Puede que a la mayoría no le suene de nada, pero para los pamploneses de cierta edad resulta imposible no recordar el nombre del mago Jamalandruki. Llegó a ser muy conocido en los años setenta, cuando llevó a cabo numerosas actuaciones y encandiló a cientos de niños con sus juegos de ilusionismo y trucos alucinantes difíciles de olvidar. Se llamaba Ricardo Rebolledo Zubiarrain y nació en 1934. Dos años después, su padre Ricardo Rebolledo Antolín fue asesinado en la prisión de Pamplona, adonde había sido conducido bajo la acusación de redactar los discursos para los dirigentes de la FAI, una organización anarquista.

El mago Rebolledo murió en 1988, pero su hermano Valeriano todavía vive y ayer quiso estar presente, pese a su delicado estado de salud, en el acto celebrado al mediodía en el cementerio. Estaba acompañado del hijo del mago Jamalandruki, que también se llama Ricardo.

Ricardo Rebolledo Antolín es uno de los 308 nombres que aparece en la placa instalada en el cementerio con las personas que fueron asesinadas en Pamplona en los primeros días del alzamiento y en los años posteriores, como los 14 fusilados por planear la fuga del fuerte de San Cristóbal. También están los de los concejales del Ayuntamiento de Pamplona fusilados entonces: Florencio Alfaro Zabalegui, Gregorio Angulo Martinena, Corpus Dorronsoro Arteta, Victorino García Enciso, José Roa García, Mariano Sáez Morilla y Amadeo Urla Aramburu.

También se dejó ver en el homenaje Josefina Lamberto, familiar de Vicente Lamberto y su hija Maravillas, asesinados en 1936; o Conchita Diéguez, vecina de Berriozar, que apesadumbrada comentó que los restos de su padre siguen sin aparecer. Hasta la lluvia quiso respetar el acto y paró en seco a la hora señalada. Tarde, pero llegó, como la placa.