Aniversario con premio para la residencia de ancianos de San Martín de Unx
La residencia de ancianos Santa Zita de San Martín de Unx lanzará el chupinazo de las fiestas, que comienzan este 5 de agosto
La residencia Santa Zita de San Martín de Unx no es solo un lugar donde las personas mayores viven sus últimos años con dignidad. Es, desde hace un tiempo, un espacio vivo, integrado en el pulso del pueblo, abierto a sus vecinos y que este año va a ocupar un lugar central en el corazón de las fiestas de San Martín de Unx 2025, puesto que serán los lanzadores del chupinazo este martes. La noticia ha sido recibida con enorme alegría entre sus trabajadores y residentes. No es para menos. Supone un reconocimiento público a una trayectoria de 25 años de dedicación silenciosa, al trabajo diario de decenas de personas que cuidan, acompañan y se implican. También es una manera de incluir a los mayores en la celebración popular, no solo como espectadores, sino como protagonistas. Un gesto simbólico que pone en valor su vida, su historia y su vínculo con San Martín.
Al frente de la residencia está Alba Menéndez Lacunza, una joven tafallesa que hace aproximadamente un año asumió el reto de coordinar el centro, el cual está gestionado por la Cooperativa GSR. Fisioterapeuta de formación, combina el trabajo físico con la dirección del centro. “Me suponía un reto, pero me veía con ganas y me lancé a la piscina”, explica. Desde entonces, su papel ha sido clave para consolidar una nueva visión: abrir la residencia al pueblo y el pueblo a la residencia. En este tiempo, Alba ha liderado una transformación que no solo se nota en las actividades o en la comunicación con las familias, sino también en el ambiente cotidiano del centro. El trabajo, reconoce, ha sido intenso, pero se ha sentido siempre arropada. “Desde el primer momento me he encontrado súper acogida por el pueblo y el equipo. Me he sentido muy apoyada. El equipo colabora y hace las cosas muy fáciles”.
Actualmente la residencia acoge a un máximo de 38 personas y para su atención cuentan con un equipo de unas 25 personas, la mayoría auxiliares, además de una enfermera, personal de limpieza, lavandería, cocina y mantenimiento. La rutina diaria incluye desayuno, actividades por la mañana como gimnasia o bingo, misa los miércoles y salidas al mercadillo cuando el tiempo lo permite. Después de comer, la siesta, y por la tarde, juegos de cartas, parchís o talleres. “Están aquí la mar de entretenidos”, resume Alba.
De la residencia al pueblo
Pero más allá del día a día, uno de los aspectos que más destaca en el funcionamiento del centro es el vínculo con las familias y con el entorno. Alba ha creado un grupo de difusión por WhatsApp donde informa a las familias de las actividades que se van a realizar, y algunas personas residentes también están incluidas. “Me gusta que estén siempre informados”, explica. La respuesta, asegura, es muy buena: “Las familias responden un montón, siempre vienen a las actividades. Luego, vecinos del pueblo, personas mayores que viven cerca, padres con críos… Nos hace mucha ilusión y a los residentes les alegra un montón”, afirma.
Además, desde hace un año se han intensificado las actividades compartidas con el pueblo. Los niños y niñas del pueblo, por ejemplo, pintaron un mural en el patio de la residencia, por Navidad acudieron al centro a cantar villancicos.
Este aniversario ha sido la excusa perfecta para impulsar más acciones colaborativas. “Iniciamos el año con el concurso de dibujos, hicimos la fiesta de primavera, vinieron del grupo Catato a cantar y tres residentes expusieron ropa hecha con lana. También estamos haciendo sorteos especiales en el bingo de los viernes, con productos donados por comercios del pueblo como el Horno de Pedro, la tienda de velas Marcela o la bodega cooperativa”.
Todo esto forma parte de una idea clara: que la residencia no sea un lugar cerrado, apartado del pueblo, sino parte de él. “Estamos intentando que la gente venga aquí con naturalidad, de visita, a participar”, dice Alba. Pero también están fomentando que la residencia salga al pueblo. Y el lanzamiento del chupinazo será un ejemplo claro de ese cambio de mirada.
El chupinazo
“No podemos subir todos al balcón del ayuntamiento, claro, pero la idea es que lo tiren dos personas residentes, un hombre y una mujer, y una trabajadora”, adelanta Alba. Ella ha decidido ceder el honor: “Yo me voy a librar, que además soy de Tafalla. Prefiero que lo haga alguien que sea de aquí de toda la vida, les hará mucha ilusión”. El lanzamiento del cohete no quedará ahí. Como es tradición, tras el chupinazo oficial en la plaza, el grupo de gigantes y los vecinos se acercarán al patio de la residencia, donde se celebrará un segundo lanzamiento simbólico. Generalmente lo hace la persona más mayor de San Martín que resida en el centro. Este año no será diferente, y quienes no puedan o no quieran ir hasta la plaza, tendrán su momento de fiesta allí mismo.
Los residentes lo viven con emoción. Por ejemplo, Jesús Mari Lerga, de San Martín de toda la vida, llegó a la residencia en noviembre de 2024. “Estoy bien, porque tengo buena cabeza y me hace reír mucha gente”, dice con una sonrisa. “He vivido muchos años en Pamplona, pero siempre venía a las fiestas del pueblo”. Sobre el chupinazo, comenta: “Ya he tirado alguno, cuando era de los Auroros. Por eso mismo, yo dejaría a otra persona que lo tire. Me parece estupendo que sea la residencia quien lo tire, es un orgullico”.
También Josefina Valencia, residente desde hace dos años, se muestra entusiasmada. “Me gusta estar aquí, me lo paso muy bien y las cuidadoras son inmejorables”, asegura. No se esperaba la noticia: “Ha venido de sopetón. Me parece genial”. Tiene 92 años, camina sin bastón y no se pierde ni una actividad. “Salgo a la tarde, que no me pierdo ni una. Vamos a la música. No quiero tirar el cohete, se lo dejo a otras compañeras que tengan más habilidad”, señala.