la Guerra Civil entraba en su segundo año de horror, y había quedado ya claro que la campaña rápida y victoriosa que los fascistas habían imaginado no se iba a producir. Una calma tensa y llena de miedo reinaba en Iruñea, donde las familias esperaban aterrorizadas la llegada de noticias del frente, con sus interminables listas de bajas.

En aquel tiempo la entonces llamada carretera de Guipúzcoa era uno de los puntos por los que cada noche salían los camiones que llevaban personas hasta los pelotones de fusilamiento. De día, en cambio, los grupos de críos jugando y hasta el boyero que transita con sus bueyes bajo la sombra de los árboles de la izquierda parecen querer dar al lugar una sensación de falsa normalidad. En la calzada hay un solitario coche, que transita hacia Pamplona, y a la derecha puede verse la antigua fábrica de caucho, con su alta chimenea, y el arranque del antiquísimo puente de Santa Engracia.

la zona ha cambiado tanto que tan solo el trazado de la carretera y su característico quiebro permiten identificar ambas fotos, y aún poder afirmar que nos encontramos en el punto exacto donde se situó el fotógrafo de 1937 para obtener su imagen.

El puente de Santa Engracia debe su nombre a un convento de Clarisas asentado en el lugar en 1227. Junto a él existió un molino, transformado luego en central hidroeléctrica y posteriormente en fábrica de caucho. De todo el conjunto solo quedan el puente y la presa, llamados aún hoy de Santa Engracia. En marzo de 2018 una crecida del río quebró la presa, y Enrique Maya, entonces en la oposición, dijo que las dificultades legales esgrimidas desde el Ayuntamiento para su reparación obedecían a una "falta de voluntad política". Hoy, sin embargo, tras 15 meses con Maya en la Alcaldía, la presa sigue igual. Y es que una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, amigos...