pamplona - Su última acción, en coordinación con el colegio público Buztintxuri y del resto de colectivos sociales, es el proceso participativo que se ha impulsado para dar nombre a los locales comunitarios del barrio (antiguos locales parroquiales y el de la calle Ferrocarril), acompañando a los txikis para conocer los espacios y colectivos para poder “reinaugurarlos” antes del verano. Buztintxureando Txuri hace uso de los locales vecinales cedidos por el Ayuntamiento junto con otras asociaciones como Unzutxiki Berri, la Jai Batzorde, la comparsa, Bizilaguna Acción Social, el grupo de futbito... “El vecindario ya se va enterando que este espacio ya no es una parroquia sino un local comunitario de base vecinal del que, obviamente, pueden ser parte”, remarcan. El colectivo que da oportunidades a los más jóvenes movilizó a lo largo del año pasado a un total de 400 chavales a través de las diferentes actividades programas de dinamización y acompañamiento en ocio y tiempo libre. Acciones dirigidas a menores y adolescentes como son la escuela comunitaria, campamentos, ludotecas, salidas al monte y eventos comunitarios (Arimen gaua o Halloween, el Día del Lobo, Arroces del Barrio...) entre otras. Precisamente la escuela comunitaria, uno de los programas más populares, es el espacio semanal de actividades que se lleva a cabo en el colegio y en el que se imparten actividades como freedance, txikiyoga, creatividad, teatro, cocina en euskera, taller de letras... Intervenciones desde una perspectiva intercultural y social transversal y desde una gestión positiva de la diversidad. Nacieron hace cinco año como respuesta a la escasa oferta de Buztintxuri para jóvenes y niños, y con la pretensión de implicar al mayor número de personas con el barrio y de crear “un espacio de bienestar comunitario”. También son un refuerzo educativo en un barrio con un peso multicultural.

Un servicio abierto a toda la población del barrio y que tiene como eje principal el acompañamiento socioeducativo, el “estar ahí” como clave de protección y promoción de los derechos de la infancia del barrio, destaca Hodei Sarasa, uno de los coordinadores del equipo Buztintxureando.

“Está dirigido a todas las personas que de un modo u otro quieran implicarse, por eso la participación e implicación es diversa, como el propio barrio y esta pluralidad es su riqueza”, subraya.

Entre los nuevos proyectos en mente de los vecinos del barrio destacan la puesta en marcha de un huerto comunitario y la reivindicación vecinal de unas pistas deportivas que respondan a las necesidades de “ocio y convivencia del barrio que cuenta con el mayor porcentaje de población infantojuvenil de Iruñea”.

Desde 2017 asumen la gestión vía convenio con el Consistorio pamplonés del servicio de prevención comunitaria del barrio. De este modo, la nueva relación contractual con el Ayuntamiento y el carácter de servicio público ha potenciado la “labor de promoción y defensa de los derechos de los y las txikis que ya se viene desarrollando desde 2013”. Asimismo, gracias a su consolidación como recurso social han hecho realidad proyectos que permanecían en stand by (campamentos, actividades de ocio, implicación en la red de instituciones públicas), han logrado una mayor participación de chavales en los diferentes proyectos, se ha conseguido dar mayor estabilidad a los programas gracias a las subvenciones y a la posibilidad de diseñar acciones a medio-largo plazo, además de tener una mayor referencialidad a nivel de barrio. “Si antes nos conocían ahora la vinculación es mayor”, subrayan. El colectivo, que integran adolescentes y educadores, algunos de ellos antiguos usuarios, colabora con la apyma Buztinkolore y con otros servicios públicos del barrio (servicios sociales, centro de salud, etcétera), además de trabajar en red con el resto de los equipos preventivos que existen en los diferentes barrios de Pamplona. De hecho, consideran que este modelo de trabajo “preventivo y comunitario” debería extenderse a todos los barrios de la ciudad como sistema de “protección” a la infancia que mejor se integra en la realidad y tejido social de cada zona.

Las motivaciones que tienen los voluntarios son muy variadas y responden, sobre todo, a la edad de las personas implicadas pero “todas y todos comparten la filosofía del proyecto, la motivación por estar y acompañar en los espacios no formales a las y los txikis del barrio”. Muchos de los actuales educadores comunitarios fueron, hace unos años, participantes de la asociación. “Este ciclo de participación es esencial en el trabajo comunitario que se desarrolla desde la asociación”, abundan. También participan alumnos de prácticas de la UPNA, de escuelas de tiempo libre, de la escuela de Educadores... Durante 2018 se implicaron en el proyecto más de 160 personas.