He escogido para este artículo una de las fotos de la pasada legislatura que más me gustan, y que amablemente me hizo llegar el fotógrafo que la sacó, Patxi Cascante (eskerrik asko Patxi...!), durante la procesión del 7 de julio de 2016. Desconozco el punto exacto del trayecto en el que se obtuvo, pero recoge claramente el instante en el que una salva de aplausos me hace deschisterarme para dar las gracias a la gente. Es uno de esos bonitos momentos en los que uno se da cuenta de que merece la pena esto de entrar en el Ayuntamiento para trabajar por tu ciudad. Sinistu ala ez, horixe delako batzuentzat politikan sar-tzean genuen asmo eta helburu bakarra: hiriaren alde lan egitea, besterik gabe.

Por supuesto que no todo suele ser agradable. A lo largo de estos cuatro años ha habido de todo, fuera y dentro de la Procesión. Recuerdo ahora algunas personas que me solían increpar a la entrada y a la salida de la iglesia de San Lorenzo, o a un tipo que todos los años, colocado en el mismo lugar, me dedicaba el mismo insulto en la plaza del Consejo. O, por ejemplo, un grupo de músicos anónimos (dejémoslo así), que año tras año han optado, sucesivamente, por volverse y darme la espalda en el momento en que yo pasaba, o por dificultar el paso hasta obligarnos a ponernos en fila india para aprovechar y gritarme a escasos centímetros del oído... Mi satisfacción, haber recibido algún mensaje privado salido de entre esos propios músicos, desmarcándose de la postura del resto.

Todo me lo tomo con deportividad, faltaría más, lo he dicho ya muchas veces. Tal vez lo más desagradable haya sido algún salivazo, alguna patadita clandestina (sin hacer mucho daño, eh...), unos insultos que dedicó una señora a mi madre “por no haber abortado a tiempo”, o un puñetazo en la espalda que me dio una mujer en la calle Mayor, llevándose un chorreo espectacular por parte de una de las personas que protegen el paso de la Corporación. Para otro día dejaremos, eso sí, las amenazas anónimas, algunas de ellas de muerte, que mis compañeros y yo hemos recibido a lo largo de los últimos cuatro años. Ez ditut txantxetan hartzen, inolaz ere, are gutxiago mehatxu horiek egin dituzten pertsona batzuk nahiko arriskutsuak zirela jakinda, eta bateren batek etxean su-armak zituela jakinda. Baina orain honen gainean azentoa jartzeak ez zuela batere aportatuko uste dut, beraz alde batera utziko ditugu, eta kitto.

Y digo todo esto porque estoy convencido de que en San Fermín, como durante el resto del año, sobran los insultos, los salivazos, las pataditas, los puñetazos en los riñones y las amenazas. Creo que San Fermín nos pertenece a todas las personas, y que todas, por diferentes que sean nuestras ideas, tenemos derecho a disfrutarlos tranquilas, en paz y sintiéndonos seguras. En todos los momentos y en todas las circunstancias. Sanferminak guztionak eta guztiontzat, hainbeste aldiz aldarrikatu dugun bezalaxe.

Tal vez haya gente que tuerza el morro, desde la discrepancia política, cuando lea lo que voy a decir a continuación, pero es la pura verdad. En mis cuatro años de Alcaldía he intentado que mejorara la convivencia en mi ciudad. Nadie encontrará entre mis discursos ni entre las docenas de entrevistas que he concedido ni un solo mensaje incendiario, ni una sola invitación a otra cosa que no sea la tolerancia, el respeto y la convivencia entre diferentes. Con eso me quedo, eso me llevo, como suele decirse.

Por eso estos días veo con preocupación algunos más que evidentes intentos por tensar la convivencia, por crispar a la sociedad de Pamplona. Oigo al actual alcalde, Enrique Maya, dar una entrevista al impresentable ultra Jiménez Losantos (21-06-2019), hablando en términos cuasi-bélicos de Pamplona, citando “lo que han pasado” en la pasada legislatura, y en ese retrato no reconozco a mi ciudad. Responde a quien asegura que el ayuntamiento está cargado de explosivos (alegóricamente hablando, se supone) “desde el sótano al tejado”, afirmando que “para eso estamos, para jugárnosla”, y añadiendo que en estos 4 años “va a haber tensión, seguro”. Y ante la afirmación de que “esto va a ser como la Primera Guerra Carlista, peleando pueblo a pueblo”, le oigo responder en tono críptico que “sí, pero lucharemos”. Y no puedo creer lo que oigo.

¿Qué es realmente lo que “ha pasado” el señor Maya en la pasada legislatura, más allá de haber quedado en minoría en el Ayuntamiento de Pamplona...? ¿Ha sido maltratado, vilipendiado o menospreciado en la política diaria...? ¿Ha recibido maltrato por parte del que fue su alcalde...? ¿Por qué entonces emplea y consiente que se empleen términos de ese tipo...? ¿Por qué se pasea por Pamplona con Pablo Casado, en plena campaña electoral, sin exigirle que se retracte por haber comparado el Casco Antiguo de Pamplona con el ghetto de Varsovia...? ¿Qué gana el señor Maya con consentir que Pamplona dé esa imagen, y con dar la impresión, a quien le entrevista desde Madrid, de que habla desde una suerte de trinchera, situada en lo más expuesto y crudo de una guerra...?

No lo puedo entender. No entiendo esa obcecación por reproducir un discurso ya caduco, una época a la que, y esto lo hemos hablado privadamente en más de una ocasión, ni él ni yo quisiéramos volver. Uler dezaket Madrilen, Iruñea batere ezagutzen ez duen jendeak, horrelako irudi bat helarazi nahi izatea. Ulertzen dut, batere ados ez nagoen arren. Baino askoz ere zailagoa suertatzen zait ulertzea zergatik eta zertarako irudi hori hemendik, Iruñetik, helerazten saiatzen den, hemengo jendea, hemen urtean zehar eta egunero-egunero bizi dena.

Reconozco, aunque no las comparta en absoluto, el derecho democrático de Enrique Maya a intentar revertir cuantas medidas del anterior gobierno estime oportuno, en materias tan sensibles como Igualdad, Memoria Histórica o Política Lingüística (euskara). Está en su derecho, faltaría más. Por mucho que sea doloroso, muy doloroso, para nosotros. Pero no puedo dejar de pensar que, si yo fuera ahora mismo alcalde de Pamplona, hubiera esperado a que pasaran las fiestas de San Fermín para adoptarlas. Que este tipo de cuestiones, que afectan a los sentimientos más vivos e íntimos de la ciudadanía pamplonesa, podrían haber esperado 15 días más. Y lo digo, que quede muy claro, reconociendo su legítimo derecho a tomarlas.

En consecuencia, de acuerdo con todo lo que acabo de explicar, y cuando tan solo faltan unas horas para el inicio de San Fermín 2019, quiero desear muy felices fiestas a toda la ciudadanía de Iruñea. Unas fiestas en las que todos y todas nos sintamos seguras, a cualquier hora y en cualquier lugar de la ciudad. Donde haya espacio para la diversión y para la reivindicación. Donde se respete la diversidad de la gente y su libertad de expresión, y en la que la pluralidad se vea como un valor en sí mismo, no como un problema. Donde cualquier persona, sea concejal o no, pueda salir y participar en los actos de la ciudad sin que nadie le increpe ni le moleste en función de sus ideas.

No demos una alegría a quien está instalado en el “cuanto peor, mejor”, ni a quienes les gustaría desempolvar el discurso caduco de la ciudad enfrentada. Los cuatro años de la legislatura pasada han supuesto un gigantesco esfuerzo por mejorar la convivencia en la ciudad, y eso es algo que no podemos tirar ahora por la borda.

Queremos demasiado a esta ciudad como para eso, y es el momento de demostrarlo.

Horrexegatik, oso jai zoriontsuak opa dizkizuet, benetan, bihotzez.