- En su primer viaje a Uganda, como voluntario con una ONG, el vecino de Barañáin David Orduña quedó prendado de un proyecto que ha conseguido mantenerle unido a África, a sus gentes y a sus sonidos, durante más de cuatro años. Ha forjado un vínculo tan estrecho -ha ido ya en cuatro ocasiones- y tan fuerte que asume que su vida y su implicación han cambiado por completo. Allí, en 2016, conoció a John Susi Mpandi, un ugandés que escapó de la vida en la calle gracias a la música. Mpandi consiguió costear sus estudios en la capital, en el conservatorio, y después de muchas clases y otros tantos conciertos viajó a Noruega para convertirse en director de orquesta. Sólo entonces volvió a su tierra natal, en la que decidió regalar a los demás la oportunidad que, en su juventud, le concedieron a él. Devolver a los niños y niñas de su país la posibilidad de luchar por sus sueños, algo que ha conseguido gracias a Iganga Community Brass Band.

Se trata de un proyecto del que Orduña, profesor de música en la Escuela Municipal Luis Morondo de Barañáin, enseguida quiso formar parte, porque la música y viajar son sus grandes pasiones. Se instaló durante cinco meses en medio de la nada, en la carretera que une la capital de Uganda (Kampala) con Nairobi (la de Kenia), para dar clases de trompeta en un pequeño oasis que sirve de escuela de música para una banda conformada por 70 niños y niñas. Es también un hogar para una veintena de ellos que, sin un techo sobre el que resguardarse, han conseguido hacer de la música su mejor viso de futuro y un sueño por el que luchar.

“Es envidiable ver la pasión con la que ellos viven la vida y la música, allí he aprendido mucho”, explica Orduña, que ya está deseando volver. “Mpandi ha conseguido crear un sistema educativo piramidal, los propios niños enseñan también a otros niños y quienes saben más lo transmiten a los demás”, relata. Él acudió como profesor voluntario convencido de que es un proyecto “por el que merece la pena luchar y pelear. Es una iniciativa muy bonita, a nivel musical, educacional, ideológico... Después de vivir esa realidad también te sientes responsable y ahora más que nunca necesitan ayuda”, valora.

La banda ofrece conciertos y con eso van costeando el mantenimiento del proyecto, pero allí también ha llegado el bicho y el confinamiento les ha obligado a estar parados, sin ingresos. “No podían tocar porque incluso había miedo de que la policía pensara que había fiesta y la situación se complicara, la cosa está bastante tensa por allí”, revela Orduña, que asume que aunque hace unas semanas estaba todo paralizado, comienzan a recuperar algo de normalidad. Este pasado diciembre crearon un aula de música moderna que, por culpa de la pandemia, no ha podido ponerse en marcha hasta ahora. “Enviamos un equipo de sonido para hacer algo con una guitarra y una batería, ampliar su conocimiento musical. Y también para garantizar de algún modo la autogestión del proyecto, porque si además de la banda pudieran realizar actuaciones en eventos conseguirían más ingresos, para las tasas escolares o la comida de la semana. Es algo que les abre puertas profesionales: si un niño es bueno, ya no sólo puede aspirar a tocar en la banda militar, que allí es la principal salida musical. Puede ir a la capital y tocar con grupos locales, en verbenas, orquestas...”, explica.

“Este último año hemos ampliado el repertorio a uno más pop y rock, más moderno. Hemos tocado Mickael Jackson, algo de los Rolling Stones, ACDC y hasta Rosalía, que les encanta”, bromea. El pasado junio realizaron una versión de Lau teilatu, que se une a otros vídeos musicales que han publicado en internet con el objetivo de difundir el proyecto y que llegue a más gente. “Lo ideal sería crear una estructura más estable, conseguir que se mantenga y, a futuro y si se puede, abrirnos a más campos y promover con más medios clases de informática, de costura, o diferentes proyectos que se unan al musical para forjar, poco a poco, un futuro para todos los integrantes de Iganga Community Brass Band”.

Durante el confinamiento, este profesor con alma viajera se encargó de gestionar un vídeo musical compartido entre los alumnos y alumnas de Uganda y los de Barañáin, que de manera conjunta -allí cantaron y aquí tocaron- dieron voz y ritmo a la canción Give me a chance, escrita por el propio Jon Susi Mpandi y que versa sobre la realidad de África, pidiendo una oportunidad para los más pequeños. “Me pareció bonito que ambos conozcan sus correspondientes realidades, es algo que les enriquece, y que gente de aquí y de allá, en estas circunstancias especiales para todos, tengan la música en común y se pueda transmitir ese mensaje de esperanza”, valora Orduña, que ahora está movilizando a otros voluntarios para conseguir una mayor implicación.

Todo el que lo desee puede realizar aportaciones para mantener el proyecto a través de la plataforma Destino Uganda que han creado voluntarios gallegos que han trabajado también con Mpandi. Han decidido asumir ellos mismos los costes, “que no son para nada excesivos”, hasta que llegue a Uganda la nueva normalidad y puedan realizar actuaciones.

“Es un proyecto por el que merece la pena pelear y luchar, y ahora necesitan ayuda”

Profesor de música