leitza - Gracias a la Asociación Católica de Padres de Familia, los y las leitzarras podrán contar con una nueva biblioteca en el centro del pueblo, para lo cual el Ayuntamiento ve imprescindible obtener ayudas públicas de otras instancias, tal y como observa el alcalde, Mikel Zabaleta, al tiempo que agradece a dicha asociación su generosidad con el pueblo de Leitza. Y es que esta institución eclesiástica surgida en la parroquia en los años 60 para la promoción social ha donado al Ayuntamiento de Leitza su local, Oialde, con el fin de “mantener el objetivo fundacional”, como destacan Marimi Odriozola, Tere Zabaleta, José Aranberri, Javier Otermin e Inaxio Azkoaga, miembros de la junta de esta asociación que agrupa en torno a 120 socios. “Veíamos que la asociación no tenía futuro. Barajamos diferentes opciones, como donarla a Anfas o Cáritas pero al final se la ofrecimos al Ayuntamiento porque veíamos que había muchas necesidades para diferentes servicios”, explican. Así, se trata de una donación condicionada y con un plazo de cinco años para acometer las obras. En caso de no ser así revertirá a la asociación.

Lo cierto es que el Ayuntamiento acogió con sorpresa y mucha satisfacción la oferta, sobre todo porque estaban buscando una nueva ubicación para la biblioteca, situada en la zona de Okilin, junto al centro de salud, y por tanto algo alejada del centro urbano. Y el local, de unos 450 metros cuadrados, no podía ser mejor, próximo al Herri Aretoa que se está habilitando en el antiguo cine, con más superficie que el actual y, por tanto, con más posibilidades para mejorar el servicio. Así, propuso a la asociación este destino, que fue aprobado por unanimidad en la asamblea de socios. El alcalde destaca asimismo que recientemente han obtenido un informe favorable a dicho traslado de la biblioteca pública por parte del Servicio de Bibliotecas Públicas de Navarra.

La Asociación Católica de Padres de Familia se constituyó en pleno boom de desarrollo industrial y demográfico en Leitza para la promoción de iniciativas de apoyo a las familias en la educación de sus hijos desde una perspectiva católica y formación humana y científica, como apunta Inaxio Azkoaga, párroco de Leitza y miembro con voz y voto de la junta. “Eran años de mucho movimiento”, destacan Marimi Odriozola, Tere Zabaleta, José Aranberri y Javier Otermin.

Y es que los años 60 fueron claves en la vida de Leitza, que pasó de ser una localidad que subsistía gracias a una economía agrícola y ganadera, de grandes familias que veían como sus miembros más jóvenes se veían obligados a salir a trabajar fuera, a pasar a ser lugar de acogida para gentes de los pueblos de la zona, al principio, y después de otros lugares de Navarra y de otras comunidades. En 1960 Leitza contaba con 1.626 habitantes, población similar a la que tenía a principios de siglo: 1.579 en 1910. Diez años después eran 2.623 habitantes y 3.262 en 1981.

El punto de inflexión fue la instalación de la Papelera de Leitza, en la actualidad del Grupo Lecta, que abrió sus puertas en febrero de 1959, promovida por el industrial guipuzcoano Patxi Arrazola, que pensó en Leitza para la expansión de la papelera Uranga, en la localidad guipuzcoana de Berrobi. El Ayuntamiento puso facilidades y el proyecto se hizo realidad. La factoría comenzó con 60 trabajadores, entre ellos una decena de mujeres. En pocos años se multiplicó el número de empleados, llegando a más de 1.500 a comienzos de los 70. Eran los años del papel colowal para revestimiento de paredes, de moda en la decoración de la época. Estos nuevos vecinos precisaban vivienda y en pocos años la fisonomía de Leitza se transformó, con bloques de pisos en huertas y prados o sobre antiguas viviendas que fueron derribadas para construir edificios más altos y funcionales. Con la fábrica entraron en las casas salarios y aumentó el nivel adquisitivo que se notó en el pueblo, tanto en el arreglo de las casas, más comodidades, la compra de coches o en mayor vida social en bares y restaurantes.

EL LOCAL La asociación adquirió el local en 1966 por 300.000 pesetas, uno de los bajos de una promoción de 92 viviendas de protección oficial que levantó Construcciones Elga en la finca Huartenea. Había dos locales, uno para la Caja de Ahorros y otros para esta asociación, que se amplió con suelo público. “En el catastro actual todo el edificio está a nombre de la asociación pero ese suelo público no figura en escrituras. Fuera del bloque, en las escrituras, pone 258,66 y en el catastro 405,59”, apunta el alcalde. Según se recoge en el archivo municipal, la asociación tenía problemas a la hora de paga la luz y el agua. A julio de 1967 la deuda ascendía a 119.787,40 pesetas. Por la falta de dinero y a la necesidad de hacer trabajos de acondicionamiento, la asociación firmó un contrato por diez años con la Papelera de Leitza para su uso como comedor, por lo que se habilitó una cocina. La empresa no pagó nada pero a modo de compensación el local -con las mejoras- revertía a los 10 años, de 1969 a 1979. Así, la asociación contaba con un amplio local que lo alquiló como bar. “Era un bar novedoso para la época. Hasta entonces las mujeres no íbamos a los bares y empezamos a ir con confianza después de trabajar. Al Círculo ni se nos ocurría entrar”, observan Marimi Odriozola y Tere Zabaleta. “El local es muy grande y se celebraban bodas”. También recuerdan que en este bar estaba uno de los primeros televisores de Leitza. Así, era el lugar de reunión de numerosos vecinos que acudían a ver aquellos programas en blanco y negro cuando solo había una cadena. Era un fiesta cuando se emitía el programa La unión hace la fuerza, el primer gran concurso de TVE en el que participó Patxi Astibia como integrante del equipo navarro.