La despoblación es el gran reto de Tierra Estella. Una lacra que afecta directamente a la gran parte de sus 138 localidades. Una característica que indica que de los 67 ayuntamientos, en un total de 37 no ha habido ningún nacimiento. El envejecimiento de la población se está acelerando en la Merindad pese a que el proceso sea una aparente combustión lenta. Entre las poblaciones que crecen o se mantienen se encuentra Lodosa, vinculada a su actividad agroalimentaria o Viana, cuyos polígonos industriales siguen fijando población en la segunda ciudad de Tierra Estella. Estella-Lizarra mantiene también su población que además se vincula con el crecimiento de localidades vecinas como Villatuerta y Ayegui (que curiosamente posee los datos de población joven y de mayor densidad), creando un cinturón poblacional que tiene a mano los servicios de una ciudad que reivindica su condición de cabecera de comarca.

La ribera estellesa es otro de los puntos donde la despoblación sigue un proceso lento pero constante. El mayor tamaño de estas localidades hace que mantengan sus señas de identidad pero con una menor población. Localidades como Sesma o Los Arcos, que ha perdido en los últimos años el 24% de la población pasando de los 1.409 habitantes a los 1.004. Otro ejemplo sería Allo, que anota siete nacimientos por 15 defunciones, algo que la ha llevado a que su población sea de 968 habitantes frente a los 1.214 de hace un par de décadas.

Con todo, las poblaciones más pequeñas son las que están sufriendo los peores consecuencias de la despoblación. Hablamos de alrededor de cien localidades que no alcanzan los cien habitantes y con un alto índice de envejecimiento. Municipios como Armañanzas que han bajado de 128 a 52 vecinos o Barbarin que pasaron de los 131 a los 49 actuales, localidades que se van uniendo a otras como Azuelo, Etayo, Sorlada o Aguilar de Codés, cuyos datos indican un preocupante avance hacia la despoblación total. En medio de estas estadísticas, está la labor de los vecinos y vecinas de cada municipio por impedir que sus pueblos se mueran. La rehabilitación de una casa, la llegada de un nuevo vecino, son hechos que aseguran que se modifique la realidad y contribuyen a un pequeño resurgimiento. Cada defunción o cierre de una casa acelera una realidad que en Tierra Estella cuenta con cien candidaturas a la despoblación. Una tarea en la que estas poblaciones cuentan cada vez con menos recursos humanos y económicos. Necesitarán otros apoyos directos que, según aseguran sus protagonistas, “todavía hoy apenas existen”.