ola, personas. Se hace saber que este es el último ERP invernal, el próximo será primaveral, y aunque las cosas no están para echar cohetes usaremos ese dicho tan navarro que dice: "Mal por mal más vale Orradre que Napal". Al menos la primavera tiene flores y eso alegra la vida.

Yo este ERP lo he traspasado. Bueno, lo he traspasado a medias. Me explico, he cedido mi cuerpo a un peregrino para recorrer el tramo del Camino de Santiago que atraviesa Pamplona. Y digo a medias porque yo también he ido, he ido con él acurrucado en cucurubico en un pliegue de la oreja para ir contándole lo que veía en su caminar a través de nuestras murallas, nuestras calles, nuestras iglesias y nuestros parques.

El jueves a las 9 horas de una mañana que nos amaneció a capricho nos ensamblamos en el molino de Caparroso para empezar nuestra andadura.

Atravesamos las pasarelas para llegar al puente románico y empezar el recorrido como está mandado: dejando a la espalda la casa de las Moscas y atravesando esa joya de la ingeniería medieval que es el puente de la Magdalena, le expliqué un poco de la historia del antiquísimo barrio, de su lazareto y leprosería y del puente que atravesamos que es el más antiguo de cuantos vadean el Arga a su paso por Pamplona; llegamos al semáforo y hubimos de esperar nuestro turno, lo cual nos sirvió para ver y admirar la trasera de la Catedral y el ábside de la capilla Barbazana coronando la defensa gris y poderosa que ante nosotros se levantaba, cruzamos la carretera del Vergel y entramos en terrenos amurallados que el peregrino admiró y quiso conocer. Este primero que dejamos a nuestra izquierda, le dije, es el baluarte bajo de Nuestra Señora de Guadalupe y forma parte del conjunto defensivo del baluarte del Redín, que es el que vemos más arriba, y éste a su vez es parte de todo el conjunto fortificado que rodeaba y cerraba Pamplona hasta 1915. En cuatro pasos llegamos al portal de Francia. Le hice ver la buena conservación de la obra con su puente levadizo en funcionamiento, sus poleas, sus puertas y demás componentes. Pasada la histórica entrada el caminante se dio cuenta de que entraba de pleno en el corazón de la vieja Iruña por la antigua rua de los peregrinos, hoy calle del Carmen en honor al cenobio carmelita que tantos años ocupó su esquina con el Redín. Subimos calle arriba y le enseñé a mi nuevo amigo la casa en la que vivió Zumalacarregui. Un poco más adelante nos asomamos desde la calle Dos de Mayo para ver el Palacio de los Reyes de Navarra y le conté su historia: qué fue, quién lo habitó y qué es. Enseguida llegamos a la plaza de Navarrería, a la derecha el maltrecho palacio de Rozalejo, en el centro la fuente de Santa Cecilia que diseñara en el S. XVIII Luis Paret y Alcázar para abastecer de las ricas aguas de Subiza al viejo barrio, calle Navarrería arriba vimos la torre norte de la Catedral, pero como nos habíamos propuesto no salir del camino de flechas amarillas su torre neoclásica fue todo el recuerdo que de nuestra metropolitana se llevó. Alcanzamos Mercaderes y tras un breve e inevitable comentario referente al encierro al llegar a Estafeta y su famosa curva, desembocamos en la plaza de Ayuntamiento, colocado en el centro de la misma el peregrino giraba sobre sus talones y en un ejercicio de imaginación se veía rodeado de pañuelos rojos al cielo, muchedumbre, apreturas, alegría y sol. La rococó fachada del Ayuntamiento requirió de su explicación, que trajo a colación el Privilegio de la Unión, Carlos III, los burgos y toda la historia de la creación de la ciudad. Entramos en el viejo burgo de los francos por San Saturnino y se quedó deseoso de saber algo sobre el gran templo que aparecía ante nuestros ojos. Le conté, y le conté que tiene arrendado un buen pedazo a una Virgen viajera que llamamos del Camino que un buen día apareció sobre una viga y ya no se quiso marchar. Enfilamos la calle Mayor y todo eran preguntas, que qué era el pocico, que qué era el Condestable, que si el palacio de Redin y Cruzat, que cuál era la historia del palacio de Ezpeleta, a todo fui contestando y no había terminado una explicación cuando ya oía la siguiente pregunta. Al terminar la calle le propuse desviarnos unos metros de las flechas amarillas para entrar a ver a San Fermín en su capilla, antes de efectuar la propuesta el andarín ya estaba adentro. Vimos al santo moreno y le encantó y me hizo contarle su historia, cuando le dije que era un santo legendario, sin prueba alguna de su existencia. Se resistía a creerlo. Encomendó su viaje al copatrón y abandonamos el templo.

Las flechas amarillas nos llevaron a la Taconera, parque de los que una ciudad puede presumir, y de ahí a otro del que se presume si no más por lo menos igual : la maravillosa vuelta del Castillo. Le expliqué que en ese punto abandonábamos la ciudad amurallada y que esa maravilla verde que veía eran los terrenos llamados glacis que rodeaban el recinto defensivo que dejábamos atrás, nuestro peregrino abrió la boca cuando vio las murallas que forman la ciudadela y la cerró diez minutos después cuando ya habíamos enfilado Fuente del Hierro camino de la universidad, tal fue la impresión que le causaron. Llegamos al campus de la Universidad de Navarra tan primorosamente cuidado con sus ricos edificios y sus hermosos ejemplares arbóreos. Atravesamos el río Sadar por ese pequeño puente de arco carpanel y nos dispusimos a recorrer los últimos doscientos metros que al camino le quedaban dentro del término municipal de Pamplona, le expliqué que en el siguiente puente, el que salva el río Elorz, en el centro del pretil derecho hay un mojón con un escudo de Pamplona en bajo relieve muy, muy antiguo , que marca el límite de la ciudad y que era ahí donde antiguamente el Ayuntamiento recibía al nuevo obispo y ahí precisamente será donde nosotros acabemos nuestra etapa jacobea, yo me daré la vuelta y tú seguirás tu camino como buenamente puedas. Alcanzamos dicho puente y llegamos a su mitad y buscamos el león rampante símbolo de nuestra ciudad tallado en piedra pero€ no estaba, lo habían robado, alguien armado de cincel y maza había partido la piedra y se había llevado la parte superior que contenía el viejo e histórico escudo. Fue un final triste para nuestro paseo, la obra de un vándalo y ladrón puso la guinda. ¿Lo sabrán esto quienes vigilan el patrimonio? Pues ahora ya lo saben. Que lo busquen.

El peregrino me devolvió mi cuerpo, di media vuelta y volví a mi casa tras atravesar la ciudad de parte a parte.

Besos pa'tos.