Fue en julio de 1908 cuando un grupo de pamploneses de pro, comerciantes e industriales, como Juan San Julián, Vicente Eceiza, José Murillo, Martín Sancena, Eladio Maisonnave y algunos más, fundaron una sociedad mercantil colectiva llamada Sociedad San Julián, Eceiza y Cía, con objeto de construir un frontón de largo para el juego de pelota y su explotación, al que iban a nombrar como Nuevo Frontón Pamplonés. Rápidamente se pusieron manos a la obra y compraron varios solares en la calle San Agustín, los correspondientes a los números 5 y 7 a Cayetana Campion y los números 9, 11 y 13 al Vizconde de Bellver, Daniel de Alós. Lo completaron con una finca que quedaba detrás de las citadas en el 24 de la calle de la Merced que compraron a Santiago Gaztelu. En el lugar ya existía anteriormente un pequeño y hermoso trinquete, llamado El Estrecho y en su exterior cuatro paredes para jugar al blé, popular juego en el que se lanzaba la pelota contra una pared a diferencia del, entonces habitual, juego a largo, del que también se sabe se disputó algún partido en el solar.

Tras el derribo de las edificaciones preexistentes, el Nuevo Frontón Pamplonés comenzó a construirse en agosto de 1908 con un proyecto del entonces muy joven arquitecto Serapio Esparza que luego alcanzaría fama por ser el autor, entre otras muchas obras, del proyecto del segundo ensanche de Iruñea. Serapio era, además, yerno de uno de los principales promotores del frontón, Juan San Julián. La contrata de las obras, realizadas en tan solo cinco meses, le fue adjudicada al constructor Doroteo Legaria que a su vez era uno de los trece socios fundadores que habían aportado a partes iguales las casi trescientas mil pesetas que costó la construcción. Con el arquitecto y el constructor implicados, todo quedaba en casa. El solar de 1.578 metros cuadrados iba a ser ocupado en gran parte por el propio frontón y un edificio contiguo para acoger los locales anexos. La entrada principal daba a la calle San Agustín aunque también tenía puerta trasera a la Merced.

La cancha era de 56 metros de longitud, 14 cuadros, y 10,5 metros de anchura. El frontis de 11 metros de altura fue hecho con piedra de sillería y todos los pelotaris que jugaron allí durante su historia destacaron la extraordinaria calidad del mismo. Desde su parte más alta hasta el arranque de la techumbre, era simplemente de ladrillo y como gran novedad se recubrió con una tela acolchada para matar las pelotas llevadas a mala. La pared izquierda estaba simplemente revocada con cemento y en su parte superior se abrían grandes ventanales para la correcta ventilación del local. Toda la sillería y las losas del suelo de la cancha provenía de las canteras de Tafalla. La estructura metálica del tejado, a dos aguas, se cubrió totalmente por 2.500 piezas de vidrio estriado de 5 mm de grosor, protegido interiormente por una red metálica para así poder aprovechar la luminosidad del día. Para cuando la luz era insuficiente disponía de 18 potentes arcos voltaicos. Muchos años después, en los años cincuenta, la cristalera fue cubierta en parte por un tejado de uralita y el alto de la pared izquierda por una estructura curva de listones de madera. La armadura metálica del tejado y de los graderíos fue construida por la empresa Astilleros del Nervión y las vistosas barandillas y adornos de palcos y gradas por la, también bilbaína, casa Luis Muro. Con una cancha capaz de albergar hasta 400 sillas, 21 magníficos y elegantes palcos cubiertos con bonitos cielorrasos con capacidad para otros 210 espectadores y las 312 y 178 localidades de la galería del segundo piso y el rebote respectivamente, el aforo total llegaba a los 1.100 espectadores. El edificio anexo a los graderíos acogía en una altura de tres pisos, los vestuarios, cafetería, comedor-restaurante, servicios y viviendas para los empleados del frontón. El conjunto, elegante muestra del estilo modernista de la época, era de gran belleza tanto en su fachada como en su interior acrecentada con el excelente y habitual ambiente de los repletos graderíos en aquellas inolvidables tardes de partido.

El Euskal Jai se inauguró a las tres de la tarde del 24 de enero de 1909 con un partido de remonte entre los guipuzcoanos Pasieguito y Gamborena y los navarros Astiz y Murillo. Fueron ganadores los guipuzcoanos por un tanteo final de 50 a 40. Es sabido que jugaron con pelotas fabricadas en Pamplona en el taller de la Viuda e hijos de Lorenzo Sainz y que la entrada costó una peseta en cancha y palco, y cincuenta céntimos en general. Inicialmente el frontis y la pared izquierda estaban pintadas de color ocre claro en el que las pelotas negras destacaban con facilidad pero años después, cuando se impusieron las pelotas más vivas que eran blancas, el frontón se pintó de verde oscuro.

En un principio el frontón se dedicó casi exclusivamente al juego del remonte, modalidad que puede considerarse entonces como novedosa y que todavía estaba en fase de consolidación. Juanito Moya, el popular Moica, pamplonés de la calle Tejería, era jugador habitual de guante en el antiguo Juego Nuevo, frontón que se encontraba en la trasera de la Casa de Misericordia del paseo de Sarasate. No contento con su guante mausser de cuero pensó en mejorarlo y para ello, en 1904, un cestero de Tolosa llamado Elizalde le fabricó el primer remonte, mas largo que el guante y de material vegetal. Durante algunos años se utilizaron ambas herramientas, el guante o el remonte, incluso en el mismo partido según las preferencias del pelotari, pero finalmente el remonte se impuso.

Dos años y medio después de su inauguración, el 30 de junio de 1911, la sociedad propietaria, con algunos pequeños cambios de titularidad transformó la sociedad en anónima y pasó a llamarse Euskal Jai-Nuevo Frontón Pamplonés. La duración de la sociedad iba a ser de 50 años y su capital social de 650 mil pesetas en acciones de 500, prácticamente el valor de tasación de la finca, el frontón y su mobiliario. El primer presidente de la junta de accionistas fue Eladio Maisonnave, quedando como secretario el constructor de las obras y también socio fundador, Doroteo Legaria.

Además de para jugar a pelota, el frontón Euskal Jai se utilizó para otros actos y actividades. Curiosamente en los estatutos de la sociedad se advertía que de ninguna manera se consentirían en sus dependencias, reuniones, mítines ni banquetes que revistieran carácter político. Poco tardaría en incumplirse la norma y en mayo de 1911 acogió una reunión-mitin de mas de seis mil albañiles en huelga. Un año después, el 9 de junio de 1912 se celebró el famoso mitin contra la blasfemia que promovido por miembros de la oligarquía pamplonesa fue apoyado por todas las administraciones y partidos políticos y que abarrotó el frontón. Una muy difundida fotografía de Roldán recoge el momento. Otros muchos acontecimientos se celebraron en el frontón, como el homenaje al conocido gigantero Pedro Trinidad, la multitudinaria fiesta de la Escuela Vasca en noviembre de 1935 o las asiduas y concurridas veladas de boxeo de los años treinta y hasta algún banquete de despedida de soltero reseñado en la prensa local.

Por otra parte, en los años veinte del pasado siglo se daban habitualmente en el Euskal sesiones de cine, entonces mudo, instalándose una gran pantalla en la pared izquierda de la cancha, en la cual se colocaban sillas plegables y en donde una orquestina amenizaba los entreactos. Ante el éxito de las sesiones, en 1931 a instancias del también socio fundador Álvaro Galbete se construyó un local específico para el cine, el salón Proyecciones en el nº 5 de San Agustín, finca anexa al frontón y que también pertenecía a la sociedad. Poco después, en 1935 fue vendido a la empresa que luego sería SAIDE, pasando a llamarse cine Novedades. Ya en 1968 se remozó y llamó cine Arrieta y en la actualidad alberga la Escuela Navarra de Teatro.

Aunque albergó, a lo largo de su historia, muchos partidos de otras modalidades pelotazales de largo, pala o cesta punta, incluso partidos de mano, la modalidad reina fue siempre el remonte, para lo que había sido construido y que lo hizo famoso. Y si a lo largo de la historia del frontón hay que nombrar a un rey de la modalidad este es sin duda Jesús Abrego. El llamado mago de Arroniz creció en el Euskal en donde su padre ejercía como corredor de apuestas y con tan solo catorce años, en 1924 ya pasó a formar parte del cuadro de remontistas profesionales. Durante las décadas de los treinta y cuarenta, hasta su retirada en 1951 fue sin ninguna duda el mejor y más famoso remontista del panorama pelotazale. Abrego se imponía repetidamente a sus rivales merced a su depurada técnica y a sus extraordinarias facultades físicas y era habitual que para equilibrar sus partidos jugara con su pareja contra un trío de rivales.

Tal era la popularidad de la modalidad en Iruñea que en 1946 se creó una Escuela Profesional de Remonte. Dirigida por el remontista ya retirado Patricio Fernández, un edificio de tres plantas entre el cine y el frontón, aún en pie aunque abandonado, era capaz de acoger hasta 20 jóvenes en régimen de internado. Contaba con un gimnasio en su bajo, comedor común y habitaciones individuales con baño para cada alumno, aprovechando y compartiendo el frontón para sus ensayos o entrenamientos y los de los profesionales del cuadro. Esta escuela mantuvo durante el resto de historia del frontón un importante contingente de remontistas navarros, entre los que se encontraban los Mateo, Raul, Iraizoz, hermanos Lecumberri y tantos otros. Hasta su cierre se programaron partidos de remonte al menos durante tres tardes semanales con gran presencia de público y gran animación en las apuestas.

Cuando la empresa, con su gerente Juan Ercilla a la cabeza, consideró que el frontón se quedaba pequeño y siguiendo el ejemplo de Gipuzkoa que acababa de inaugurar el nuevo frontón Galarreta en Hernani, también dedicado al remonte, decidió construir un Euskal Jai Berri en Uharte. Nada más terminarse su construcción, el viejo Euskal acogió su último partido; fue el 14 de diciembre de 1977, enfrentándose Recalde y Mateo a Urrutia y Angel Lecunberri. Tan solo tres días después, el relevo lo cogió el nuevo frontón de Uharte, la popularidad del remonte continuó entre los pelotazales navarros, apareciendo nuevos grandes profesionales, entre ellos hay que destacar a Koteto Ezkurra. Para muchos aficionados el de Doneztebe fue el gran sucesor de Abrego en la gloria del remonte.

Con el traslado de su negocio al nuevo frontón, la sociedad Euskal Jai S.A. abandonó por completo el frontón de San Agustín. Fue el comienzo del triste y tortuoso calvario que le llevó a su destrucción en 2004. El absoluto abandono lo condujo a un progresivo, consentido y a veces activo deterioro de sus instalaciones. A pesar de que en 1984 aparecía en el plan municipal de ordenación urbana como edificio protegido, la destrucción parcial del tejado, techos de los graderíos y del suelo de la cancha lo preparaban para su inhabilitación como frontón. Con los años fueron saliendo a la luz las oscuras intenciones de empresa y consistorio pamplonés que envolvían al Euskal en una importante operación inmobiliaria. En mayo de 1994 se concedía licencia a la empresa para su demolición parcial y a la vez se presentaba un proyecto para hacer viviendas en su solar. Mientras, en el consistorio se sucedían las discusiones sobre el futuro uso del solar, los partidos progresistas preferían utilizarlo como nueva dotación deportiva pero ninguno hablaba de mantenerlo como frontón. En el año 1994 fue ocupado por un grupo de jóvenes que constituidos como Asamblea de Jóvenes de Iruñea lo convirtieron en gaztetxe utilizándolo durante casi diez años para sus múltiples actividades culturales y festivas. En el año 2001 se aprobó en el consistorio el PEPRI que lo declaraba como dotacional deportivo para uso publico y tres años después el ayuntamiento a través de la sociedad Pamplona Centro Histórico lo compró a la sociedad Euskal Jai por un precio de 1,23 millones de euros. En agosto de 2004, siendo alcaldesa Yolanda Barcina, fue desalojado por la fuerza y derribado de forma violenta, bajo vigilancia policial que, además, no dudó en reprimir de forma tremendamente agresiva a los muchos que se oponían al derribo. El saldo fue de varios heridos con secuelas definitivas y penas de cárcel para otros detenidos. Después, los importantes restos arqueológicos de los siglos I y II encontrados en su subsuelo tampoco fueron respetados considerándose las catas como “sin afección arqueológica significativa”. En el solar se levantó el Aquavox, que casi nadie quería ni necesitaba, de arquitectura, en mi opinión, totalmente lesiva para el conjunto monumental del casco histórico de la capital.

La importante pérdida patrimonial para todos los navarros que supuso el derribo del Euskal Jai fue el colofón a una triste década que comenzó con la sustitución del adoquinado original y de la mineta del siglo XVIII que recorría todo el centro histórico de Iruñea, siguió con la destrucción del palacio de sus reyes y, lo más importante, el fatal vaciado del subsuelo de la Plaza del Castillo. Todo enlazado y con los mismos responsables, sonriendo altivos en su impunidad. Espero que el tiempo y la historia pongan a cada uno en su sitio.

Abril E. (1971). Dos siglos de pelota vasca. Edit. Caja Municipal de San Sebastián

Arazuri J.J. (1980). Pamplona Calles y Barrios. Tomo III Edit. autor. Pamplona

Ciaurriz V. (1947). El Euskal jai crea la escuela profesional de remonte. Rev. Arga enero 1947

Ollaquindia R. (1982). El juego de pelota en Navarra Cuadernos de Etnología y Etnografía nº 39 Pamplona.