Festividad de San Tiburtzio, en el día del patrón ayer no faltó la Ezpatadantza, el acto más solemne de las celebraciones y también uno de los más esperados, sobre todo por los y las dantzaris así como sus familiares. “Bailar la Ezpatantza es el mayor honor para un dantzari de Leitza”, aseguraba Eneko Barriola, de 18 años, que ayer se estrenó en la plaza con nota. También era nueva Nerea Aranberri, otra de las dantzaris que estas últimas semanas se ha preparado a conciencia, al igual que María Sagastibeltza, Eider Apezetxea, Manex Moreno, Andoni Amadoz, Nahia Escudero y Miel Olano, el más veterano con 35 años.

Dantzaris txikis reconocieron ayer a Nahia Escudero su trabajo en favor de la ‘Ezpatadantza’. Nerea Mazkiaran

Eneko Barriola y Nerea Aranberri se estrenaron ayer en la plaza. Nerea Mazkiaran

Lo cierto es que Leitza volvió a vibrar con sus dantzaris en una plaza a rebosar en la que para encontrar un sitio a la sombra había que ir con tiempo. Las personas menos previsoras lo hicieron bajo un sol de justicia y los termómetros cerca de los 40º. Pero la ocasión merecía la pena. Más mérito tenían los y las dantzaris, que también bajo el sol y frente a la Corporación, durante unos 20 minutos no pararon de bailar, un gran esfuerzo físico y mental que los y las leitzarras ponían en valor con aplausos y gritos de ánimo. También fueron muchas las felicitaciones que recibieron una vez finalizada la actuación, a la sombra de Karrape, con mucha emoción contenida que se canalizó en abrazos e incluso lágrimas. 

Los y las dantzaris dieron una lección de destreza y coordinación. Nerea Mazkiaran

Se trata de una coreografía procedente del Duranguesado y que en Leitza se baila desde 1932, salvo el paréntesis de la guerra y la pandemia, en la que se alternan nueve danzas durante unos 20 minutos, sin tregua. Tras Agintearena, comienza con Zortziko lekun, Zortziko mutuz y Zortziko mugituz. Después son Banakoa, Binakoa y Launakoa, que tal y como indican sus nombres, bailaron de uno en uno, de dos en dos y de cuatro en cuatro. Continuaron con otras tres danzas con juegos de palos y espadas: Makildantza y Ezpadantza, para finalizar con Txakarrakua, cuando los dantzaris alzaron a María Sagastibeltza mientras empuñaban al alto sus espadas. 

Foto de familia de dantzaris, txistularis, ediles de EH Bildu y representantes de Yala Nafarroa con Palestina. Nerea Mazkiaran

“Durante todo el año ensayamos todos los viernes y, a partir de Sanfermines, todos los días”, observó Miel Olano, responsable de Aurrera Dantza Taldea junto con Nahia Barriola. Son 36 dantzaris adultos y 60 txikis, de cuyos ensayos también se encarga Nahia Escudero. Precisamente, dantzaris txikis le entregaron ayer un ramo de flores y una cena para agradecerle su trabajo y que puedan seguir soñando con bailar algún día, no muy lejano, la Ezpadantza en la plaza, sin género desde 2015.

De poner la música se encargaron los txistulares de Leitza, es decir, Pilartxo Sagastibeltza, José Luis Uharte, Juan Miguel Saizar y José Mari Etxeberria además de Leire Retegi, Eki Mateorena, Iraitz Zabaleta y Jokin Barriola, veteranía y juventud que asegura futuro a este instrumento en Leitza. 

SOLIDARIDAD CON PALESTINA

Acto con gran significado para el pueblo de Leitza, el Ayuntamiento invitó ayer a dos representantes de Yala Nafarroa con Palestina a compartir este momento con la Corporación en primera fila. Cómo es habitual estaban los 9 de EH Bildu y dos sillas libres, las de los concejales de UPN. 

Dantzaris txikis reconocieron ayer a Nahia Escudero su trabajo en favor de la ‘Ezpatadantza’. Nerea Mazkiaran

Las invitadas eran la gazatí Ola Arafat y Bego Cestau, del grupo motor de esta plataforma. “Nuestro más sincero y fuerte abrazo al pueblo palestino que vive un terrible genocidio. Pedimos con todas nuestras fuerzas que se detenga y se dé una solución cívica a la cuestión palestina, con una solución digna, permanente y equitativa”, dijeron desde el Ayuntamiento a través de megafonía antes de que los dantzaris salieran a la plaza.

“Muchas gracias por dar visibilidad a la causa palestina. Desde 2002 no he podido volver porque Gaza siempre está bajo la amenaza de que pueda pasar lo que sucedió el 7 de octubre. Desde 2009 se ha convertido en una gran cárcel de la que no puede entrar y salir cualquiera”, señaló esta gazatí, cuya familia está refugiada en el sur del país. “Están en una situación muy mala, en la calle y sin lo mínimo para vivir. Cuando puedo hablar con ellos, solo me llega el mensaje de tranquila, seguimos vivos. He perdido muchos familiares, desde el 7 de octubre, 54 personas. Además hay muchas personas desaparecidas, que no sabemos si están vivas o bajo los escombros”.