sto tiene poco recorrido”, señala sorprendida Matilde Fernández Zurbano, de 71 años. Y es que le quita importancia a su pequeña pero gran hazaña, subir a San Miguel de Aralar desde Lekunberri, 16 kilómetros en total con fuertes pendientes. Lo cierto es que esta mujer natural de Arróniz y vecina de Pamplona es un ejemplo de superación y de constancia a la hora de perseguir un sueño. Tampoco sabía nadar y después de su jubilación, aprendió. “Una vez casi me ahogo en una piscina y le tenía pavor al agua”, recuerda. Hace dos años participó en un triatlón de mujeres en San Sebastián.

“De niña nunca tuve bici. Mi hermano compró una de chico y aprendí a andar debajo de la barra”, apunta Matilde Fernández. Su primera bici, de monte, llegó muchos años después y a través de una imposición en la Caja de Ahorros Municipal de Pamplona. No obstante, se quedó en un rincón. Tenía ya más de 50 años cuando comenzó a usarla con una amiga. “Salíamos por los alrededores, a disfrutar. Me entró el gusanillo”, observa. Pero su compañera de salidas falleció. “Un día vi el anuncio en el periódico de la presentación de Bizikume en la Rochapea y me acerqué”, rememora. Lo cierto es que este club ciclista de mujeres ha sido fundamental a la hora de plantar cara a prejuicios y miedos. Y eso que su primera salida fue accidentada. “Quedamos cerca de Decathlon y cuando iba para allá, me caí y me rompí la muñeca izquierda”. Lejos de tirar la toalla, a veces iba a darles ánimo y una vez recuperada, volvió a coger la bici y comenzó a realizar salidas cercanas con el grupo. “Sabía mis limitaciones”, destaca.

“En el club se hacen retos, el de 50 kilómetros, de 100 kilómetros... Hace dos años pensé que yo también quería tener mi objetivo deportivo y decidí que sería San Miguel, por nada en especial. Es un lugar entrañable”, apunta. Así, le planteó su meta a Erkuden Almagro Mendoza, fundadora de Bizikume y también de Mujeres en Bici, una plataforma para compartir experiencias en la que también se ofrecen también sesiones prácticas y cursos de mecánica, técnica, habilidad y seguridad vial. “Se busca que las mujeres sean autosuficientes a la hora de salir a andar en bici. Les enseñamos rutas, como arreglar pinchazos…”, apunta. En la actualidad son más de un millar de suscriptoras.

“Si entrenas puedes subir. Es cómo dos veces San Cristóbal”, le respondió Erkuden Almagro, otra mujer que ha conseguido su sueño, ser profesional del ciclismo. “Yo pensaba que después de bajar no me quedaba ninguna gana de volver a subir”, observa Matilde Fernández. Pero no se echó para atrás y comenzó a entrenar el pasado año, sobre todo con subidas y bajadas al monte Ezkaba, muchas veces en solitario. “A veces me daba pereza pero me decía, Matilde, arranca con la bici”, cuenta. Con antecedentes familiares de dolencias cardiacas, antes se realizó una prueba de esfuerzo. “El médico me dijo que mientras no pasara de 140 pulsaciones no había problema”, explica.

Pero un problema familiar le obligó a aplazar su sueño. Así, el pasado febrero volvió a coger la bici con la mirada puesta en Aralar, una preparación que se vio interrumpida por el estado de alarma. Lejos de tirar la toalla, comenzó a entrenar en casa con rodillos. “Poco a poco me fui metiendo. Ha sido mi tabla de salvación durante el confinamiento. Gloria bendita”, asegura. Además, hacia una sesión de gimnasia en el grupo de Facebook y otras sesiones que le mandaba Erkuden, con entrenamientos específicos para conseguir una buena forma física. “Pensé que con mi edad, tenía que hacerlo pronto”, confiesa.

Y llegó el 9 de julio, un día después de su cumpleaños. Acompañada de Erkuden Almagro y otra ciclista de Bizikume, salieron a las siete de la mañana de Pamplona con destino Lekunberri, junto a la carretera que va a Aralar. Allí les esperaban una docena de chicas de Bizikume, la primera sorpresa del día.

Dirección Baraibar, tomó la salida sola. Una vez allí, comenzaron los kilómetros más duros, con las compañeras arriba y abajo, vigilantes y dándole ánimos. Además otra compañera en bici eléctrica le precedía por si fallaban las fuerzas. “Iba a mi ritmo, entre 125-140 pulsaciones, tranquila. Lo más duro fue del kilómetro 5 al 8,5. Las chicas me adelantaban y me daban conversación. Son muy majas”, destaca. Transcurridas dos horas vislumbró la silueta del santuario de Aralar. Ya arriba, la primera llamada fue para su hermana. “Si me estuvieran viendo ahora mis padres y hermanos”, pensó. A la pregunta de cuál será su próximo reto, bromea que el Tourmalet, aunque con Matilde nunca se sabe. “Todavía no lo he pensado. Cualquier día se me cruza el cable”, adelanta.

“Nos ha dado una lección de superación”, apuntan desde Bizikume, al tiempo que destacan la importancia de realizar actividad física y dedicar tiempo a una misma y cultivar aficiones. “Mujeres como Matilde arrastran el peso de los cuidados y es muy importante que se cuiden ellas mismas y se den cuenta de la fuerza de la mente”, observa Erkuden Almagro, coordinadora del proyecto Women in Bike de la Federación Española de Ciclismo que busca animar a las mujeres a montar en bici gracias al voluntariado de varias líderes.