Tras dos años de inactividad, Burlada volvió a celebrar el día del calderete, un encuentro que se vio algo empañado por el mal tiempo. Era tal el temor a mojarse que las y los burladeses buscaron otras alternativas para celebrar este emblemático evento. Algunos respetaron la tradición instalándose en la Nogalera, otros se adaptaron a las nuevas normativas cocinando en el campo de fútbol de arena y hubo quienes decidieron ir a la plaza Francisco Ardanaz o a las piscinas de Burlada a sacar provecho a los asadores.

Independientemente de la zona escogida, la mayoría se decantó por preparar un calderete de conejo con patatas. Las diez cuadrillas que se instalaron en el campo de fútbol de arena no dudaron en montar la infraestructura necesaria para preparar un sabroso menú y protegerse de la lluvia. Acurrucados debajo de la carpa, los cocineros observaron cómo se cocinaba el calderete mientras picotearon y tomaron una cerveza.

Ermitaberri 2005 posa en la plaza Francisco Ardanaz. Oskar Montero

“Lo que nos ha fastidiado el día ha sido el mal tiempo, y no el hecho de que no se pueda realizar fuego en la Nogalera. Si mal no recuerdo, un año nos tocó celebrarlo en el parking del Soto y fue un encuentro multitudinario”, destacó Iker Bizkarrondo, el burlatadés que lleva acudiendo más de 25 años a la cita que “impulsa la unión del pueblo”. Una idea a la que se sumó Santi Gil-Ibarrola, técnico de diversidad cultural e inmigración de Burlada. Hace cuatro años, el Ayuntamiento decidió impulsar un calderete donde los cocineros principales suelen ser las personas que acuden frecuentemente a las actividades que “organizamos en el área de diversidad cultural e inmigrantes”. “Burlada es un pueblo muy diverso, donde convivimos más de ochenta nacionalidades. Celebrar los calderetes es una forma de potenciar la convivencia intercultural”, afirmó Gil-Ibarrola, quien señala que se juntaron un centenar de personas para saciar el estómago con cuatro deliciosos calderetes de conejos con patatas.

A diferencia del campo de fútbol de arena, en las piscinas de Burlada reinaron los tuppers de macarrones. Al ritmo de la música reguetonera, la juventud de la localidad prefirió desengrasar las caderas que poner a prueba los dotes de chef. No era el caso de la cuadrilla Kuadripiña, cuyos integrantes, aunque no se animaron a festejar en la Nogalera, prepararon un calderete de conejo y patatas. “Hasta el último momento hemos dudado, pero al final hemos decidido ir a las piscinas, donde nos hemos juntado todos los jóvenes”, recalcó uno de los miembros de Kuadripiña.

Una realidad que provocó que la Nogalera, el epicentro del evento, se viera perjudicado. Tan solo treinta cuadrillas se animaron a festejar el plato fuerte del día en el lugar de origen. La cuadrilla Etxola, que hasta la aparición de la pandemia lo había celebrado este día con sus padres, prepararon dos tuppers de macarrones para “llenar el intestino y estar activos en el carropoteo y en trikiteens”. El grupo de amigos de los hermanos Azcárate se decantó por otro menú. “Este año dada la prohibición nos hemos inclinado por comprar pollos asados y comerlos aquí. Hemos comprado un toldo, lo hemos colocado entre los árboles y ahora solo nos queda desmelenarnos”, concluyó Alberto Azcárate. ¡Que no pare la fiesta!