6.186 vecinos y una sola pescadería. "Hay sitio para dos, pero por ahora me gustaría estar sola para que la inversión se rentabilice. Quiero seguir siendo la pescadera del barrio", bromea Raquel Méndez, 33 años, que junto con su marido Mikel García regenta la pescadería El Castillo, la única del Soto Lezkairu.

La pareja se vino a vivir al barrio pamplonés hace seis años, "cuando no había más que cuatro casas, fuimos primerizos", y desde el principio echaron en falta una pescadería, entre otros servicios. "No había nada. Lo justo había una farmacia o dos, pero no existía ninguna carnicería ni supermercado", recuerda. Esta escasez de comercios locales les complicaba su día a día ya que al tener "un crío pequeño si querías ir a comprar te tenías que desplazar con él a un supermercado con el riesgo de que se te despertara", subraya. Además, insiste Raquel, natural de Marcilla, "a nosotros nos gusta mucho hacer la vida en el barrio, comprar la carne en la carnicería, el pan en la panadería... Creo que es como volver al pueblo". Ah, y anteriormente había trabajado en Mercadona y "la pescadería era mi sección favorita".

Con su experiencia previa y con las ganas de tejer barrio se pusieron manos a la obra. Tras mucho trabajo y papeleo, el 20 de octubre atendieron a los primeros clientes: "Vino todo el mundo conocido, amigos y familiares. Fue un día de muchas emociones, para no olvidarlo y recuerdo que estaba muy nerviosa. Pero la verdad que desde el primer momento hemos tenido muy buena acogida en el barrio", asegura.

En estos primeros cuatro meses de "aventura" familiar han amortizado los gastos iniciales y han afianzado la clientela del barrio: "Sobre todo muchas parejas jóvenes con críos pequeños que buscan rapidez y facilidad. Quieren sota, caballo y rey y también nos preguntan por recetas", comenta. También se acerca gente más mayor porque sus hijos residen en el Soto Lezkairu y aprovechan la visita para realizar la compra.

Sin espinas

Una de los buques insignia de El Castillo es la limpieza exhaustiva de las piezas de los pescados. "Mi marido es un anti espinas, es de los que no come pescado porque dice que le da pereza ir quitándolas todas. Además, los críos a veces tienen esos atragantamientos tontos y cuando trabajaba en el supermercado siempre intentaba quitar todas las espinas, limpiaba con esmero", afirma. Para ello, cuentan con unas pinzas con "las que las vamos quitando las espinas una a una", subraya.

La pescadería también se caracteriza por el fileteo del producto: lubinas, doradas, gallos, corvinas, atún, salmón, lenguados o mariscos que descansan en un mostrador de acero marino que evita que el hielo se derrita. "Lo tenemos todo en fileticos. Solemos cortarlo en raciones de 200, 250 gramos que es lo que más o menos una persona suele comer", señala.

El trato cercano y personalizado también se aprecia en el vídeo diario del género que Raquel manda a los clientes que lo deseen. "La gente que quiere recibirlo nos tiene que mandar la palabra ALTA a nuestro WhatsApp y así les metemos en la lista de difusión", explica. Gracias a estos vídeos, muchos clientes que trabajan de mañana -son de las pocas pescaderías que abren a la tarde- pueden reservar su pedido y recogerlo después: "El pescado me llega fresco todas las mañanas y a la tarde ya va quedando menos género. Entonces, claro, el cliente que viene a las siete de la tarde se queda sin nada. De esta manera, puede adelantar el pedido. Me dicen 'oye, he visto en el vídeo que tienes gallos, guárdame dos en filetes y a la tarde me paso a buscarlos'. Entonces, vienen, cogen el pedido, pagan y se van.

Reparto en patinete

En estos tiempos de pandemia, los pequeños comercios han desarrollado ideas de lo más ingeniosas para no perder a su clientela. En el caso de Raquel, reparte pescado en patinete eléctrico a los vecinos del Soto Lezkairu que están confinados. "Disponemos de unas bolsas isotérmicas que van selladas. Hace un mes, me pasaba todas las tardes dando vueltas con el patinete eléctrico", indica. Raquel deja el pedido en la puerta y los clientes le pagan mediante bizum o transferencia.

También reparte -no en patinete- en su Marcilla natal. "La pescadería del pueblo es pequeña y y solo le reparten los martes y los viernes, así que no siempre dispone de todo el producto que quisiera. Como bajamos todos los domingos -y a ella le reparten a diario- la gente me pide que les llevemos pescado".