Eleuterio Tadeo Amorena Gil era hijo de Juan Esteban Amorena Echeverría, nacido en 1779 en la casa Amorena del barrio de Bozate, en Arizkun, el barrio de los agotes, y probablemente huyendo de la marginación que sufría este grupo se vino a vivir a Pamplona, donde se casó con Ramona Gil Beroiz, con la que tuvo tres hijos. Tadeo, el menor, nació en 1819. Vivió en el barrio de las Tornerías, hoy calle San Nicolás, y tuvo como profesión la de maestro pintor, con un estudio en la calle Estafeta donde, entre otros encargos, hacía decorados para el Teatro Principal. En 1843 se casó con Ezequiela Pascuala Muñoz Iribarren, no tuvieron hijos biológicos pero adoptaron una niña, Benita Onsalo. Salvo el hecho por el cual merece ser recordado con una calle, poco más se sabe de su vida; parece que enviudó y en 1870 vivía con su hermana. En 1946, solicitada información acerca de los Gigantes por el Ayuntamiento de Santander, se le respondió por el de Pamplona que, tras minuciosa averiguación, no se sabía nada más de él.

El 31 de marzo de 1860 Amorena presentó al Ayuntamiento de Pamplona una instancia ofreciéndose a construir unos nuevos gigantes (había seis, parece que ya antiguos y en no muy buen estado, construidos por el Cabildo catedralicio y cedidos al Ayuntamiento). Uno o dos serían de muestra, sin cobrar la mano de obra, para que los munícipes pudieran decidir. Proponía que fueran del mismo tamaño de los que existían (unos cuatro metros de alto), que fueran "rigurosamente ligeros", no más de 80 libras (38 kilos), para poder maniobrarlos con facilidad y soltura, pero también con "una solidez a prueba", y ser "unas figuras nobles, de elegantes formas y proporciones, según el arte de la escultura, cuyos personajes podrían representar las cuatro partes del mundo". Como las partes del mundo no son cuatro, sino cinco, Ignacio Baleztena le dedicó años después unos irónicos versos: "Por lo que veo, desconocía, el buen Tadeo, la Oceanía".

El Ayuntamiento aceptó la oferta. Tras examinar la pareja de reyes europeos, los primeros en construirse, se le encargó que hiciera el resto, y en los Sanfermines de 1860 ya pudieron salir a desfilar los ocho gigantes, los mismos que más de un siglo y medio después, con algunos arreglos, siguen en activo. Amorena recibió 2.600 reales de vellón por el coste de la primera pareja, más una gratificación de 1.000 reales dada la satisfacción producida en el consistorio, y otros 6.000 reales por los otros seis gigantes.

Los Gigantes desfilaron por las calles de la ciudad durante sus primeras décadas con exigua compañía, la de los dos primeros kilikis, Coletas y Barbas, y la primera pareja de zaldikos, se cree que construidos también por Tadeo Amorena. En 1890 el Ayuntamiento encargó a otro artesano pamplonés, Félix Flores Logier (1842-1921), que confeccionara cinco cabezudos para acompañarles. En 1912 se encargaron a Benito Escaler, de Barcelona, otros dos kilikis, Patata y Napoleón, y en 1941 otros dos a talleres Porta-Coeli de Valencia, Caravinagre y Verrugas. También se fueron encargando nuevas parejas de zaldikos, en 1910 a Benito Escaler y en 1941 a talleres Porta-Coeli.

Tadeo Amorena no puso nombre a los Gigantes. Fue el escritor Ignacio Baleztena el que los bautizó: el rey europeo, Joshemiguelerico; la reina europea, Joshepamunda; el rey asiático, Sidi abd El Mohame; la reina asiática, Esther Arata; el rey africano, Selim-pia Elcalzao; la reina africana Larancha-la; el rey americano, Toko-toko; y la reina americana, Braulia. Los niños de mi generación no les dábamos nombre propio, pero por alguna razón los apelativos de Baleztena se han popularizado en las últimas décadas y ahora toda la chiquillería se los sabe. Pero de Ignacio Baleztena hablaremos mañana.