uántas veces se han escabullido de las batallitas de los abuelos y después, cuando desgraciadamente han fallecido, se han arrepentido y hubieran deseado prestar más atención a las historias de antes? Labrit Patrimonio permite ir mucho más allá del recuerdo puntual ya que recopila patrimonio inmaterial familiar: toda la memoria vital de los seres queridos en formato audiovisual con el objetivo de “posibilitar la memoria eterna”. “Es muy importante que las siguientes generaciones conozcan cómo eran los estilos de vida de sus antepasados, sus anécdotas y trayectorias”, explica Itziar Luri, gerente de Labrit Patrimonio.

La empresa, especializada en la recopilación, salvaguarda y transmisión de historias de vida; lleva año y medio preparando este proyecto y creen que ahora es la fecha “adecuada” para lanzarlo: “Con la pandemia, ha cobrado más importancia el testimonio de las personas mayores y la ciudadanía se ha concienciado respecto a qué rápido pueden desaparecer los abuelos y sus recuerdos. Se ha extendido la necesidad de recopilar de alguna manera todas las vivencias”, ahonda Itziar.

Para aquellos que deseen transmitir su legado, Labrit ha habilitado una página web (www.patrimoniofamiliarinmaterial.com) en la que se expone en qué consiste el proyecto y cómo ponerse en contacto con ellos. El primer paso es el “análisis previo antropológico” del protagonista, en el que se enmarcan e identifican los “hitos principales de su vida que marcarán todo el proceso”, señala. A continuación, se realiza “la recogida de memoria”, tres horas de entrevista en formato audiovisual. Se graba en el hogar del protagonista o en un espacio “significativo” dentro de su vida. “Buscamos un ambiente cercano y familiar, donde se encuentre cómoda”, asegura. El bruto de la entrevista se puede dividir en “secuencias de una vida”, fragmentos de la grabación que permiten “una rápida localización de testimonios sobre hechos o temas concretos”.

Además, interpretan fotografías. “Una imagen vale más que mil palabras, pero muchas veces una imagen no es capaz de explicar la historia y las personas que hay detrás de ella”, reflexiona. Eso sí, desde Labrit Patrimonio matizan que no hace falta poseer material gráfico o documentos sobre esos hitos de vida. “Los recuerdos mentales también valen. Lo que hacemos es que esos episodios se transmitan para que quede recopilado para siempre”, subraya.

dos historias Miguel Ángel Abarzuza y Josefina Iborra (ambos 73 años) se pusieron delante de las cámaras de Labrit Patrimonio y durante tres horas narraron los episodios centrales de sus respectivas historias. “Estaba un poco asustada porque nunca había llegado a esta confesión. Cuesta hablar sobre tu vida personal, que es más íntimo”, confesó Josefina. “Siempre hay un miedo escénico, pero como he sido abogado tengo experiencia a la hora de dirigirme al público”, afirmó Miguel Ángel. A pesar de los nervios, ambos recomendaron la experiencia a los de su generación: “Siempre está el que te oye y el que dice esta es la paliza del abuelo, no voy a hacer caso. Entonces, tenerlo grabado permite que este ahí para siempre y que no se pierda”.

A lo largo de esas tres horas, Miguel Ángel destacó su faceta laboral y político-social: “He sido letrado de urbanismo del Ayuntamiento de Pamplona y del 82 al 86, con Balduz de alcalde, me nombraron secretario general del Consistorio”, recordó. En 1989, pasó al Tribunal Superior de Justicia de Navarra como magistrado en la sala de lo civil y lo penal. Poco antes de jubilarse, redactó el voto particular en el caso de La Manada. “Fuimos minoritarios en mi tribunal y después el Tribunal Supremo confirmó nuestra tesis”, relató. No podía faltar la familia: “Nos hicimos novios en el 68 y me casé con Charo en el 71. El año que viene haremos las bodas de oro”, avanza ilusionado. Tampoco sus dos hijos y cuatro nietos, a los que “por desgracia no voy a poder ver del todo en esta Navidad”, se lamentó.

Josefina quiso que se quedara para el futuro que “soy muy de Tafalla y no paró de contarles a mis hijos y nietos anécdotas de mi niñez y juventud”. Recordó la cercanía que había en el pueblo en esos tiempos: “Tafalla era una familia grande. Lo mismo estabas jugando con unos o con otros. A mí me maravillaba que me dejaran entrar a una casa a la noche, a la tarde... Daba igual. Era una convivencia mucho más cercana que se ha perdido”, aseguró.

Miguel Ángel también lamentó que se hubiera perdido ese “estilo de vida”: “Vivíamos en la calle. Siempre estábamos en la plaza San Francisco jugando a las canicas, a la peonza, tres navíos en la mar...”, apuntó. Además, mencionó que no había televisión: “Nuestros nietos pensarán que son chochadas del abuelo, pero muy pocas casas tenían televisión y por eso veíamos el fútbol desde los escaparates de las tiendas de televisores. Parábamos los coches y les gritábamos que nos dejaran en paz, que estamos viendo el partido”, expresó.

“Los nietos pensarán que son chochadas, pero veíamos la televisión desde los escaparates de las tiendas”

Jubilado que ha contado su legado

“En Tafalla antes había una convivencia mucho más cercana. Te dejaban entrar a cualquier casa”

Jubilada que ha contado su legado

“La importancia de los testimonios de los abuelos ha aumentado tras la pandemia”

Gerente de Labrit Patrimonio