El Café Roch, uno de los últimos reductos para la bohemia en Pamplona con más de un siglo de vida, ya ha echado la persiana. Una de las propietarias de la bajera les insta al desahucio por una "formalidad", pero prometen reabrir en cuanto la solventen. En los últimos días han recibido una oleada de afecto lamentando el cierre, que iba a producirse este domingo, pero debido a la gran afluencia de clientes se han quedado sin producto y no han podido abrir. "Os agradecemos de corazón todas las muestras de apoyo y cariño, esperamos poder veros pronto", han expresado a través de un cartel en su establecimiento cerrado. Jarauta 69 ha rendido homenaje con su música al establecimiento esta mañana, como puede apreciarse en el vídeo, entonando el "Volver, volver" de Vicente Fernández.

El Café Roch había sobrevivido a modas y tendencias, asomado al mismo rincón de la calle Comedias donde en 1898 un catalán de Tortosa, cornetín en la guerra carlista, decidió acompañar la tertulia de los pamploneses con ron y café.

Eran las dos únicas bebidas que ofertaba el local, que conservaba el mobiliario y las dimensiones del que inaugurase su propietario original. Eugenio Roch, que así se llamaba, adquirió experiencia en varios cafés de Pamplona hasta que se lanzó a la aventura empresarial. Antes se había casado con una mujer del caserío Ubiría de Lesaka, con la que tuvo siete hijos, con tres de los cuales emigró a México en las primeras décadas de este siglo. Los otros cuatro, Pablo, Pascuala, Dominica y Gabino, continuaron el negocio hasta que, exceptuando a Gabino, fallecido en los años 60, todos murieron en 1984 en un intervalo de apenas seis meses.

Ese año, tres jóvenes de unos 24 años adquirieron el local. Según comentaba Víctor, uno de los dueños, a DIARIO DE NOTICIAS en una entrevista con motivo del centenario, el negocio era "absolutamente ruinoso" cuando los tres propietarios lo adquirieron en 1984, probablemente cegados por "un exceso de confianza propio de la juventud".

Varios años antes, el escaso volumen de negocio hizo que Pablo Roch estuviese tentado a cerrar el café, refugio para conversadores en unos tiempos en los que "ya no queda espacio para la lírica". Aunque la decoración se ha mantenido tal cual, algunos elementos han sido sustituidos por máquinas más acordes con los nuevos tiempos.

Así, la antigua cámara de alpaca que mantenía refrigeradas las bebidas a base de hielos fue sustituida por un frigorífico eléctrico, y la vieja cafetera, que había suplantado al tradicional café de puchero, dio paso en el año 1977 a una cafetera exprés. Si bien el Roch cumplió cien años en 1998, algunos de los muebles que lo adornan son centenarios desde hace ya algún tiempo, puesto que Eugenio Roch los compró cuando llevaban varios años amueblando el café Lardeli de la capital navarra.

Otra de las joyas que guardaba el Roch es su barra, de mármol rosa del Baztan, extraído de una veta agotada desde hace décadas. La peculiaridad de este tipo de caliza, no muy frecuente, puede apreciarse en el metro de Moscú, para cuya construcción se utilizó. Las paredes del Roch son pintadas y repintadas una o dos veces al año, lo cual es objeto de polémica y comentario entre algunos de los clientes habituales. Uno de los mayores problemas surge cuando la pata de alguna de las mesas se rompe, ya que tan sólo hay en Pamplona una persona capaz de reparar el hierro colado.

Personajes y tertulias

A lo largo de su historia, han sido muchos los personajes que se han acercado al Roch en busca de café, tertulia y en ciertos casos, contagiarse de aires de bohemia. Entre ellos se cuentan el omnipresente Ernest Hemingway o el periodista británico Osborne quien, pese instalarse en Pamplona desde la Guerra Civil, no consiguió a lo largo de su vida perfeccionar su nefasto castellano. Sin embargo, los que verdaderamente dotaron de vida al local fueron los pamploneses de cada época. En los últimos tiempos, ha sido habitual en las tertulias que se formaban cada tarde la llamada escuela de Pamplona, que agrupaba a pintores como Azketa o Salaberri.

Hasta hoy día, el local seguía siendo punto obligado de reunión para actores o músicos que vienen a Pamplona, y no menos habituales eran los turistas extranjeros que quieren captar el auténtico sabor de la vieja Iruña. Buena culpa del prestigio del Roch la tiene su aparición en diversas guías turísticas, como el Trotamundos, la editada por El País o varias publicadas en Estados Unidos.

Bombas y contrabando

Una de las muchas anécdotas que jalonan la dilatada historia del Café Roch ilustra significativamente la época de frecuentes algaradas callejeras que se vivieron a mediados de los años 80. El protagonista de la historieta es un representante comercial de Madrid que se encontraba en Pamplona y decidió visitar el Café Roch. Cuando subió a los servicios, ubicados en el segundo piso del café, la fatalidad quiso que una ráfaga de aire elevase hasta el baño una densa columna de humo procedente de la vieja estufa de leña y carbón que todavía funcionaba en el local. Al pobre comerciante le faltó tiempo para salir a la calle con los pantalones todavía bajados exclamando: "¡Una bomba, una bomba!".

El café también ha servido para otros fines además de amigables tertulias, como el contrabando. Así, el Roch era un frecuente lugar de reunión, y muchas veces consigna, para varios vecinos de Valcarlos que se desplazaban a Pamplona en autobús y aprovechaban el segundo piso del local para dejar las maletas y el estraperlo: azúcar, café o lencería, muy apreciada en aquellos tiempos.

La experiencia le decía a Víctor que los clientes, será porque crece el poder adquisitivo, tienen un paladar cada vez más refinado. El vino común ha dado paso a los crianzas y las mentas, infusiones y refrescos están ya a la orden del día.

Además de varios capítulos de la historia de Pamplona, el Café Roch también ha sido testigo de una evolución en los gustos y costumbres de sus clientes. Poco queda ya de aquellos primeros tiempos en que el café y el ron eran las únicas bebidas que se servían ni se ha heredado la costumbre de comprar una botella, a la que se asignaba el nombre del cliente. Uno de los productos más famosos del Café Roch, sus fritos: de pimiento, de roquefort, de jamón y queso, de anchoa... Sin embargo, su aparición en la barra del Café Roch es relativamente reciente, puesto que empezaron a elaborarse mediados los años 70. Ahora se cierra una etapa a la espera de que se abra una nueva.