ola, personas, ¿Qué tal va todo? Yo, peché. Resulta que este cabrón de bicho ha hecho irrupción en mi entorno y me he visto obligado a una reclusión forzosa, lo cual no es óbice para que me encuentre aquí sentado al teclado con el objeto de juntar unas letras y llegar a vuestro periódico un domingo más con alguna pamplonada.

No es la primera vez que para ello recurro a mi biblioteca, ya lo hice en tiempos de confinamiento y traje aquí libros, legajos y papeles varios que nos ilustraron de una manera o de otra. Hoy vamos a repetir la herramienta y vamos a apoyarnos en un libro.

El libro en cuestión no puedes ser más Pamplona, lo vais a ver: su título, El Iruña del 88; su autor, Antonio Ayestarán, de la calle Mercaderes; su prologuista y encargado de la parte fotográfica, José Joaquín Arazuri, que no necesita presentación; las ilustraciones de tapa y contratapa, de Pedro Martín Balda, el ilustrador del humor pamplonés por excelencia, y su editor, Felipe Gómez, de cuyas prensas salió la obra en 1971. ¿Quién da más? El título no deja lugar a dudas, nos habla del año en que fue inaugurado el decano de los cafés pamploneses y cómo se vivía en la Pamplona de aquel entonces.

La obra nos da varias pinceladas de los usos y costumbres que por aquellos días imperaban en la ciudad y se extiende un poco más en contarnos como fue la fundación del legendario café y su entorno.

Cuando en 1888 el Crédito Navarro terminó de construir el señorial edificio que hoy existe en el frente norte de la Plaza del Castillo y que diseñó, como vimos el otro día, el logroñés Maximiliano Hijón, se encontró con una gran demanda para arrendar los bajos, el café Kutz y otros lo pretendieron, pero decidió arrendarlos a una sociedad recién constituida llamada Iruña S A que presentaba un proyecto ciertamente novedoso. En la Pamplona de entonces dos eran las principales aficiones: el frontón y los cafés, y a un grupo de cabales capitaneados por don Serafín Mata se les ocurrió abrir un café del cual fuesen dueños los clientes, su constitución dice textualmente "ser su base principal la de confundir los caracteres de accionista y consumidor". El 22 de marzo de 1888 ante el notario Polonio Escolá quedó constituida la sociedad. Mata la presidía y los señores Goñi Eseverri, Urbistondo, Munárriz y Gorostiza componían el consejo provisional. En un principio se lanzó una oferta de 5.000 acciones a 5 duros la acción sumando un capital de 125.000 pesetas, 750 €, pero como la demanda fue muy superior a la esperada las cuentas cambiaron, el papel se abarató y al final cada accionista pudo comprar 10 acciones a 3,75 pesetas, así qué quien tuviese 33,75 pesetas y€ ¡fuese varón! se convertía en accionista del café más prestigioso y avanzado de la capital. En los bajos, donde hoy está la Discoteca Subsuelo, se instalaron billares y una bodega con sus cubas donde se criaba ron y coñac marca de la casa. Más adelante allí nació Osasuna, por algo Iruña SA es el socio número 1 del club rojillo, en el asiento nº 2 de la fila 32 del palco de Tribuna de Preferencia tiene su localidad. No sé quién disfrutará de ella.

Nos cuenta el autor que la inauguración estaba prevista para la noche de la sampedrada de 1888, pero que al no llegar puntuales los espejos que llenaban el local dándole luz y amplitud se retrasó hasta la semana presanferminera. Su inauguración fue un hito en la Pamplona de entonces y el personal abarrotó el local, los porches y la calle.

Los promotores hicieron coincidir la apertura del café con la llegada de la luz eléctrica a las calles de Pamplona y fue el primer local público que contó con tamaño avance. Una vez más fue Salvador Pinaqui el padre del logro. Él, junto a su socio Sr. Salvatierra fueron quienes consiguieron que los bombillones con sus filamentos de carbono llenaran de luz a golpe de interruptor las paredes del local dejando boquiabiertos a propios y extraños; cuando una familia pamplonesa recibía en casa forasteros la visita a la instalación eléctrica del Iruña era tan obligada como la visita a la Catedral. Desde aquí dejo una pregunta en el aire: ¿a qué esperan los regidores pamploneses para dedicar una calle o un paseo al señor Pinaqui que de tantos problemas sacó a la ciudad con su ingenio y su tesón? Muchos la tienen con menor merecimiento.

El café causó tanto impacto en la vida social de los irunshemes que esta se trasladó a las inmediaciones del nuevo bistró. Frente al Iruña, dice un pie de foto que Arazuri publica en el libro, se formó un "melonar", ellos sacando lustre con la trasera de sus levitas a la pared y ellas paseando postineras y engalanadas, con sus boas y manguitos, solas o acompañadas, esperando a que "los sosotes del bombín les digan algo".

132 años después el local sigue muy vivo, y en él aun se dan cita el viajante y el cliente, el aldeano y el tratante, el turista y Hemingway.

A lo largo de su vida ha sido muchas cosas en Pamplona y en más de una ocasión ha sido plató de cine y en él se han rodado varias películas como por ejemplo la biografía de Gayarre titulada Romanza final, de Jose María Forqué con Sidney Rome y José Carreras, en 1985. Su decoración ha sufrido cambios y poco se parece al Iruña que yo conocí de niño cuando los profes del instituto nos llevaban a desayunar el día de Santo Tomas de Aquino, con sus auténticos espejos venecianos, sus sillas tonet y sus mesas de mármol blanco. Solo los escudos de los pueblos y merindades de Navarra permanecen fieles al Iruña de siempre

El Iruña es el único café de Pamplona que nos ha sido común a todos los que hemos pasado nuestros días por estos lares, ¿quién no fue invitado a un desayuno de Primera Comunión en sus salones con sus bollos suizos, sus churros y su chocolate?, ¿quién no ha disfrutado en sus veladores del aperitivo en los primeros soles de primavera o refugiado en sus porches de las lluvias de otoño?, ¿quién no ha desayunado en su terraza tras el encierro y se ha quedado frito en sus butacas, aquellas que había de alto respaldo hechas de un trenzado de plástico color márfil?, ¿quién no ha quedado allí con alguien que viene de fuera porque es lo único sitio que se conoce sin riesgo de pérdida?.

Es evidente que el Iruña es el bar del pueblo, dicho esto sin ningún tono peyorativo. Al contrario, me parece título postinero y principal.

Bueno, espero que todo se arregle esta semana, me dejen salir y pueda darme un garbeo para poder contaros cositas de nuestro gache.

Besos pa'tos.

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