Junio de 2020 fue un mes maldito para el comercio local ya que pasó por encima de tres establecimientos centenarios y distintivos de esa vieja Iruña que casi es historia: La Algodonera, Casa Ataun y Torrens.

Isabel de la Era Satrústegui, última dueña de La Algodonera, iba a “aguantar” dos años más al frente del centenario comercio, pero en junio de 2020 tuvo que cerrar por motivos personales. “Liquidé la tienda muy rápido y sintiéndolo mucho”, recuerda.

Tras un cuarto de siglo al frente de la mercería, Isabel se queda con “esas pequeñas cosas”: el cariño y la amabilidad de la gente, el ambiente “especial” que se creaba en la tienda y “la alegría del trabajo bien hecho al haber solucionado problemas a las personas”, subraya.

Durante estos 25 años también ha tocado sufrir, sobre todo a la hora de cuadrar las cuentas: “Me asustaba, me ahogaba cada vez que abría las facturas porque había que pagar una enorme cantidad de impuestos. El dinero no llegaba y los trabajadores tenían que cobrar, pero lo sacabas de cualquier lugar”, comenta.

Desde que se jubiló, Isabel pasea todos los días por el Casco Viejo, aunque, confiesa, “cada vez va a merecer menos porque van a quedar cuatro bares abiertos. Me da mucha pena, pero el pequeño comercio no tiene futuro. En cuanto tiene empleados está tocado”, lamenta. En el caso de La Algodonera, un valiente, Adrián Burga, decidió abrir en abril la tienda de ropa Charmes.

El 30 de junio, y tras 35 años al frente, Félix Inda y su hermana Nekane vendieron las últimas pastas, tortas de txantxigorri, chocolates y regalices de Casa Ataun. El origen de esta pastelería y confitería se remonta al 14 de diciembre de 1898, fecha en la que Ubaldo Ataun figura como propietario del número 14 de la calle Eslava. En 1931, Ubaldo falleció y su hijo Jesús llevó las riendas del negocio familiar hasta 1983.

Ese año, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con Jesús: el Consistorio compraba y rehabilitaba el edificio por tres millones de pesetas y el pastelero se podía quedar a vivir y a trabajar. Durante las obras de remodelación, se alojó en La Perla a costa del Consistorio, pero a los cuatro meses, cuando ya podía regresar, Jesús, que tenía 82 años, se jubiló y se quedó a vivir en el hotel. Además, pactó una renta vitalicia de 100.000 pesetas con el Ayuntamiento a cambio de ayudar al nuevo arrendatario, Félix Inda.

A finales de junio también bajaba la persiana Casa Torrens, que durante sus 101 años de historia agasajó a los pamploneses, y a los visitantes, con productos delicatessen y gourmet: verduras y frutas de la huerta navarra, legumbres, quesos de pastor, ibéricos, patés, conservas...

El 2020 también nos dejó otros dos cierres por jubilación que no encontraron un relevo generacional: la Mercería Carmen, en la calle Nueva, y Elizburu, en Chapitela desde 1900, que durante 120 años ha grabado rótulos, ha elaborado sellos de caucho y ha vendido artículos de escritura como plumas