que iba a desarrollar”, confiesa. Le siguió Senderos de tinta, dirigida al público en general, con una historia fresca y aventurera: en una abadía a las afueras de Grenoble (al sureste de Francia) esperan la entrega de un manuscrito que el abad ha pedido al monasterio Santo Petrini, cerca de Milán. Tras recibirlo y copiarlo, deberán devolverlo a la mayor brevedad posible… Pero no va a ser fácil.

En el mundo, dice, “hay gente avariciosa con el solo deseo de poseer riqueza para su bien, y hay quienes, a través de unos bienes, se hacen ricos. La diferencia entre unos y otros estriba en que los segundos aportan algo a la sociedad, mientras que los primeros se aprovechan de lo que otros hacen”. Si él tuviera esa fórmula de la felicidad de la que habla en su novela, confiesa que haría lo mismo que su protagonista: el mercader la ofrece a un precio asequible para los demás comerciantes, “aunque hay varios personajes que van tras él para robársela y hacerse ricos sin haberlo merecido”, avanza.

El proceso de creación, dice, ha sido bastante laborioso “porque debía inventar un relato sobre varios personajes ficticios y sus andanzas, en una época determinada, lo que me llevó a leer algunos pasajes históricos donde aparecían ese tipo de personajes y cómo eran sus vidas en aquel momento”. Y aunque se ha servido sólo de la imaginación, confiesa que hace unos años le invitaron a comer con los monjes de Leyre, algo que ha procurado plasmar en un pasaje en el que detalla con mimo cómo es la hora de la comida en un monasterio. Eso sí, las abadías que aparecen entre sus líneas han salido íntegramente de su imaginación. Asegura que también ha habido momentos duros, sobre todo aquellos en los que la historia se quedaba estancada, “no sabía bien cómo seguir y tenía que dejarla para retomarla más adelante”. Lo que no tiene precio es “verla terminada y editada y, por supuesto, que alguien me diga que le ha gustado”. Algunos días no escribe y otros lo hace en la biblioteca, después de leer, y es que asegura que Senderos de tinta ha sido todo un reto porque tras haber escrito artículos se dijo a sí mismo que lo siguiente iba a ser la novela.

Ha formado parte de Asanblada Social y Política, aunque asegura ahora que ha dejado al margen la política “porque veía que las ideas se las apropiaban personas que llegaban buscando no sé qué y el fruto del trabajo se lo llevaban otros. Además ocupaba demasiado tiempo; un tiempo que nadie reconocía”, valora. Aunque sentía, a veces, la satisfacción de ver que su trabajo “llegaba a algún sitio”, explica que cuando empezó tenía un objetivo común, “que la gente se viera reflejada en un gran proyecto y pudiera acudir donde se la escuchara”. Pero con el tiempo esta idea “ha ido degradándose hasta llegar a lo que actualmente es: casi un partido más al uso donde mucha gente ha encontrado su sitio”, explica, y propone la vuelta a los orígenes, a los postulados iniciales. “A aquellos con los que nació y con los que la gente se identificó. El proyecto en la actualidad dista mucho de lo que fue, y no lo veo como un agente de cambio, más bien como un muro de contención”.

Ahora está inmerso en nuevos proyectos, una nueva novela “que no tiene nada que ver con las otras dos. Es de rabiosa actualidad porque el tema es de una complejidad tan enorme que me llevará bastante tiempo terminarla...”. Habrá que esperar. Mientras tanto, Senderos de Tinta se puede adquirir bajo pedido en El Corte Inglés, Casa del Libro, Amazon libros ... “y a mí mismo, porque todavía tengo algún ejemplar en casa”, bromea.

“Ha sido todo un reto, me dije a mí mismo que tenía que escribir un libro”

Escritor