El murete de piedra que separa el paseo del Arga en Burlada de lo que hasta ahora era la huerta de Javier Zoroquiain Villanueva, de 89 años, ha frenado el impacto de incontables riadas a lo largo de las últimas décadas, pero el pasado 10 de diciembre, tras al menos un centenar de años en pie, cedió al agua que barrió todo lo que encontró a su paso.

"Hemos visto muchas riadas, pero una como esta, que haya causado tantos destrozos, jamás", asegura por su parte Luciano Garde Bidaurreta, de 91 años, también vecino de Burlada desde los años 40. Concretamente, Javier y Luciano se refieren a las inundaciones de junio de 2013 como las "más potentes que se recordaban en el pueblo hasta el momento", ocasión en la que "solo se estropearon las huertas y unos pocos coches. El agua ni siquiera llegó a entrar en las casas", apuntan.

Una situación que dista mucho de la realidad que viven en estos momentos diversas localidades de la Comunidad Foral, entre ellas Burlada, donde "todavía hay familias que no han podido volver a sus casas porque no tienen ni suministro eléctrico, ni mobiliario, ni nada", señala Javier.

Este vecino, a pesar de sentirse afortunado por no haber sufrido daños personales, es el propietario de una de las viviendas que se han visto más afectadas. Con una planta baja sumergida bajo metro y medio de agua, Javier da gracias a vivir en el segundo piso: "Hemos tirado puertas, sillas, mesas y un arcón, entre otras cosas, y tuvimos que alquilar una maquina con la que sacar todo el agua. El problema ahora es la humedad, que tardará tiempo en irse", explica.

Por otra parte, su mayor pena es el estado en el que ha quedado su huerta -ubicada a escasos metros del río Arga- que, según apunta, ha cuidado siempre "con mucho mimo, la tenía a capricho, pero ya no queda nada". Javier señala así los restos de un invernadero que ahora no es más que una maraña de plásticos y hierros entrelazados con ramas y barro, mientras se lamenta de la falta de alertas frente a lo que ha sido "la mayor riada que ha vivido Burlada en los últimos cien años".

Desprevenidos Ante la previsión de fuertes lluvias en toda Navarra, el pasado 9 de diciembre Javier decidió dar una vuelta por el pueblo antes de acostarse "para ver si habían vallado alguna zona como se suele hacer cuando hay riesgo de inundaciones. No vi nada y me fui a la cama tranquilo", rememora.

Horas más tarde, su vecino Luciano se despertó y contempló atónito desde su ventana unas vistas más similares a Venecia que a la Burlada en la que ha vivido desde que tiene siete años: "Me desvelé varias veces por la noche con el ruido de las sirenas de la policía, sabía que algo malo pasaba, pero no esto", asegura.

Por la contra, Javier ni siquiera pudo pasar la noche en su cama y es que se encontraba inmerso en un sueño cuando escuchó la voz de su hijo Ramón a las cuatro de la madrugada. "La última vez que me despertó de esa forma en mitad de la noche fue cuando mi mujer falleció. Esta vez tampoco podía ser nada bueno", narra Javier, quien recuerda que abrió los ojos en estado de shock y no paraba de repetir a su hijo que encendiera la luz de la habitación, pero no había electricidad.

Entonces, Ramón cogió una linterna que su padre guardaba para emergencias en la mesilla y cargó con él a sus espaldas hasta la calle de enfrente. "Yo no podía salir a pie porque el agua en el primer piso ya nos llegaba por encima de las rodillas. Abrimos la puerta como pudimos y salimos pitando", explica Javier.

El poder del auzolan Aunque el río haya vuelto a su cauce, la vida de los burladeses y burladesas no ha vuelto a su ser y no lo hará en un tiempo, y es que "todavía queda mucho trabajo por hacer. Habrá lugares que no vuelvan a ser los mismos y costará mucho recuperarlo todo, en especial las huertas, pero con la ayuda de todos se agilizará el poder volver a la normalidad", anticipa Javier.

En este sentido, los dos históricos de Burlada se emocionan al ver el apoyo comunitario que están viviendo todos los vecinos afectados. "Si algo bueno se puede sacar de esta tragedia es la ayuda desinteresada de muchos, en ningún momento han faltado manos y es de agradecer", dice Luciano.

A pesar de sentir una "pena inevitable" al ver el que ha sido su hogar machacado por el agua, Javier y Luciano -quien por suerte no ha visto afectada su casa- se enfrentan a este reto "con mucho ánimo. Vivimos un momento en el que están ocurriendo cosas mucho peores y que no tiene solución, por eso damos las gracias a tener salud y que todos los males sean estos", concluye Javier.

"Todavía hay trabajo por hacer y Burlada tardará en recuperarse, pero gracias al trabajo de todos será posible"

Vecino de Burlada afectado por la riada