Testigo de una forma de vida ligada a la tierra no muy lejana, Araizko Zaporeak con la ayuda del Ayuntamiento de Araitz recuperó en 2017 un cable en Gaintza, una parte de un ingenioso sistema para el transporte de hierba desde las Malloak a los pueblos del valle que funcionó entre principios de los años 20 hasta finales de los 60, cuando la economía del caserío dejó de ser la principal fuente de ingresos con la industrialización. Desde entonces, todos los veranos organizan Araizko Kablearen Eguna, una mañana para dar a conocer la cultura baserritarra así como sus productos, además de la promoción cultural y turística del valle. La cita fue el domingo, la quinta edición de un auzolan para poner en valor el patrimonio local.

"En 2016 se puso en marcha un proceso participativo para conocer las necesidades y demandas de la población. Destacó la soberanía alimentaria y la necesidad de recuperar el patrimonio. Se veía que estaba dejado", observó José Manuel Zubillaga, alcalde de Araitz. Así surgió Araizko zaporeak, una marca para dar un empujón a la vida del valle. Se trata de un colectivo que trabaja en diferentes ámbitos, especialmente en la economía tradicional y su relación con otros sectores tomando como base la herencia del paisaje, patrimonio y cultura heredados,; las bases de un presente y futuro ajustados a los tiempos, de forma sostenible y sin olvidar dicha herencia.

La cita era a las once de la mañana a la sombra del pórtico de la iglesia, dónde se proyectó un documental en el que se explicaba la historia y el proceso. Asimismo, se pudo ver una exposición de fotografías de los años 40-50. Acudieron en torno a medio centenar de personas con ganas de conocer más sobre este precioso valle de la mano de sus vecinos y vecinas, con todo lujo de detalles. "Nos parece maravilloso, un turismo diferente", señalaron Maite Aguado y Alicia Rabadán, de Barcelona. De igual opinión era un grupo llegado de Huesca.

Después de una pequeña subida, el grupo llegó hasta un descargadero, astoa como se llaman en Araitz, reconstruido muy cerca del original. "El cable era de 1.000 pero el bosque ha ganado terreno y hemos recuperado 400 metros", explicó Jexux Estanga. "El resto del año se deja sobre el suelo por las aves", observó. Allí, lo primero fue afilar la guadaña antes de comenzar a segar. Si bien se solía dejar la hierba a secar un par de días, ayer se recogió en los buixiek, sabanas de hierba que después se deslizaban por los cables. Ayer fueron seis. "Se hacía por turnos. Cada familia hacías sus señales para avisar y marcaba sus fardos", recordaba Izaskun Ezkurdia, de 65 años.

TRABAJO DURO EN VERANO DE CARA AL INVIERNO

La época del corte y recogida de hierba era tiempo de especial trabajo en los caseríos, una labor fundamental de cara a alimentar al ganado en inverno. Con las tierras más fértiles labradas para el cultivo de maíz, trigo, alubias y patatas principalmente, la hierba provenía de los pastos de las Malloak, situados a cientos de metros más arriba, de gran calidad pero de difícil acceso. Y es que son paredes escarpadas, fuertes desniveles que a menudo obligaban a los segalaris a atarse cuando trabajaban con la guadaña ante el riesgo caer. No obstante, era tan laborioso o más bajar la hierba a las bordas o las ganbaras de los caseríos, con burros y yeguas las familias con más hacienda y a la espalda en otros muchos casos. Cada fardo pesaba entre 30 y 50 kilogramos en el caso de la hierba seca, el doble si era fresca.

Así, el sistema de cables fue una revolución, un rudimentario pero eficaz estructura que a modo de tirolinas salvaba las inclinadas laderas entre dos puntos, el cargadero y descargadero. Además mejorar en el tiempo y peso el traslado de la hierba, en algunos casos llegaba hasta los caseríos. Se cree que se introdujo en el valle desde Irati. "Había jóvenes de Araitz que iban a trabajar a Irati. La primera vez que se vieron en la zona fue en Errazkin, cuando se utilizó en una saca de madera", contaba el alcalde de Araitz. "Se utilizaba en todos los pueblos de la zona menos en Azkarate", observó. Llegó a haber 49 cables y otros tres a las bordas, una red que surcó los cielos del valle de Araitz y se llenaba de vida durante el verano, época en el que el ganado no podía pastar en las Malloak.