ola, personas, ¿qué tal se va llevando el invierno?. Ánimo, que la primavera ya está llamando a la puerta.

Esta semana se puede decir que me he encontrado el paseo sin haberlo planeado en absoluto. Me explico: el otro día, el miércoles, fui a llevar un encargo al colegio de arquitectos que se encuentra en la séptima planta del edificio de la desaparecida CAMP en la avenida del Ejercito, tras dejar allí lo que allí tenía que dejar pedí permiso para hacer unas fotos de sus privilegiadas vistas, me fue amablemente concedido y me dediqué a fotografiar y a ver la ciudad desde las alturas y en especial me entretuve en ver la Ciudadela desde tan privilegiado balcón. Al verla empecé a cuestionarme su distribución y no tuve más remedio que bajar y recorrerla de cabo a rabo metiendo el morro en todos sus rincones y haciéndome mil preguntas sobre cómo sería el día a día de toda la soldadesca que en ella sirvió.

El conjunto defensivo se levantó en el siglo XVI por orden de Felipe II, con la dirección política del virrey Vespasiano Gonzaga y Colonia y la dirección técnica del ingeniero Giacomo Pelearo El Fratín. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, aquel recinto no era solo un recinto de defensa hacia el exterior sino que también lo era de defensa hacia el interior, hay un dato que no deja lugar a dudas: de cinco baluartes que tenía el pentágono defensivo dos de ellos el de San Antón y el de la Victoria estaban dentro del recinto amurallado: verde y con asas, pozal. Pero bueno, vamos a bajar de la atalaya y vamos a pasearla, que, dicho sea de paso, es una gozada de paseo.

Entré por su preciosa puerta de la avenida del Ejército y tras atravesar el sombrío túnel me planté en el cuerpo de guardia, hoy punto de información de las actividades que allí se desarrollan ayer punto de control de aquellos que accedían al fortificado recinto. Cuando entré, antes de montarme en la máquina del tiempo y ponerme en la piel del militar histórico que desarrollaba su labor entre muros y fosos, arcabuces y espingardas, me vinieron a la sesera todas las vivencias que hemos tenido allí a lo largo de nuestra vida. El recinto, como de todos es sabido, se cedió al Ayuntamiento en 1964 y éste lo adecuó y lo abrió a la ciudad a mediados de los 70. De todos los edificios que había entre sus muros se conservaron cuatro, el polvorín, diseñado en 1694 por Hercules Torelli, un edificio de impresionantes contrafuertes y muros inexpugnables; el viejo polvorín y más tarde horno, edificio de planta casi circular; la sala de armas, que fue almacén de elementos artilleros, y el pabellón de mixtos. Estas cuatro construcciones, supervivientes de todas las que había, y eran muchas, pasaron a ser salas de exposiciones gestionadas por el equipo de la CAMP y con ellas la Ciudadela empezó a ser el sitio más vanguardista de la ciudad, son destacables las esculturas de arte abstracto que tiene en sus jardines, entre ellas cuenta con obras de autores como Oteiza , Aizkorbe, Basterretxea, Anda, Eslava, Sada y muchos más. El otro punto de interés del recinto amurallado han sido los conciertos. Allí hemos visto desde Silvio Rodriguez y Pablo Milanés en sus primeros recitales de la nueva trova cubana a grupos locales como Neon Provos teloneando a Tequila o desde Orquesta de señoritas, de Jean Anouilh, a lo último de Andrés Calamaro. La Ciudadela ha sido, es y será el rincón joya pamplonés.

Sigamos con mi paseo. Dejé atrás el cuerpo de guardia y fui a mi izquierda para ir a la vera de la tapia que da a la avenida y llegar al único trocito que quedó en pie del baluarte de San Antón , uno de los dos que tiraron en 1888 para hacer el primer ensanche, un sacrificio del patrimonio más inútil que el cenicero de una moto, nos mutilaron la ciudadela para nada, del de San Antón queda en pie un flanco y el muro exterior de la casamata. Subí arriba del paño de muralla y teniendo enfrente el reconstruido revellín de Santa Lucía llegué al otro baluarte, al Real o de San Juan, que tiene según conté 34 troneras para artillar o instalar en ellas cualquier tipo de artilugio que dispare algo y defienda la plaza, no solo tiene las que le corresponden, las suyas de baluarte normal, sino que este es el único que además tiene una cosa que se llama caballero y que es una edificación extra en lo alto de su explanada con un montón de cañoneras para reforzar su defensa.

El principio de una ciudadela abaluartada como la nuestra es "defiéndeme tú que yo te defiendo", es decir todos los baluartes tienen instalados elementos de defensa en sus muros hacia el baluarte de enfrente y viceversa de manera que si uno es atacado por el enemigo siempre estará el de enfrente para defenderlo. En los rincones que forman los flancos de baluartes con el paño de muralla se encuentran las casamatas, una posición de tiro más baja y mucho más protegida que el resto a la que se llega por un túnel abovedado y que bien artillada defendía el paso del foso. En estos días el Ayuntamiento, en un plan que llama Rincones con encanto, está planeando abrir al público las casamatas de los baluartes de Santiago y de la Victoria.

Yo he seguido mis andanzas por entre piedras, ladrillos, parapetos, rampas, garitas, fosos, escarpas y contraescarpas, y al llegar al flanco del Real he seguido por la cortina hasta el de Santa María, que he recorrido por todo su perímetro y al que le he contado 26 cañoneras. En él he parado un rato para ver a unos intrépidos escalar los muros con la única ayuda de sus pies, sus manos y esos polvos que continuamente se ponen en los dedos que se diría que son polvos mágicos. Pasando por encima de la puerta del Socorro he llegado al baluarte de Santiago y de allí por el último paño he llegado a lo poco que queda del de la Victoria que hace ángulo con el muro de cierre de la avenida del Ejército cerrando así todo el recorrido. En este punto me he asomado a la parte donde se encontraban las piscinas de Mola y hasta no hace tanto había un frontón bastante frecuentado por pelotaris y miralaris. He llegado de nuevo al cuerpo de guardia y he salido llevándome una sensación contradictoria: todo el recinto que acababa de recorrer no sirvió nunca para nada, jamás se pegó un tiro, jamás se dio una escaramuza, jamás tuvo un episodio bélico de cierta relevancia, sus cañones siempre fueron mudos. Solo una vez fue tomada y lo hicieron con el timo de la estampita. Pues casi mejor, he pensado

La semana que viene más.

Besos pa'tos.