a pesar de que para algunos los años más duros de la crisis han quedado atrás, todavía hoy muchas organizaciones como la Parroquia del Carmen, del barrio pamplonés de la Rochapea, siguen atendiendo a familias con escasos recursos. En su caso son unas 45 unidades familiares las que reciben los lotes de comida que los voluntarios reparten puntualmente cada mes entre los hogares que pertenecen al ámbito territorial de la parroquia.

Pero en el caso de El Carmen, el apoyo social no se detiene ahí. En su local parroquial tienen un ropero con todo tipo de prendas a cambio de un euro. Además, una vez al mes, tras realizar el reparto cada segundo jueves, el viernes en el centro parroquial se organizan ponencias, dirigidas a las destinatarias de los lotes y otras familias con bajos recursos que quieran asistir, y que tratan temas como vivienda o empleo.

Hace cerca de diez años, la congregación que dirige el párroco Fernando Villabona atendía a unas 70 unidades familiares, una década después el reparto solo ha disminuido en 25 lotes. Este apoyo se inició antes de que el actual párroco llegara al barrio procedente de Portugal, y de eso hace ya 30 años. Hoy la Parroquia del Carmen dispone en su centro parroquial de un pequeño banco de alimentos, donde almacenan todos los productos, gracias a la colaboración con asociaciones como el Banco de Alimentos de Navarra o La Gota de la Leche, sustentados sobre el trabajo voluntario. El espíritu altruista es el que hace posible también el banco de alimentos parroquial. En este caso es el grupo de Cáritas, compuesto por ocho personas, el que se encarga de hacerlo posible. Casi Lacalle, Teresa Larumbe (hermana mercedaria), Cristina Soria, Merche Reta, María Paz Miguel, Julia Sardá, Magdalena Sardá e Iñaki Rey forman “un grupo muy fiel”, en palabras de Villabona. El segundo miércoles de cada mes un camión se encarga de recoger los alimentos que les reservan en el Banco de Alimentos de Navarra. El jueves, son repartidos en diferentes lotes, entre 45 y 50 en total, tanto en horario de mañana como de tarde.

Es cierto que el reparto de alimentos en El Carmen ha descendido. En otras iglesias de la Rochapea ese número fue incluso más alto durante los peores años de la crisis. Pero hoy, aunque la ayuda ha disminuido, todavía existen familias en el barrio que la necesitan para completar el mes. “La gente piensa que las familias que vienen son africanas pero la realidad es que 40% de las familias que atendemos son españolas”, remarca Villabona.

emergencia habitacional No solo son alimentos lo que ofrece la Parroquia del Carmen. Su centro parroquial, que hasta hace pocos años era una tienda de muebles, acoge otras actividades dirigidas al apoyo de las personas con menos recursos. Uno de sus principales exponentes es el ropero. En él, todas las personas que lo necesiten, sin necesidad de estar adscritas a la zona que tiene adscrita la zona que atiende la parroquia, pueden llevarse cualquier prenda por el precio simbólico de un euro, que la parroquia destina a financiar misiones en Aguarico (Ecuador). La ropa, cuentan los voluntarios, viene de fieles y de otras personas que no saben qué hacer con ella. “No puedes imaginar cuanta ropa tiene la gente”, apunta el párroco.

Pero además, un día después de realizar el reparto, el pequeño salón de actos del centro parroquial acoge charlas sobre materias como vivienda o empleo, impartidas tanto por personal de Cáritas o por diferentes expertos. “Nos encontramos que la mayoría de las personas que vienen viven alquiladas en una habitaciones, es lo que más vemos”, explican los voluntarios. En esa situación, detectan los voluntarios, se producen grandes abusos como que los propietarios de las viviendas no dejen a sus inquilinos utilizar la ducha o la cocina.

Por esto mismo el centro parroquial ha habilitado su cuarto de baño, equipado con ducha para el uso de las personas que lo necesitan. “No es algo que ocurra siempre, pero de vez en cuando viene alguien”, cuenta Villabona.

Otra de sus iniciativas de apoyo fue la de dar desayunos a alumnas y alumnos a los que sus familias no se los puedan dar. Durante este curso la iniciativa está parada, y es que a este grupo de voluntariado también a veces se les debilita la fuerza. “Exigía levantarse muy pronto y la mayoría son personas mayores”, explica su párroco. Pero desde el grupo precisan: hace falta un relevo generacional, pero también mayor implicación de las familias.