Éxito rotundo de público, que llenó, tras cuatro décadas, la Chata. Y casi pleno de trofeos para la terna de la función mixta. Hermoso de Mendoza, que se despedía de Tudela, y Roca Rey se repartieron seis trofeos y fueron sacados a hombros por la puerta grande aclamados por cientos de personas. El agasajo triunfal se quedó sin la guinda de que les acompañara Manzanares. Y lo pudo hacer, pero un pinchazo previo y el no acertar con el descabello en primera instancia le privó de ello.

Sin embargo, para muchos manufacturó la mejor faena de la tarde en cuanto a colocación y empaque. El alicantino tuvo cero opciones ante su primer toro de El Pilar, ganadería que sustituía a la anunciada desde el principio de El Parralejo. Erratas de imprenta, se dijo. El inválido primero presagió frustraciones. Mas con el tercero, primero de Roca Rey, que vino mal vestido de negro y no brindó al público en su debut, la función se fue enderezando. El peruano cuajo sin apretarse las tres tandas que tenía el toro y le cortó una oreja. 

Y la cosa fue para arriba con otra lección de toreo a caballo, perfecta, espectacular y elegantísima de Pablo, sobre todo a lomos de Berlín y Navegante. Como en su primero, Pablo cuajó su puesta en escena. Un gran adiós enormemente aplaudido.

Luego, vino el toreo a la verónica ceñido, parando el tiempo, de Manzanares. Un capote que por estos lares no se recuerda en lustros. Y una faena con enorme empaque, sobre todo en redondo hasta que el toro de El Pilar dijo basta. Esos lances y esas series con la diestra fueron lo mejor.

Y quedaba la traca de un Roca que se inventó a un 6º que parecía una ruina Arrimón tremendo que le valió el doble trofeo. El cante grande que aderezó la fiesta lo puso la banda, con un Ampartito y un Murillo de los habría que haber sacado a hombros a la flautín, Lucía Salvador.