Ondalan en euskera significa el trabajo profundo que se realiza con layas y azadas para plantar viñas. Duro trabajo, que exigiría un gran esfuerzo físico durante toda la jornada. Nada tiene de extraño que los jóvenes de Villatuerta en los años 50 del siglo pasado, bautizaran con este nombre al equipo de fútbol de su pueblo, ya que muchos de los cuales habían pasado la semana haciendo ondalan en los campos de Pelva u Ozalder, jugaban al fútbol en los rastrojos, que quedaban, una vez recogido el cereal, sitos al pie de Muskildia, al no tener campo de fútbol y se trasladaban a los pueblos vecinos para competir utilizando el remolque de un tractor.

Para colmo, casi todos carecían de indumentaria, camisetas y pantalonetas apropiadas, por lo que jugaban con bombachos remangados hasta la rodilla y, por supuesto, carecían de botas deportivas, calzando sus pies con alpargatas, abarcas y vetustos zapatos. Pero estas carencias en nada enturbiaban las virtudes del Ondalan, todo casta, furia, ímpetu y noble lucha. Así estaban las cosas, cuando allá por el año 1.967, dona Visitación Balda, la Señorita, ya anciana, me llamó para ofrecer a la juventud de Villatuerta una de sus fincas con la condición resolutoria de que siempre se utilizara para fines deportivos o recreativos. Puesto inmediatamente en contacto con los jóvenes, eligieron un solar, al sitio de San Ginés, junto a Regüeta, lugar donde actualmente están construidas las Escuelas Municipales.

Como quiera que la finca elegida tenía un gran valor económico, al estar integrada dentro del casco urbano de la localidad y ser terreno urbanizable se convino con el Ayuntamiento otorgar una permuta de fincas, adjudicando a la Señorita Visitación, en contraprestación una finca rústica en Ozalder de doble cabida que la elegida por la juventud en San Ginés, pero de insignificante valor económico y a unos 10 kilómetros de Villatuerta.

Todo el pueblo, -jóvenes, niños, hombres maduros y hasta ancianos-, se volcó generosa y voluntariamente en la construcción del campo de fútbol, sin recibir subvención alguna. Quizá nunca tuvo lugar un trabajo en equipo tan formidable.

Todos querían hacer algo para su pueblo: los niños quitaban las piedras, que amontonaban en los laterales; los mayores, improvisados zarramplines y albañiles, cercaban la finca con una pared de ladrillo y construían la caseta de los jugadores y la pared que lo rodeaba mientras tractores, cedidos gratuitamente, removían el duro suelo una y otra vez. Pero nada importaba. Todo para el Ondalan.

El Ondalan era el signo de identidad de Villatuerta. Todos los habitantes del pueblo eran forofos e hinchas del Ondalan, hasta las viejas, que acudían al nuevo campo, después de rezado el Santo Rosario Dominical, armadas pacíficamente con un vocabulario demoledor y nada académico. ¡Ay de aquel jugador del equipo contrario que cometiera alguna entrada peligrosa contra un jugador del Ondalan! Inmediatamente era triturado por sus lenguas afiladas y por sus cuatro muelas careadas de tal manera que ya no daba una a derechas en todo el partido.

Hubo un intento del Ayuntamiento para expropiar parte del campo de fútbol en provecho de un vecino pero todo el pueblo se soliviantó airadamente y se opuso a esta pretensión por lo que la Corporación Municipal hubo de desistir de su descabellado proyecto que, de haber prosperado, hubiera inutilizado el terreno para competir en torneos oficiales por no tener las medidas reglamentarias para la práctica del futbol. Ignoraban los ediles que las gentes de Villatuerta no se hunden con las contrariedades, sino que se crecen y envalentonan cuando tienen el aire en contra. Como las cometas. En las últimas Navidades el Ondalan ha celebrado sus Bodas de Oro. ¡Enhorabuena por todo lo que ha hecho por el deporte y por el bien común del pueblo!