La ciudad estrena estos días ‘Pamplona no se construyó en un día’, una nueva pieza de arte urbano que, en este caso, es un recuerdo permanente de la vocación educadora de Pamplona en el espacio público. La ciudadanía puede contemplar, totalmente terminado, el mural de 50m2 y producido por medio centenar de integrantes del alumnado de Secundaria del IES Navarra Villoslada y del Colegio Nuestra Señora del Huerto. Está situado en un espacio de paso entre el barrio de Lezkairu y la UPNA: la plaza peatonal bajo la rotonda de confluencia de la calle Tajonar y la avenida de Cataluña.

Los artistas Peio Iglesias y Leire Urbelz dirigieron y coordinaron este trabajo artístico cooperativo que empezó a plasmarse sobre muro el 30 de noviembre, al hilo de la celebración del Día de las Ciudades Educadoras 2021, y cuyo proceso creativo se trabajó previamente en talleres en los propios centros educativos y en la Escuela Municipal de Arte Catalina de Oscáriz. Su contenido, basado en la técnica del collage y plasmado alternando imagen figurativa en blanco y negro y motivos contemporáneos-pop en color, plantea una reflexión sobre la conexión entre pasado, presente y futuro de la ciudad a nivel histórico - artístico (arquitectura), pero también sobre la relación entre paisaje, arquitectura y ser humano.

Además de contribuir a la conmemoración del ‘Día de la Ciudad Educadora 2021’, y la aportación de una nueva pieza artística a la ciudad, esta iniciativa ha acercado los procesos e ideas del arte urbano a la comunidad educativa, involucrándola en la creación directa; ha fomentado la convivencia entre estudiantes de diferentes centros educativos y redes (pública/ concertada) y ha incidido en el potencial que tiene el trabajo colectivo para cubrir necesidades individuales, como para adquirir conocimientos a través de las discusiones sobre la historia y la arquitectura de Pamplona.

Pamplona forma parte de la Red de Ciudades Educadoras, urbes que promueven una visión amplia de la educación a lo largo de la vida para generar entre quienes las habitan oportunidades educativas que permitan desarrollar el potencial de todas las personas. Se trata de convertir a la ciudad en un motor de bienestar, convivencia, prosperidad, cohesión social y, también, de compromiso. Según el preámbulo de la Carta de Ciudades Educadoras, un documento con más de dos décadas de recorrido “la Ciudad Educadora vive en un proceso permanente que tiene como finalidad la construcción de comunidad y de una ciudadanía libre, responsable y solidaria, capaz de convivir en la diferencia, de solucionar pacíficamente sus conflictos y trabajar por el bien común. Una ciudadanía consciente de los retos que la humanidad afronta actualmente y con conocimientos y habilidades que les permiten hacerse corresponsables de la búsqueda de soluciones que exige el momento histórico que vivimos”.