Hay biografías como autopsias que recelan del romanticismo y el melodrama, pero no dudan en explorar hasta el último suspiro de vida. Y luego hay biógrafos, como es el caso, que indagan y abren la puerta a muchas preguntas, a silencios agazapados y tensos como la respiración, y a respuestas impensadas que se han convertido con el tiempo en el revés de la propia vida.
Víctor Moreno ha tratado de poner orden y concierto en la vida de Julia Álvarez Resano, (Ed. Pamiela) de despejar el dato erróneo, confrontar el cliché y la media verdad que en ocasiones rodearon su vida. Y no por su gusto.
Nacida en Villafranca en 1903 y fallecida en el exilio en México en 1948, Julia fue una personalidad muy relevante del socialismo navarro durante la II República. Fue diputada por Madrid en 1936 y la primera gobernadora civil ocupando el cargo en Ciudad Real. Además de magistrada en el Tribunal Central de Espionaje y Alta Traición y Juez de primera instancia. A estos cargos llegó por compromiso político y porque no quedaba otra siendo una mujer antifascista. Porque tenía conciencia de clase, de género, creía en la democracia y estaba politizada hasta médula.
Julia no fue una mujer fácil, tampoco sumisa. Ella creía que la honestidad es más valiente que el cinismo. Mantener esta posición marcó su vida. Quizá a Julia, por ser mujer, no la esperaban en muchos sitios. Por ello se enfrentó al franquismo, a sus compañeros socialistas, al machismo y al patriarcado que transversalizaba todos los ámbitos vitales. Y además, brillaba en la oratoria. Y eso le pasó factura. Si el franquismo la depuró, el socialismo la expulsó de sus filas en 1945 y hasta 2008 no la readmitió. Quizá ese largo exilio histórico sea la causa de tanto olvido.
Dice Caparrós: “para qué sirve saber verdades brutas si no hay modo de cambiarlas”. Víctor Moreno lo ha intentado sometido a un ritual de disciplina archivística memorable.