yer hubo vermú por las calles del Casco Viejo de Pamplona. Pero nada que ver con las imágenes de un clásico 7 de julio. Fue un festivo más, un día atípico para los vecinos de la ciudad. Muchos no renunciaron a la ropa blanca y el pañuelo rojo, colores que pusieron meláncolico a más de uno. “El día 7 es especial para cualquier sanferminero y ya van dos años que no podemos celebrar las fiestas, ver al santo pasear por nuestras calles, bailar al son de los gigantes o disfrutar de esos almuerzos. Es un poco triste”, lamentó José María Alzuza, vecino de la Txantrea que disfrutaba de una mañana en el centro de la ciudad junto a sus nietos. “Es como un vermú de domingo, un día de fiesta pero sin tener nada que celebrar”, añadió.

Para cuadrillas como la de Sara Garriz quedar cada 7 de julio es más que una tradición. “Siempre nos juntamos para almorzar tanto el día 6 como el día 7. Algunos de mi cuadrilla viven fuera de Pamplona y estos días son la mejor excusa para estar todos juntos”, señaló la joven. “Sabemos que el virus sigue, por eso hay que ser precavidos y no volvernos locos. Podemos disfrutar, pero con moderación”, agregó. “Se nos echa la culpa de todo a los jóvenes, pero yo veo a mucha gente aquí que el carnet joven se les caducó hace mucho tiempo”, alegó.

Al ser festivo muchas familias aprovecharon para pasar el día en la ciudad con sus hijos e hijas. “Se agradece para los que tenemos niños pequeños subir a Pamplona un 7 de julio sin tanto cúmulo de gente”, explicó Ainhoa Jiménez, que gozaba de una jornada tranquila en la Plaza del Castillo junto a sus dos hijas. “Es el segundo año que nos quedamos sin fiestas y las crías sí que me preguntan cuándo van a poder ver a los gigantes y cabezudos, pero se les explica que el virus sigue y es peligroso y esperan con paciencia, mejor que algunos adultos”, expresó la madre.

Aprovechando la hora del vermú, hubo algunos que decidieron alargar su estancia en la mesa de La Tasca de Don José hasta la hora de comer. “En este bar no suelen coger reservas, por lo que pillar una mesa en días como estos es bastante complicado y por eso nos vamos a quedar aquí y unimos con la comida”, destacó Juan Carlos Elizalde, vecino de Pamplona. “En algunos bares pedían fianza para poder reservar, llegando a pedir 40 por cada mesa, y los menús han subido unos 10 euros de precio, hemos preferido no reservar y jugárnosla”,añadió. “Está siendo un día bastante normal, como si fuese un sábado o menos afluencia. Lo único distino es que hay gente de blanco y rojo”, destacó una camarera del establecimiento.