Puede que no resulte atractivo a la vista, que no sea tan suculento como otros alimentos o que los más pequeños lo rechacen, pero al brócoli se le puede sacar mucho partido y lograr que sea un manjar para el paladar. Con el objetivo de mostrar las bondades de este producto tan beneficioso para la salud y que en la actualidad llena los campos y huertas de Funes, la localidad ribera organizó cuatro jornadas llenas de actividades. Pero, ¿cómo se produce?

Álvaro Cirauqui Díaz, agricultor funesino y vicepresidente de UAGN, conoce bien este producto que, asegura, le ha ganado la partida a la coliflor. Y es que, cuenta, desde hace unos 25 años este último cultivo ha ido perdiendo protagonismo en pro del brócoli, un básico e imprescindible en una dieta saludable por su vitamina C, ácido fólico, potasio y hierro, entre otros.

En los últimos años, insiste Cirauqui, se ha notado un incremento en la producción de brócoli en el municipio sobre todo por la concentración parcelaria y el paso del riego tradicional al riego por aspersión. Sin embargo, “últimamente ya se ha estabilizado”.

La plantación

Este cultivo, apunta, arranca hacia finales de julio con la plantación que está mecanizada y que se hace de forma escalonada hasta septiembre para poder recogerlo también de forma graduada; a diferencia de otras verduras u hortalizas, en este caso no se utilizan ríos. “Los primeros frutos se recogen hacia mediados de octubre y la campaña finaliza en torno al mes de febrero, eso sí, todo depende del tiempo”.

Durante el proceso de plantación hay que aplicarle riego a la planta y algún tratamiento preventivo; la enfermedad que más afecta al brócoli es la botritis, un hongo que puede atacar a todos los órganos verdes de la cepa. Además, reitera este vecino de Funes, lo mejor para que el brócoli peleche es el cierzo porque, precisamente, evita enfermedades y alarga la recolección. En caso de que hiele, concluye Cirauqui, “el brócoli lo aguanta aunque se ralentiza el cultivo”.

Proceso manual

La recolección en el campo, por el contrario, es manual; los trabajadores van haciendo pasadas con el cuchillo cortando las plantas y las van dejando en unas palas que, después, descargan en unos grandes contenedores que hay junto a los caminos y que los proporciona la industria. Y es que, explica Cirauqui, “se podría decir que el brócoli se vende en finca. El agricultor tienes que estar preparado con la maquinaria necesaria”.

Por último, un camión lo recoge del propio campo y lo lleva a la industria. A pesar de que para pasar el brócoli de la pala a los contenedores se hace con cierta dureza y altura, “con el golpe no se rompe”.

Se trata de un cultivo que se pone año tras año, no hace falta dejar la tierra reposar y, de hecho, entre campaña y campaña suelen alternar con algún cereal. Después entran con un picador y hacen las labores típicas de adecuación del terreno.

Al igual que sucede con otros cultivos, los agricultores antes de empezar la campaña ya tienen contratos estipulados y apalabrados con las industrias agroalimentarias y, como con todo, hay años de mejor y peor producción. Sin embargo, por lo general, recogen unos 12 millones de kilos al año; la presente campaña parece que va a mejorar las expectativas y va a superar esa cifra aunque, recalca, “no todo es tan bonito y el precio no es justo”.

El 99% de lo que producen va a la industria y no todo vale; no se pueden entregar brócolis sobre madurados. Además, en cuanto al tamaño, explica, varía en función del destino porque en el mercado se venden más las cabezas pequeñas, de unos 500 gramos, mientras que en la industria son mejor los brócolis más grandes porque los trabajan de otra manera.

Visibilidad

El Ayuntamiento cerró el pasado domingo 14 cuatro días de actividades en torno a este producto del que llevan años haciendo bandera. Durante estas jornadas, cabe recordar, los vecinos y visitantes de la zona pudieron catar el brócoli en las degustaciones degustacionesque organizaron, ver cómo cocineros de renombre lo cocinaban de diversas maneras y conocer más a fondo sus beneficios.

Para Cirauqui, iniciativas de este estilo “son positivas porque incitas al consumo y das a conocer el producto que, a lo mejor de otro forma, no lo haces”.

Además, cabe recordar que no se trata de jornadas de venta a diferencia de otras ferias en las que, por ejemplo, los asistentes pueden comprar pimientos o espárragos. “Aquí no hay esa tradición, aquí la cultura no es la del mercado sino la de la agroindustria por lo que no son días en los que se venda brócoli sino que van más hacia una sensibilización y puesta en valor del producto”.

De hecho, los más pequeños, que son quienes más reticencias pueden mostrar con las verduras, han tenido un papel fundamental y, además de realizar trabajos en el aula que los vecinos podrán visitar hasta el día 29 de este mes en una exposición que han montado en la casa de cultura, participaron en unas charlas en las que Javier Angulo y Sara Sanjuán les hablaron sobre la importancia de comer sano.