En 1918 la realización del servicio militar obligatorio no era cosa de broma. Por aquellos días media Europa destrozaba a la otra media en lo que terminaría por llamarse Primera Guerra Mundial, y aunque España permanecía neutral en aquel tiempo, no era seguro lo que pudiera pasar a futuro. Por otro lado, la mili tenía en aquella época una duración de 3 años, y era un terrible e interminable secuestro legal a cargo del Estado, en el transcurso del cual podían ocurrirte muchas cosas, casi todas malas. La fotografía muestra un momento de la jura de bandera, ceremonia por la cual los reclutas novatos pasaban a ser considerados soldados propiamente dichos. En una escenografía muy evidente, los jovencísimos reclutas que vemos a la izquierda besan la bandera en presencia de un religioso y un mando militar, mientras que a la derecha forman los soldados veteranos que, según se suponía, tenían que servir como modelo a los novatos.

Hoy en día la zona de la plaza donde se obtuvo la fotografía de 1918 permanece perfectamente reconocible, aunque afortunadamente este tipo de actos están ya desterrados del ceremonial urbano de Iruñea. Mejor así. El domingo pasado se cumplieron 101 años de aquella jura de bandera, y el acto viene descrito en la prensa del día siguiente, lunes 11 de marzo de 1918. Así sabemos que aquel domingo hizo un día espléndido, y que para las 11 de la mañana ya estaban las tropas formadas en la plaza. Al acto asistió el mismísimo obispo, que presidió la misa, y en la calle formaban incluso los niños de las Escuelas Municipales, para que fueran tomando nota, se supone... Remató el acto un desfile presidido por el “bizarro general” (sic) Alfonso Gómez, que terminó con los soldaditos en los cuarteles, “donde se les obsequió con un rancho extraordinario”. Este era el ambiente en la Iruñea de 1918. Hasta aquí llega el olor a naftalina, oigan?