ola, personas. Ya ni pregunto qué tal ni nada. Yo respiro, que no es poco. Esta semana he vuelto a hacer paseo con excursión, incluso he cambiado de comunidad, de provincia que se decía cuando yo iba al cole. Pero podemos hablar de cambio porque estamos hablando en tiempo presente, porque si hablásemos en pasado pluscuanremoto no sería así ya que he ido a Nájera y esas tierras eran Reino de Pamplona.

El miércoles, aprovechando que aun se podía salir de Navarra, me acerqué a Nájera con la intención de comprarme algún tito antiguo y desportillado para restaurarlo en estos 15 días que me han obligado a cerrar La Fogoneta y tener así algo en lo que ocuparme. En la histórica Nájera vive otro histórico de las antigüedades que es José Manuel Cerrajería, a quien yo compraba piezas en su inacabable nave cuando me dedicaba al digno sector de restaurar las cosas que llevando algún siglo entre nosotros y aun les quedaba una nueva oportunidad de estar, ser, lucir y decorar. El Cerra ya se ha jubilado pero me recibió en su casa y me hizo el favor de venderme a precio de risa una preciosa caja de madera de alcanfor que está pidiendo a gritos que la vuelvan a su esplendor y que me va a consumir un buen paquete de las horas que en estas dos semanas me van a sobrar.

Una vez hecho el recado aproveché el viaje y me di una vuelta por la ciudad, ciudad que fue uno de los principales escenarios de nuestro pasado. A quién diga que conoce Navarra de pe a pa y nuestra historia de cabo a rabo, cabría preguntarle ¿conoces Nájera?, porque si no es así su conocimiento está cojo y ya puede programar una vista a estas tierras.

Nájera era una importante plaza árabe durante los siglos VIII, IX y parte del X, hasta 923, año en el que Sancho Garcés I rey de Pamplona, ayudado por Ordoño II rey de León, conquistan esta plaza y la de Viguera para la corona pamplonesa. Abderraman III, en venganza, sitia y arrasa Pamplona, lo que obliga a los monarcas a instalarse en Nájera, convirtiéndola en la cabeza del reino de Pamplona-Nájera. Desde allí reinan y gobiernan reyes tan conocidos por todos nosotros, como García Sánchez I, Sancho II Abarca, García Sánchez II el Temblón, Sancho III el Mayor, García Sánchez III el de Nájera o Sancho IV el de Peñalén. Todos ellos fueron reyes de Pamplona y de Nájera. El primero de ellos fue nombrado por su padre, Sancho Garcés I, rey de Nájera tras reconquistar dichas tierras y al morir le dejó todos sus territorios. El punto álgido de este reino de Nájera-Pamplona se da cuando la corona ciñe las sienes de Sancho III el Mayor ya que éste llegó a tener un gran imperio en la Alta Edad Media: ocupaba todo el tercio norte peninsular, se podría decir que fue el primer rey de España.

Casi todos estos reyes y sus familias están enterrados en el maravilloso monasterio de Santa María la Real de Nájera que vamos a ver.

Hemos de remontarnos a 1044. Dice la leyenda que una mañana don García salió de caza y al ver una perdiz lanzó a su halcón tras ella, perseguida y perseguidor, atravesando la maleza, se introdujeron en una cueva donde el rey las encontró en actitud amistosa y sorprendido vio que la cueva albergaba un altar con una imagen de la Virgen que tenía una campana a un lado y una lámpara con un jarrón con tres azucenas al otro. Maravillado por el hallazgo, al año siguiente manda construir en el lugar y como prolongación de la cueva un monasterio con iglesia y convento que destina a panteón real. El primer templo era de estilo románico, pero tras la batalla de Nájera en el siglo XIV quedó arrasado y en 1423 empezó a construirse una nueva iglesia de estilo gótico que fue acabada en tan solo 30 años; el poderío económico que siempre tuvo el monasterio permitió acelerar las obras. Es de gran sencillez pero de una altura apabullante. Al frente luce un esplendido retablo barroco y a los pies está la cueva con la imagen de la Virgen y el panteón real donde se encuentran enterrados los reyes y sus familias. Saliendo por la puerta Plateresca, hermosísima obra de nogal tallado, llegamos al claustro de los Caballeros de estilo gótico tardío y así llamado porque en él están enterrados gran cantidad de nobles que pagaban inmensas fortunas para pasar a la eternidad cerca de los reyes.

No tengo aquí sitio suficiente para pormenorizar todas la riquezas del lugar, las tracerías platerescas que adornan los arcos, la tumba románica de Blanca de Navarra, muerta de sobreparto al alumbrar a Alfonso VIII de Castilla, la tumba de doña Toda Pérez de Azagra, el panteón de los infantes, el coro alto con su maravillosa sillería tallada en nogal considerada una de las más importantes sillerías góticas de España, la escalera Real del siglo XVI con su cúpula de casetones, el escudo de Carlos I, la puerta de clausura realizada con un retablo del siglo XVII, la tumba de Garcilaso de la Vega, etc, etc forman un monumental conjunto que si queréis verlo tendréis que acercaros a Nájera y disfrutar.

Al salir del monasterio para rodearlo y ver su exterior, me llamó la tención un edificio que hay enfrente, hoy es museo pero ayer fue cárcel del partido judicial. Entré a ver qué se cocía allí dentro y la pieza que más me gustó fue la puerta de la calle, un portón de madera de roble con sus remaches romboidales, su bocallave, su pesada aldaba, su ventanillo enrejado y un sinfín de inscripciones realizadas a punta de navaja por los presos que allí penaron sus culpas. Gracias a ellas sabemos que allí estuvo Leonardo Lozano "artista", un trío de maleantes compuesto por Leandro Martínez, Dámaso Jiménez y Eulogio García o Francisco León, herrero de 25 años, preso en 1812, entre muchos más. Ellos no están en los libros de historia pero son historia.

Crucé el puente que salva el Najerilla para llegar a mi coche y volver a casa antes de que me cerrasen las fronteras con los ojos llenos de pasado. La excursión vale la pena.

Besos pa'tos.

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